yotzinapa, el país consternado y en duelo en mi sentir. Un sonido quejumbroso en la plaza. En la aburridísima corrida meditaba en una reflexión de André Gide que leí en la mañana y en la síntesis de lo que estamos viviendo los mexicanos: “Todo cuanto puedo recordar me horroriza… no ven que hablan con un muerto”. La elaboración del dolor que acompaña un drama existencial. El debate de todo ser con lo que impide ser auténtico. Lo que se opone a la integridad.
Con Ayotzinapa en mente, la corrida se tornaba aburridísima. Torillos de Marrón, mansos-mensos, a pesar de que el último mostró nobleza. Bastante realizó Arturo Saldívar al sacar a los aficionados de la depresión y dar pases chipen, no redondear una faena. Una estocada trasera regresó a la negra noche y al duermevela, no conformes Talavante y Macías regalaron más toros. ¡De no creerse!
El de Macías de Marrón, al igual que sus hermanos. El de Talavante de Campo Real –a la carta– de encastada nobleza. Toro que requería una faena más a ritmo al inicio de la misma; ayudado de rodillas integraron a los aficionados al torero. Después faena de medios pases. Nada de traerse toreado al toro, cargar la suerte y traerlo sin perder terreno. Pinchazo caído y estocada. Al igual que Saldívar, dos orejas y arrastre lento al toro. Al escribir la nota oía el sonido quejumbroso de una guitarra que se perdía en el rumor del aire