Opinión
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La Muestra

Conducta

C

onducta impropia. El tema de la educación en la Cuba socialista ha sido siempre delicado. Por un lado, se trata de uno de los logros más irrebatibles del sistema; por el otro, a partir de 1971, precisamente con el primer congreso de educación y cultura, se combatieron corrientes de pensamiento supuestamente contrarrevolucionarias. Algunas conductas, consideradas antisociales o impropias, desde la homosexualidad hasta la vagancia, fueron largamente estigmatizadas y reprimidas. Al hablar de Conducta, su película más reciente, el realizador cubano Ernesto Daranas (Los dioses rotos, 2008), alude a aquella realidad y a los cambios que décadas después finalmente tienen lugar en la isla. Su cinta aborda algunos de los rezagos persistentes.

La Habana que presenta aquí el realizador está alejada por completo del cliché turístico promovido oficial y afanosamente. Es una ciudad derruida y hostil, con zonas de violencia, precariedad, prostitución, drogadicción y negocios de apuestas (en particular el entrenamiento de perros de pelea). Una ciudad parecida a cualquier otra urbe latinoamericana, incapaz de disimular de manera convincente, sus asperezas sociales. En ella conviven el casi adolescente Chala (Armando Valdés Freire, estupendo) y Sonia (Yuliet Cruz), su madre alcohólica y drogadicta. El comportamiento rijoso e indisciplinado del joven protagonista lo vuelve un personaje difícil, a punto siempre de ser remitido a un tipo de plantel disciplinario, la escuela de conducta. Una vieja maestra, cercana a la jubilación, la aguerrida Carmela (Alina Rodríguez), toma su defensa y de paso endereza algunas críticas (agudas a nivel local, tímidas fuera de la isla) a las deficiencias del sistema social dominante y a su catálogo de restricciones a la libertad individual.

Con un lenguaje cercano al melodrama televisivo y un diseño de personajes muy convencional, Conducta no rebasa en sus señalamientos sociales el tipo de crítica tolerada en Cuba desde la cinta parteaguas de Tomás Gutiérrez Alea, Fresa y Chocolate (1993). No añade mayores audacias cuestionadoras y sí incrementa, en cambio, las dosis de sacarina sentimental en esa relación de la madura guía moral y el bondadoso discípulo rebelde, que el cine latinoamericano plasmó con éxito singular en Estación central (1998), del brasileño Walter Salles. Tal vez el personaje escéptico de María (Miriel Cejas), esa joven maestra que habrá de reemplazar a la veterana Carmela, apunte hacia una nueva visión de la realidad cubana. Por lo pronto, la cinta Conducta continúa anclada, en el fondo y en la forma, en el mismo pasado que azarosamente busca cuestionar.

Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional. 12:30 y 15:30 horas.

Twitter: @CarlosBonfil1