e llama la atención que el tema de la corrupción aparezca por todos lados. Hoy día es un instrumento que alimenta a la política en todas partes y desde luego en México de manera notable.
En nuestro país el mundo laboral está plagado de corrupción. Es, por supuesto, de muchas naturalezas. Se presenta tanto en la conducta de los protagonistas de las relaciones laborales como en las disposiciones legales que las regulan.
El tema es notable en materia sindical. Resulta inclusive de la propia ley que establece las bases para ello. En materia colectiva somete a los protagonistas a condiciones que simplemente derivan de la tendencia conservadora que hoy predomina. Así, para la celebración de un contrato colectivo de trabajo es preciso que lo celebre un sindicato mayoritario. Pero en primer lugar esa organización debe estar registrada ante una Junta de Conciliación y Arbitraje, acreditando previamente su capacidad legal y estatutaria para hacerlo, y ese registro depende de una decisión administrativa cuya pureza puede ponerse siempre en tela de juicio, porque de acuerdo con la tendencia de la organización, si es propicia al actuar del sindicalismo corporativo, el registro lo firmarán los representantes de capital y trabajo que integran la junta, pero en caso contrario lo negarán. La organización que haya reclamado el registro podrá impugnar la negativa por la vía del juicio de amparo, con todas las alternativas de una decisión política negativa, pero de lo que no cabe duda es de que entre tanto estará en la incapacidad de ejercer, por ejemplo, el derecho de huelga, lo que exige, en todos los casos, la intervención de un sindicato registrado.
Hay, además, la práctica de que las empresas firmen con un sindicato registrado, pero obviamente no representativo, un contrato colectivo de trabajo hecho a espaldas de los trabajadores, que las juntas de conciliación y arbitraje reciben y depositan, lo que les da una validez formal muy difícil de combatir. Ese contrato colectivo habrá sido redactado con cláusulas elementales favorables a la empresa y la única forma de combatirlo será siguiendo un juicio de titularidad contra el sindicato firmante en el que caben todas las trampas. Entre tanto la empresa interesada despedirá a los trabajadores contrarios a su interés y las cosas se harán particularmente más difíciles.
Obviamente en esos casos está el remedio del juicio de amparo, pero su tramitación hará perder el impulso del sindicato independiente o en todo caso provocará que su duración sea insoportable para el sindicato promovente.
El problema radica en la forma en que la ley, hecha con mala intención, con un sentido corporativo, fija las condiciones para que predomine una decisión dependiente y antidemocrática.
En el caso coinciden una corrupción sindical, con otra administrativa, que evidentemente tienen su origen en la tendencia empresarial de nuestro sistema político. La empresa pagará el precio de hacer un gasto no comprobable fiscalmente, lo que en última instancia redundará en la tranquilidad laboral al disminuir el costo de las relaciones de trabajo.
El sistema parece demasiado sencillo, pero todo está hecho para que funcione; sindicatos corruptos, funcionarios de la misma calaña y una estructura jurisdiccional que hace juego. Ese sindicalismo estará vinculado políticamente al Estado.
Por supuesto que hay corrupciones menores que se pueden manifestar en los conflictos individuales al no aceptar las pruebas ofrecidas por los trabajadores actores o al interpretar sus resultados en forma contraria a sus intereses.
La corrupción más dolorosa se produce, sin embargo, al nivel legislativo, al dictar leyes contrarias a la libertad sindical como la actual, obra y gracia del Partido Acción Nacional y de su entonces presidente Felipe Calderón que son más difíciles de superar, aunque finalmente tienen remedio. Lo curioso es que en muchos casos resulta mejor que el sindicato sea representativo y democrático. Hay dirigentes honestos que también tienen interés en que se establezca con la parte contraria una buena relación. Lamentablemente no es frecuente que suceda.
Finalmente, en materia de corrupción no tenemos nada que envidiar a nadie.