Me interesa que el espectador se conmueva y reflexione, expresa Prune Nourry en entrevista
Elegí a China e India porque allí ha derivado en un marcado desequilibrio entre hombres y mujeres, manifiesta a La Jornada
Busca que los caminos de la estética y la crítica se entrecrucen en su trabajo
Martes 28 de octubre de 2014, p. 4
El arte no puede ser sólo belleza: tiene una misión que trasciende los sentidos. Así justifica la artista Prune Nourry (París, 1985) su propuesta más reciente: Las hijas de terracota, que podrá apreciarse en México a partir del jueves 30, en el Museo Diego Rivera-Anahuacalli.
Se trata de una imponente instalación escultórica integrada por 108 piezas que reproducen en arcilla igual número de niñas chinas en tamaño real, a partir de una reinterpretación contemporánea del ancestral y mítico ejército de guerreros de terracota de la provincia de Xi’an, del país oriental.
El proyecto es la última parte de un tríptico en el cual la artista francesa, avecindada en Nueva York, documenta y analiza el grave problema de desequilibrio de género prevaleciente en India y China, como parte de su interés por temas relacionados con la bioética y la procreación en todas sus formas.
Siempre hablo de la selección humana; en este caso, de la de género. Escogí India y China porque allí la discriminación de género ha derivado en un marcado desequilibrio entre la población masculina y femenina
, explica Nourry en entrevista con La Jornada.
Hay más niños que niñas. Es un problema local, pero también global, porque entre ambos países representan un tercio de la población mundial, y eso es algo que yo quería que las personas de diferentes latitudes pudieran entender fácilmente y apropiárselo
, dice Prune Nourry.
De acuerdo con la creadora, ese fenómeno sociológico se debe a que los padres prefieren tener un hijo varón. De allí que, afirma, Asia se ha convertido en el continente más masculino del mundo.
En el proyecto se explica que el número de hombres solteros en China ha ido en aumento desde los años 80 del siglo pasado, a lo que se suma el mal uso
de los ultrasonidos para conocer el sexo del niño.
Esto conduce a consecuencias desastrosas para la situación de la mujer en Asia, como secuestros de niños y mujeres, los matrimonios forzados, la prostitución y las migraciones de población
, entre otros problemas.
La muestra Las hijas de terracota –la cual ha sido exhibida en China, Francia, Suiza, Estados Unidos y ahora cierra su periplo en México– fue precedida por la exposición Las hijas sagradas y el acto performático Río sagrado, ambos relacionados con el desequilibrio de género en India.
En el caso de la primera, la artista francesa creó en resina una serie de esculturas híbridas entre una vaca sagrada y una chica, las cuales fueron colocadas en las calles de Nueva Delhi en septiembre de 2010. Su propósito fue plantear paralelismos entre la vaca, animal sagrado y símbolo de la fertilidad en aquel país, y la condición depreciada de las mujeres.
La segunda consistió en encargar a alfareros locales una reinterpretación monumental en lodo de una de las esculturas de Las hijas sagradas. La pieza, de cinco metros de altura, desfiló en octubre de 2011 por las calles y, posteriormente, fue sumergida en el río Ganges, al lado de sinnúmero de otras esculturas de deidades hindúes, como parte del festival anual de Durga Puja.
Para hablar sobre la selección de género en China, Prune Nourry buscó un elemento que fuera simbólico para esa cultura y, al mismo tiempo, conocido de forma universal. Fue así que optó por Los guerreros de terracota de la provincia de Xi’an, descubiertos en 1974.
En junio de 2012 efectuó un viaje a ese sitio arqueológico chino y se puso en contacto con artesanos locales especializados en reproducir esos soldados para desarrollar Las hijas de terracota.
Fue un año continuo de trabajo para el que la creadora seleccionó como modelos a ocho niñas huérfanas de esa nación oriental, protegidas por la asociación Niños de Madaifu, vestidas con sus uniformes escolares, para esculpir las piezas que le sirvieron de base para desarrollar las otras 100 que completan la serie de esculturas.
La elección del ocho se debe a que es un número de la suerte en la cultura china, además de que, por su forma gráfica en Occidente, representa el infinito, precisa Nourry, quien para este proyecto aprendió la técnica de los copistas locales y empleó la misma arcilla con la que hace 2 mil años fueron hechos los guerreros de Xi’an.
A partir de las figuras originales hechas por la escultora, se mezclaron las partes del cuerpo (cabeza, torso y piernas) hasta crear 108 niñas diferentes. Uno de los artesanos participantes en el proyecto, Xian Feng, fue invitado a personalizar cada uno de los rostros de manera que se lograron piezas únicas.
Para Prune Nourry, el arte no tiene sentido si sólo es belleza, y afirma que debe tener un trasfondo de reflexión de por medio. Me interesa que en mi trabajo se entrecrucen los caminos de la estética, la reflexión y la crítica
.
Niega ser una artista provocadora y explica que prefiere llegar a las personas de manera más emocional: “No me gusta provocar, porque eso es como un golpe y, sí, causa un shock, pero la atención se pierde muy rápido. Creo que la mejor manera de llegar a alguien es conmoviéndolo, penetrar en sus emociones. A partir de eso es más fácil que se suscite la reflexión”.
Otro de los rasgos de su trabajo, aclara, es dar cuenta de que la vida es un proceso de ciclos. Por ello, varios de sus proyectos son efímeros. En el caso de Las hijas sagradas, las esculturas se quedaron en las calles de India y desconoce su paradero; en el de Las hijas de terracota, al término de su exhibición en México regresarán a China para ser sepultadas, en un sitio aún por definir, y desenterradas en 2030.
La artista se caracteriza por autofinanciar sus proyectos. En el caso de estas esculturas de terracota, su elaboración y la gira mundial, pudo hacerla gracias a que vendió a coleccionistas particulares las ocho piezas originales, así como réplicas en bronce. Con lo recaudado se comprometió a apoyar durante tres años la educación de las niñas que fungieron como modelos.