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A la mitad del foro

Mariguana que fumar

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Empleados de un supermercado en Chilpancingo, Guerrero, tratan de colocar la cortina de hierro dañada por normalistas que protestaban por la desaparición de 43 de sus compañeros en IgualaFoto Reuters
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omingo de elecciones en Brasil y en Uruguay. Izquierda y derecha confrontadas. En Brasil, el terrorismo electoral de la prensa derechista que acusa a Dilma Rousseff y Lula de dejar pasar actos de corrupción en Petrobras. En Uruguay, José Mujica, el más juvenil mandatario, deja el poder. Y los tres aspirantes ofrecen derogar la producción y el comercio legal de mariguana.

En México, la cucaracha ya no puede caminar. Ángel Aguirre recibió licencia del Congreso de Guerrero. Impera el caos anarquizante, los centros comerciales y las oficinas de gobierno, símbolo y reflejo del maridaje criminal del capital sin regulación y la delincuencia con impunidad, son tomados, saqueados, incendiados por multitudes del común, por los de abajo, por los marginados durante tres décadas y algo más de la desigualdad y el hambre.

Como en pesadilla del incendio del Reichstag para el que los nazis encontraron chivo expiatorio, extranjero, retrasado mental y comunista, para alcanzar la cima del poder; dejar de ser primera minoría, como dicen los predicadores del gobierno seudoparlamentario para el cambio de régimen anhelado, para dejar de dar vueltas a la noria, para simular el arribo a la democracia sin demócratas, al estado de derecho sin el imperio de la ley: el de la impunidad. Violencia en Guerrero. Estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa asesinados, 43 de ellos desaparecidos, sumados a los miles que se ha tragado la tierra en los años del desastre, de la guerra de Felipe Calderón que sigue, sigue, sigue. Diez tumbas colectivas formalmente descubiertas. Y muchas más encontradas por voluntarios solidarios, movidos por la desconfianza en los gobiernos del poder constituido. Los de la complicidad indudable con el crimen organizado, el del miedo que en el sur impuso la opción de ¿plata o plomo?

A los 43 normalistas desaparecidos, jóvenes, campiranos y pobres de solemnidad, los reclaman vivos sus padres y los cientos de miles de manifestantes que han marchado en todo México y en las distantes capitales de la globalidad del mercado libre y la ortodoxia fetiche que, dicen, es nuestro horizonte ahora que decretaron la muerte de las utopías. A la izquierda mexicana, porque la hubo y pagó su cuota de sangre, hay que seguir llamándola izquierda en la confusión que la desintegra en la hora del sistema plural de partidos; quedó en manos de los que se subieron y se bajaron del ferrocarril, los que encontraron espacio y oportunidad en la fusión inesperada, magnífica, capaz de alentar a los desesperados, que logró hacer efectiva Cuauhtémoc Cárdenas tras la derrota inevitable de 1988: Los Chuchos.

Una izquierda moderna, democrática, dispuesta a participar, a formar parte del gobierno encabezado por quien haya alcanzado el Poder Ejecutivo, el Supremo Poder Ejecutivo de la Unión. El de la primera alternancia, con Vicente Fox y la incontinencia verbal en el papel de cristero a cargo de los asuntos comerciales de los dueños del dinero; con Calderón, el del resentimiento tiberiano gemelo y contraparte del que impusiera su sello a Gustavo Díaz Ordaz. Con el agravante del gusto por la complicidad, cuando menos, del que tolera o alienta la corrupción de los grandes negocios, de quien considera virtud la riqueza: Dios premia a los suyos. Cuando son pobres, será después de la muerte. Para esas alianzas, el PRD de la izquierda moderna enarboló las polvorientas banderas de la oposición al PRI autoritario y hegemónico.

Aunque ese PRI dejó de ser hegemónico desde 1997, en la segunda legislatura del tecnocrático gobierno de Ernesto Zedillo, a insana distancia de la razón de Estado y del poder constituido en el largo proceso histórico de la nación y el Estado mexicano; de la Reforma y la Revolución. Como tributo al infantilismo democrático, los que se apoderaron del PRD tras la última derrota de Andrés Manuel López Obrador y la segunda alternancia, la de los recuerdos del porvenir y la desmemoria que permitiría reivindicar la rectoría del Estado con la eficiencia política y la productividad económica como injertos de cuerpo ajeno; los de la izquierda moderna fueron abandonados por el tabasqueño peripatético y tenaz; tan huérfanos como los del PRI al llegar el tercer milenio. En orfandad, pero con la frase proverbial de Marx, Groucho no Carl, como divisa: Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros.

Con Fox y Calderón hasta el ridículo; con Enrique Peña Nieto hasta la ignominia. No por el pacto afamado globalmente, infamante para los del todo o nada y al diablo las instituciones. No, sino por el brillo dorado del dinero público y las prebendas que vienen con las victorias electorales. ¿Jesús Ortega, Jesús Zambrano y, sobre todo, Carlos Navarrete no sabían quién era, quién es, Ángel Heladio Aguirre? La diputada María del Socorro Ceseñas cuestiona la autodefensa a ultranza del hoy gobernador con licencia, pero ante todo rechaza el deslinde publicitario que pretende Navarrete: Lo primero que debe reconocer es que él fue quien se empecinó en que José Luis Abarca fuera el candidato a (presidente municipal de) Iguala.

Ayuda de memoria: Ángel Heladio Aguirre era secretario de gobierno de Rubén Figueroa Alcocer cuando asesinaron a los campesinos en Aguas Blancas; lo hicieron gobernador cuando el compadre del Chómpiras Figueroa, Ernesto Zedillo, solicitó licencia para dejar el cargo. Candidato del PRD, Aguirre volvió, ahora como gobernador constitucional, al amparo de las banderas de izquierda del PRD. Gallina que come huevo, aunque le quemen el pico. En enero hubo bloqueo de la autopista y normalistas muertos a tiros por la policía; y un trabajador víctima del incendio provocado en una gasolinera. Declararía a los medios electrónicos el entonces procurador del estado que quienes dispararon contra los estudiantes era personal suyo. Y se hizo el silencio cómplice en el espeso ambiente de impunidad.

Hubo otros campesinos asesinados en el entretiempo. Iguala está en la ruta de la heroína que se cultiva en vastas extensiones de Guerrero. Tanta amapola, tanta goma, que cuentan los enterados, la producción supera a la del triángulo dorado de Sinaloa, Durango y Chihuahua. ¿Nadie sabía quiénes eran José Luis Abarca, su esposa y los hermanos de ésta? En menos de un mes han descubierto tumbas colectivas con decenas de cadáveres; Abarca desapareció de la escena, pero tras la sevicia criminal hizo declaraciones a los medios electrónicos y aseguró que ordenó actuar con prudencia a sus policías, que él sabía eran sicarios a sueldo de narcotraficantes. Estalló el horror y dejaron irse tranquilamente a la pareja que estaba en el baile.

Tumbas descubiertas y una docena de municipios de Guerrero en estado de excepción no declarado, sus policías detenidos, trasladados a Tlaxcala. En el vecino estado de México, peor todavía. Detienen al presidente municipal de Ixtapan de la Sal y lo encierran. También era cómplice del grupo criminal de la región. Peña Nieto, Presidente de la República, pasa sus días de asueto en Ixtapan de la Sal; lo hacía desde que era gobernador del estado de México, cuando menos. ¿Nadie investigó en el Cisen a la autoridad municipal del sitio en el que tiene su casa de reposo Peña Nieto? ¿Nada sabía el Estado Mayor Presidencial, a cuyo cargo está la seguridad del jefe de Estado y de gobierno?

Aguirre tiene licencia. El caos anarquizante impera. Las llamas, la violencia, los saqueos, la destrucción de bienes y documentos, comprueban que en Guerrero habían desaparecido los poderes. No había más poder que el del crimen coludido con la ambición y estulticia de quienes hacen política para hacer dinero.