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La actriz francesa presentó Las nubes de María en el festival de cine de Morelia

El juego del actor es olvidarse de la cámara, comenta Juliette Binoche

Responsabilizo al director, al maquillista o al peinador de construirme o destruirme, dice

Enviado
Periódico La Jornada
Martes 21 de octubre de 2014, p. a10

Morelia. Mich., 20 de octubre.

La belleza e inteligencia de la actriz francesa Juliette Binoche iluminaron todos los rincones del Centro Histórico de esta ciudad, para causar un hermoso alboroto en el desarrollo natural del 12 Festival Internacional de Cine de Morelia con su deambular. Con amplia sonrisa, ella mencionó: Los actores tenemos más duda y miedos frente a una cámara; el juego del actor es olvidarse de la cámara para actuar. Así que le doy la responsabilidad al director, al maquillista o al peinador que tengan la bondad de construirme o destruirme.

Cada una de las palabras que originó Juliette Binoche fue absorbida/anotada/grabada por la concurrencia en la presentación de su película Las nubes de María. Cuando estamos bien filmados hay una belleza que aparece. Cuando sentimos una mirada elevadora, una mirada que espera, una mirada amorosa que podemos sentir y en eso hay un transformación celular que te hace vibrar desde dentro de manera diferente. Por eso la mirada de cada director es determinante para que cada actor se despierte, y en eso hay una belleza.

Generosa

Contestando generosamente a cada una de las preguntas que se le hicieron, Binoche ejemplificó: Por ejemplo, en mi personaje de Camille Claudel (Bruno Dumont, 2014) yo no tenía ningún maquillaje, estaba completamente al desnudo, deshecha, en abandono... había una necesidad de eso porque cuando uno se arroja a un personaje, así hay un contrato entre el papel y uno mismo. Hay que jugar a hacer ese papel. Creo que nunca he estado más bella que en esa película, pero creo que es la responsabilidad del director y yo respondí al llamado. Olvidarse de uno mismo es esencial; el juego no es más que una posibilidad de olvidarse de uno mismo.

Construyendo un puente tangible de palabras y con sus profundos ojos negros, que han acompañado los últimos 25 años de la educación sentimental del mundo occidental, Binoche pasó a la segunda pregunta de La Jornada: Yo no me desprendo del papel; es más entrar en contacto conmigo misma de otra forma. Nunca me salgo de un personaje; se vuelve parte de mí, porque para mí no hay un corte. Es más como ir de una pintura a otra, vamos de un personaje a otro, pero siempre con sensibilidad. Pero como actores tenemos el ritmo de la inteligencia, seguimos teniendo nuestro cuerpo. Es la misma cosa, sólo que en cada actuación la dirigimos de forma diferente.

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Binoche afirmó que el cine mexicano ha crecido tanto, que resulta una maravilla verlo en FranciaFoto Iván Sánchez

En otro momento, y haciendo sentir especial a cada uno de los reporteros que le alcanzaron a preguntar en los 60 minutos que duró su presentación, Juliette Binoche desechó entender el significado de un personaje feo: “No sé lo que significa feo. La película Las nubes de María tiene momentos muy desagradables, entonces hay una especie de enervamiento que ella comparte con el mundo, una especie de flojera en todo el papel que representé y que atraviesa situaciones extremadamente difíciles respecto de su marido y que la convierten en lo que podríamos llamar fea, desagradable. Pero en un actor siempre hay el placer de ir hacia todas las emociones posibles... Nunca he tomado un papel porque sea bonito, sino porque cuando hay una transformación esa es la clave”.

Con una delicadeza que rayaba en lo sensible, la actriz, quien ha sido dirigida por importantes directores de todo el mundo, confesó que le gustaría trabajar con Alejandro González Iñárritu: “La filmografía mexicana está creciendo tanto que resulta una maravilla ver sus películas en Francia... Además, trabajé en Chile con la directora mexicana Patricia Riggen en la película Los 33, sobre los mineros que quedan atrapados, donde interpreto, lo siento, a una chilena, María Sergovia. Cuado ella y yo nos vimos sentimos un fulgor, como si nos hubiéramos conocido de toda la vida o en una anterior... María me contó su terrible vida. Trabajó desde los seis años para sostener a sus hermanos... Lo siento, no puedo seguir hablando de esto”, zanjó el asunto al tiempo de que sus ojos adquirían un tono cristalino.

Adquiriendo, nuevamente, el tono resplandesciente de sus ojos, Binoche sentenció: Nunca he elegido un papel sin saber verdaderamente por qué. Siempre hay algo que me hace decir que sí. Hablo de intuición, inconsciente, de algo menos consciente y más misterioso, pero que simpre me permite decir sí. Aunque influye que hay un gran director, un gran escenógrafo o que el papel me permita tener una transformación. Para mí esa es la palabra clave; creo que todos estamos en la Tierra para transformarnos mediante nuestras historias, nuestros encuentros, y poder hacer una transformación es crear un vínculo con el contrato que tenemos con nosotros mismos.

Binoche recibió la Medalla Filmoteca de la UNAM por ser una actriz audaz, constructora indiscutible de personajes, que desafía cánones y que logra conmover profundamente a los espectadores.