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Zozobra en Guerrero
Hedor a muerte en los cerros de Iguala

El gobierno obstaculiza la búsqueda de normalistas, acusa miembro de la Upoeg

Por favor, una esperanza de que están vivos, implora la madre de un desaparecido

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Estudiantes de la Normal Rural de Ayotzianapa emiten un mensaje desde la cabina de transmisiones de la radiodifusora ABC, ayer en ChilpancingoFoto Lenin Ocampo Torres
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Maestros durante su protesta de este sábado en la Autopista del Sol, para exigir que aparezcan con vida los 43 alumnos de la Normal Rural de AyotzinapaFoto Lenin Ocampo Torres
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 19 de octubre de 2014, p. 2

Iguala, Gro.

Los trabajos de exploración, excavación y exhumación de restos humanos continúan en las nueve montañas de esta ciudad. Si antes fue Cerro Grande, ahora es la loma del Zapatero y luego el cerro de La Parota. Las fosas clandestinas pueden estar en cualquier lugar.

Desde la cabecera municipal hay que recorrer un camino de terracería durante media hora para subir la loma del Zapatero, luego ascender 10 minutos caminando hasta llegar a un pequeño claro donde la comisión de búsqueda de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (Upoeg) ha localizado siete fosas más. Hace cinco meses fueron encontrados 25 cadáveres aquí.

Este es el ominoso territorio de la barbarie. La nueva búsqueda ha dado sus resultados. Por la vereda que rodea los maizales, hay zapatos, botas, sandalias, ropa, una sábana, basura. Restos de una fogata. Es el rastro de quienes, quizás, caminaron junto a sus verdugos rumbo a su fatal destino, sabiendo que iban a ser ejecutados. El olor a muerte recorre los alrededores. Un sol implacable genera el hedor inconfundible de cadáveres recientes en algunas de las fosas. Tierra removida, fosas abiertas y cerradas, palos para señalar dónde se ha excavado, algunas veces sin ­resultados.

El propósito de la comisión de búsqueda es encontrar con vida a los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, pero la posibilidad de que estén muertos ha intensificado las brigadas alrededor de los cerros. Aunque el procurador general de la República (PGR), Jesús Murillo Karam, ha dicho que ninguno de los 28 cuerpos encontrados en las primeras cinco fosas pertenecen a los normalistas, las características forenses exhiben una realidad aplastante.

Los cadáveres de las primeras cinco fosas eran recientes; de ocho a 10 días, dice, contundente, uno de los trabajadores que participaron en el levantamiento masivo de cuerpos, el pasado 4 de octubre en Cerro Grande.

Ese día el empleado subió el cerro con dificultad. Pensaba en la escena dantesca de las fosas abiertas, preocupado por el esfuerzo físico que significaba bajar caminando cerro abajo, cada uno de los cadáveres que empezaban a ser metidos en bolsas.

En los descansos de la montaña estaba el área acordonada de las cinco fosas, abarrotada por personal de la PGR, los servicios médicos forenses de Iguala, Chilpancingo y Acapulco, y de Protección Civil:

Yo estuve allí. No es nada grato oler la muerte. Se habló de seis fosas, pero en realidad fueron cinco. En una había cinco cuerpos, en otra seis, en la siguiente siete... Los peritos nos entregaron 28 en bolsas.

Con más de 30 años de experiencia, este experto en medicina forense, cuya identidad se reserva por razones de seguridad, explica que en cada una de las cinco fosas –cavadas seguramente por las propias víctimas– había restos de leña, utilizada para quemar a quienes presuntamente se les incineró usando gasolina u otro inflamable.

“Se encontraron partes quemadas de los restos óseos […] con restos de tejidos en estado de maceración. Tejido descompuesto. Algunos fueron antes victimados. Y pude observar el orificio de arma de fuego en el cráneo. Da miedo. La muerte da miedo.”

Huesos fragmentados

Hace seis meses participó en el levantamiento de nueve cadáveres aquí mismo. Y el pasado mayo en el de otros 19. Las fosas clandestinas han hecho célebre a Cerro Grande.

La leña usada para quemar los cuerpos era de árboles como el de Brasil, muy conocido en esta zona por sus propiedades medicinales: Se encontró parte de leña que fue cortada allí mismo, seguramente del árbol de Brasil. Estaban unos encima de otros. Los que lo hicieron trataron de perder la evidencia lo más que se pudo. No es lo mismo tener 28 cuerpos completos, que partes reducidas a ceniza, huesos fragmentados, despegados por el tejido dañado.

Explica que la descomposición de los cuerpos se aceleró en ocho días: Los de Protección Civil estaban cavando para sacar los restos, y las fosas tenían agua, estaba emanando agua, por eso los cuerpos sufrieron una descomposición rápida, por la humedad.

Los normalistas desaparecieron el 26 de septiembre. Las primeras cinco fosas fueron encontradas ocho días después. La pregunta surge inmediatamente. ¿Cree que son los normalistas desaparecidos? La certeza sólo tiene un camino. Enmudece, alza los hombros en señal de incógnita: La muestra de genética va a dar los resultados.

La búsqueda de los 43 normalistas tiene sometidos a los habitantes de esta ciudad a una tensa espera. Nunca podrá olvidar aquella noche aciaga del 26 de septiembre. En menos de 12 horas atendió el levantamiento de seis cadáveres:

Nos reportaron un cuerpo a las 12:30 de la noche. Se encontraba en la cinta asfáltica abajo de un taxi. Era un femenino. De allí nos mandan 500 metros más adelante a un autobús donde había un menor, futbolista. Luego nos solicitan que vayamos al Periférico, donde estaban los dos estudiantes de los autobuses. A las 9 de la mañana nos reportan otro cuerpo en la ciudad industrial en un perímetro de 500 metros donde fue la balacera. Fue el joven desollado. Lo mataron con un golpe en la cabeza. Luego se hicieron las necropsias de ley. Ocho días después mi preocupación era cómo íbamos a bajar 28 cuerpos del cerro. Caminando y cargando.

En los últimos 20 días se han descubierto numerosas fosas clandestinas. Trabajos de excavación y exhumación en las fosas de La Joya continúan. Un retén de la Policía Federal instalado en las colonias Ignacio Manuel Altamirano y Las Ceibas impide el paso, aunque en la calle de terracería que comunica a las colonias Loma del Zapatero, Ignacio Manuel Altamirano y Mote Hored, entran y salen vehículos oficiales de las distintas policías y las procuradurías. Los restos son enviados al Servicio Médico Forense de Chilpancingo, aunque el gobierno guarda hermetismo total sobre el número exacto de cadáveres. Desde enero han aparecido 81 cuerpos en fosas clandestinas.

Mire, el gobierno ya sabe, ya los que encontraron, son ellos, los normalistas. Nomás que no quieren decir. Esperan a que esto truene, esperan las elecciones para que el PRI se adueñe de Guerrero. Y quieren que todo esto quede impune. Creen que se nos va a olvidar, dice José, uno de los campesinos de Ayutla que integran la comisión de búsqueda de los estudiantes.

Puede haber más cuerpos allí

Una búsqueda que, según Crisóforo García Rodríguez, promotor comunitario de la Upoeg, está siendo obstaculizada por el gobierno; concretamente por militares que les bloquean el paso: Temen que encontremos algo que ellos ya saben que está allí. Pueden ser los muchachos de la normal u otras víctimas.

A pesar de los obstáculos, los 6 mil hombres armados de la Upoeg acuden a los lugares denunciados por habitantes como Las Juntas en Cocula, donde han encontrado prendas, basura y cartuchos percutidos: El gobierno sabe muy bien dónde están los muchachos. Por ejemplo, cuando íbamos a Pueblo Viejo no había presencia militar, pero luego nos alcanzaron y protegieron la zona. Eso indica que puede haber más cuerpos allí.

Abad Chon, campesino de la Costa Chica, interviene: No tenemos ayuda de la gente de este pueblo ni del gobierno para buscarlos. Uno quiere que sus hijos se superen y los mandamos a prepararse y ya ve. Los desaparece el gobierno. Su culpa fue preparase, educarse para ser algo en la vida. Ahorita la persona que no tiene ningún conocimiento no vale nada.

En algunos negocios han sido colocados los anuncios con los rostros de los 43 normalistas desaparecidos y el ofrecimiento que hace el gobierno de Guerrero de un millón de pesos de recompensa a quien proporcione información útil.

Hay quienes, como el médico Marco Antonio Carrión López, han decidido unirse a los comunitarios para buscar a los jóvenes: Uno quisiera encontrarlos con vida, pero las informaciones que nos llegan es que fueron masacrados. Fue una orden orquestada del gobierno. Ha habido mucho miedo, estamos indignados. Esto era un secreto a voces.

Lo acompaña Sergio Moreno de Léon, físico y profesor de la Universidad Autónoma de Guerrero: Nuestra escuela nació con la represión, con la violencia del estado. Pero esto que han hecho es peor.

Conciencia social

Los policías comunitarios con armas largas custodian la entrada a la Normal Isidro Burgos. Es de noche y un grupo de estudiantes vigila el paso de visitantes. Las antorchas alumbran el portón negro. Ayotzinapa: cuna de la conciencia social, asevera una leyenda a manera de bienvenida.

Hay un silencio lúgubre, a pesar de que las canchas del plantel están llenas de gente. Son los familiares de los desaparecidos, sus amigos, sus compañeros. Al centro, una anciana con rebozo gris reza un novenario para que aparezcan. Está hincada al centro, frente a un improvisado altar de Santiago, el guerrero apóstol, montado en su caballo blanco, con espada en mano, protector de las causas más difíciles. La imagen, resguardada en una urna de vidrio y madera, está cubierta de flores crisantemos blancos y cempasúchil, y veladoras. Cada día le rezan, esperando un milagro.

Las madres de los 43 normalistas salen de una junta, sin noticias y la misma incertidumbre. Algunas lloran en silencio, aguantando las lágrimas con el corazón encogido, con el alma hecha pedazos. Llevan 20 días sin dormir, apenas comiendo, soñando con abrazar a sus hijos. La madre de Gerardo Iglesias, estudiante de tercer año, suplica: Que nos den una esperanza, por favor, una esperanza de que están vivos; que se les ablande el corazón a esos hombres, que los regresen. Aquí los estamos esperando.