ientras la comunidad internacional exige al Estado mexicano el esclarecimiento a cabalidad y sanciones drásticas a violaciones tan graves a los derechos humanos como las de Tlatlaya e Iguala –verdaderos crímenes de Estado y delitos de lesa humanidad–, representantes y organizaciones civiles siguen recibiendo reconocimientos en varios países por su trascendental labor en la defensa de los derechos humanos hoy en México.
El 7 de octubre la directora de la organización Proyecto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales AC recibió en Ginebra, Suiza, el Premio Martin Ennals para Defensoras y Defensores de Derechos Humanos –considerado el Nobel en ese rubro a escala internacional–, por el compromiso, con su equipo, en la defensa de los derechos de comunidades rurales y trabajadores migrantes temporales en Oaxaca, Durango y Sinaloa, mediante campañas que incluyen mecanismos de rendición de cuentas de algunas de las empresas trasnacionales más grandes del mundo, haciendo de esta manera exigibles los derechos a una vivienda digna, a la salud, a la educación y a un salario justo, entre otros, y defendiéndolos judicialmente.
Cabe recordar que en 1997 recibió ese mismo premio otro mexicano, el obispo don Samuel Ruiz García. Es muy significativo que al otorgarlo esta vez a Alejandra Ancheita, la presidenta de la Fundación Martin Ennals haya enfatizado la gran variedad de elementos a los que se enfrentan los defensores de derechos humanos
, subrayado que la connivencia de los gobiernos locales y tribunales con influyentes poderes económicos ha llevado a que se produzcan difamaciones públicas y ataques violentos
. Pero no para esto allí: el pasado martes la Iniciativa Mesoamericana de Mujeres Defensoras de Derechos Humanos recibió el prestigiado premio Letelier-Moffitt por su trabajo pionero en la documentación, con perspectiva de género, y denuncia de agresiones contra mujeres defensoras en Mesoamérica, así como por la articulación que ha logrado entre 360 defensoras en México, Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua. Asimismo, por desarrollar acciones de seguridad y autocuidado, mejorando las condiciones de más de 100 defensoras y sus familias, e impulsar la creación de Redes Nacionales de Defensoras de Derechos Humanos en cuatro de los primeros países mencionados.
Como se sabe, este premio, otorgado por el Instituto de Estudios Políticos de Washington, fue creado para honrar la memoria de Ronni Karpen Moffitt y del diplomático chileno Orlando Letelier, asesinados el 21 de septiembre de 1976 con una bomba colocada en su auto por esbirros del dictador chileno Augusto Pinochet. Vale la pena destacar que, al recibirlo, las defensoras galardonadas expresaron su solidaridad y se sumaron a la exigencia de justicia a las madres y familiares de los tres estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, torturados, maltratados y ejecutados, y de los 43 detenidos y desaparecidos por la Policía Municipal.
Al día siguiente, 15 de octubre, Pietro Ameglio –activista y educador para la paz uruguayo-mexicano, y uno de los maestros y practicantes más importantes de la no violencia activa en América Latina, radicado en Cuernavaca– recibió el Premio de Educación para la Paz 2014 de la fundación estadunidense El-Hibri. Es importante subrayar que esta fundación, que por primera vez, en su novena edición, otorga este premio a un latinoamericano, busca construir un mundo mejor acogiendo dos valores del Islam de aceptación universal: la paz y el respeto de la diversidad, lo cual contrasta frontalmente con la actitud y las prácticas de los fundamentalismos que, con la contratación e incorporación a sus filas de mercenarios occidentales con otros intereses, hacen la guerra en Medio Oriente.
El galardonado con el premio es mejor conocido en México porque fue cofundador, con el poeta Javier Sicilia y las familias de personas muertas y desaparecidas por causa de la guerra
de Calderón, del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, en el que colaboró a organizar una marcha silenciosa a la ciudad de México en mayo de 2011; posteriormente otra hacia el norte, hasta Ciudad Juárez, en junio de ese mismo año, y otra más después hacia el sureste, que desembocó en San Cristóbal de las Casas. En todas estas actividades se ha aprovechado lo que Ameglio denomina la reserva moral
del pueblo mexicano; es decir, los valores positivos y sensibilidades éticas que caracterizan a la cultura e historia de lucha social mexicana.
Estas caravanas han servido de plataforma para visibilizar a las víctimas de la violencia en todo el país, y para que sus familiares y defensores de derechos humanos las denuncien y exijan justicia. Combinando en el espíritu de Gandhi un conocimiento teórico de educación para la paz y no violencia, en el que utiliza una metodología de construcción de conocimiento que se nutre de Jean Piaget y Juan Carlos Marín, ha colaborado también con los promotores de educación indígena en los territorios autónomos de Chiapas, para desarrollar planes de estudio que incluyen sus expresiones culturales y su historia de lucha social y política. Estos cursos combinan la paz y la no violencia de la cultura de Gandhi, Thich Nhat Hanh, Donald Hessler, Nelson Mandela y el zapatismo. Ameglio ha sustentado igualmente cátedras sobre paz, resistencia civil no violenta y construcción de conocimiento dentro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el Claustro de Sor Juana y la Universidad Autónoma de Morelos. Fue cofundador en 1987 en México del Servicio Paz y Justicia, que abarca 12 países, establecido por Adolfo Pérez Esquivel, ganador del Premio Nobel de la Paz. Es también fundador y miembro de Pensar en Voz Alta, que analiza y publica información sobre la naturaleza del conflicto y la militarización en México. Felicidades a los tres.