a víspera de la celebración oficial del 80 aniversario del Palacio de Bellas Artes, el interior y los alrededores del blanco inmueble eran una alegre romería: danzarines, mimos, payasos, declamadores, músicos en el exterior; exposiciones, Compañía Nacional de Danza y otras cosas en el interior.
En medio de tan celebratorio bullicio, se programó en la Sala Ponce del propio Palacio un difícil y demandante concierto de música contemporánea, en domingo por la tarde. José Luis Castillo dirigió al Ensamble del Cepromusic en un programa conformado por dos obras del compositor estadunidense de origen francés Christian Wolff (en el contexto de sus 80 años de vida y con su presencia en la sala) y sendas partituras de John Cage y Morton Feldman. Es decir, un hueso musical duro de roer… y la Sala Ponce estuvo llena hasta el tope. Buenas noticias, sin duda. He aquí una reseña de lo escuchado esa tarde.
For Frank O’Hara, de Morton Feldman, es una curiosa obra que se desarrolla como una sucesión de momentos sonoros estáticos, muy bien articulados entre sí, y con un generoso uso del silencio como elemento de amalgama. Con la estructura así planteada, Feldman logra crear varios juegos de tensiones que deja en suspenso, sin proponer las esperadas (aunque no siempre necesarias) distensiones. El compositor propone un singular uso de las campanas tubulares y el vibráfono como generadores y prolongadores de resonancias no-consonantes que se convierten en una textura-cimiento de sugerentes cualidades sonoras.
Las Seis invenciones cortas de John Cage fueron interpretadas en una instrumentación propuesta por los propios miembros del Ensamble del Cepromusic, en la que el peculiar timbre del corno inglés es utilizado como la principal ancla de color. Y sí, las invenciones son cortas, de dimensiones casi aforísticas, y su materia musical puede ser etiquetada como casi tradicional
, en el entendido de que carece del aliento especulativo que caracteriza a una buena parte de la producción madura del compositor californiano.
La primera obra de Christian Wolff en el programa fue Eisler Ensemble Pieces, estructurada sobre cimientos tradicionales en cuanto al uso de la repetición, la imitación y cierta homogeneidad en las texturas; todo ello es utilizado por Wolff de una manera proactivamente moderna, y el compositor se vale del silencio como importante material de articulación, un tanto a la manera de la obra de Feldman arriba descrita. La homogeneidad mencionada es rota por Wolff con la inserción de episodios de articulación más disjunta, como un buen elemento de contaste. Otro elemento apreciable en estas Eisler Ensemble Pieces: un discreto toque de ironía, presente de manera especial en la segunda pieza de la serie.
Por indicación de Wolff en la partitura, su extensa pieza titulada Robert fue interpretada sin director. Aquí, los 13 instrumentos el ensamble generan y desarrollan diversos diálogos al interior del conjunto, combinando gestos sonoros de ayer y de hoy de manera muy orgánica, sin costuras. Se generan así varios subensambles de tamaño diversos, decantando la sonoridad hasta llegar a diversos solos importantes. A los episodios de textura compacta presentes en la obra, Wolff contrapone momentos más puntillistas y atomizados que sugieren fugazmente una aproximación a la micropolifonía. Hay también momentos de libertad interpretativa que generan eso que suele llamarse caos organizado
, que se ensambla bien con las partes totalmente escritas.
A preguntas expresas, el compositor me aclaró dos datos sobre estas piezas suyas: Eisler Ensemble Pieces fue escrita para el grupo inglés Eisler Ensemble, de corta vida y muy admirado por Wolff. El Robert al que alude en la última obra mencionada es Robert Swinston, continuador del trabajo del ejemplar bailarín y coreógrafo estadunidense Merce Cunningham en la compañía fundada por éste. Como siempre, las ejecuciones de José Luis Castillo y el Ensamble del Cepromusic a este complejo y exigente repertorio, preparadas y realizadas con rigor, buen trabajo de conjunto y buena atención al detalle.