El candidato social demócrata apuesta por la televisión
El equipo del Partido de los Trabajadores prefiere las redes sociales
Sábado 11 de octubre de 2014, p. 25
Río de Janeiro, 10 de octubre
La primera semana de la ronda decisiva en las elecciones presidenciales termina con Aécio Neves, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que defiende un programa neoliberal, en la delantera: tiene 51 por ciento de intención de votos. Su adversaria, la actual presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores (PT), que defiende la continuidad del proyecto iniciado en 2003 con la primera presidencia de Lula da Silva, 49 por ciento. Como los sondeos declaran un margen de error de dos puntos, ambos están técnicamente empatados.
Para Aécio Neves es un buen resultado: él creció desde la primera vuelta, realizada el domingo 5 de octubre, casi el doble de Dilma Rousseff. Pero para la candidata del PT el resultado es igualmente bueno: como su adversario venía de una estampida (en dos semanas logró atropellar a Marina Silva, quien una vez más quedó relegada al tercer lugar), era alta la posibilidad de que en esa primera semana los sondeos indicasen una ventaja substancial, lo que no ocurrió.
Hay, en verdad, una disputa muy tensa y muy cerrada, con un país literalmente dividido al medio. La tónica del discurso del candidato neoliberal es darle un basta a 12 años seguidos del PT en el poder. Los blancos preferenciales de sus duras críticas son el crecimiento económico flojo (el PIB crecerá menos de 1 por ciento este año), los excesivos gastos públicos, la interferencia exagerada del Estado en la economía y, muy especialmente, la corrupción.
Dilma defenderá el proyecto que benefició a por lo menos 40 millones de brasileños, quienes salieron de la zona de pobreza e ingresaron al mercado de consumo, el énfasis puesto en los programas sociales, la manutención del empleo, una política externa soberana y dar prioridad a la educación. Su principal crítica al programa de Aécio Neves: se trata de una vuelta al pasado, cuando se benefició a los de siempre y los pobres no aparecían en el presupuesto de la Nación
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Aécio Neves muestra en la televisión (y eso tendrá importancia en los debates cara a cara que empiezan la semana que viene) un discurso articulado y habla con fluidez. Dilma, al contrario, se expresa de manera confusa, chorrea datos y números, y frente a la audiencia tiene la misma capacidad de seducir que un tomate crudo. Su principal argumento es la comparación entre lo que se hizo cuándo el PSDB gobernaba al país y lo que se viene haciendo desde la llegada del PT. Con relación a la corrupción, su argumento principal es que nunca como ahora se investiga, y los responsables son punidos de manera ejemplar.
Mucho más que geográficamente, el país está dividido en términos de clases sociales. Un análisis del mapa de votación muestra claramente que Aécio Neves ganó fácilmente entre las clases alta y media, mientras que Dilma lo arrolló entre las clases de menos renta. Lo más curioso es que entre la llamada nueva clase media
(en efecto, una clase media baja, recién salida de la pobreza gracias a los programas sociales y económicos del PT) el electorado se dividió en partes iguales. O sea: muchos de los que hoy dicen optar por Aécio Neves votaban, hasta hace ocho o 10 años, por Lula da Silva. Ascendidos socialmente pasan a tener una insólita identificación electoral con el adversario.
Otros cálculos muestran que, al término de la primera semana de esta etapa decisiva, existen alrededor de 25 millones de votos sin dueño, o sea, electores que no optaron ni por Dilma ni por Aécio en la primera vuelta: eligieron otros candidatos, anularon su voto o votaron en blanco. Y es precisamente ese batallón de electores el que está en disputa prioritaria para los dos.
Es muy difícil para Aécio robarle votos a Dilma entre las clases menos favorecidas. Y la inversa es verdadera: a cada nueva denuncia de corrupción (y los medios masivos de comunicación disponen de harta munición para minar la candidatura de Dilma en este final de carrera) se hace más fuerte el rechazo al PT y a todo lo que se relacione con el partido.
En los tres estados con mayor contingente de electores –Sao Paulo (22 por ciento del total), Minas Gerais (14 por ciento) y Río de Janeiro (11 por ciento)– la posición de ambos candidatos tiene base sólida. Neves seguramente ganará en Sao Paulo, un estado conservador y de fuerte sentimiento antiPT.
Dilma ganó la primera vuelta en Minas y tratará de crecer ahora. Cuenta con el respaldo de Fernando Pimentel, quien derrotó claramente al candidato Neves. Esa victoria gana peso especial porque el PSDB gobernó Minas durante los últimos 12 años y es la base electoral más importante de Aécio Neves. En Río de Janeiro, Dilma obtuvo una ventaja inferior a la esperada, pero ahora cuenta con el respaldo de los dos adversarios que disputan el gobierno estatal (el sistema político brasileño tiene, entre sus múltiples peculiaridades, la de oponer regionalmente a aliados nacionales).
En este escenario tan cerrado e imprevisible, la propaganda en radio y televisión, como los tres debates programados, tendrán peso decisivo. Aécio Neves cuenta, además, con un aliado poderosísimo: los conglomerados de comunicación. Para contrarrestar, el comando de campaña de Rousseff recurre a las redes sociales.
La batalla será dura, la más dura desde la redemocratización, en 1985, y desde la retomada de las elecciones, en 1989. Está en juego la continuidad de un proyecto de país, que Dilma promete profundizar y mejorar, o el retorno a una fórmula ya probada, entre las dos presidencias de Fernando Henrique Cardoso (1995-2002), y cuyos resultados no son exactamente de buenos recuerdos para la mayoría de los brasileños.
Un análisis del mapa geo-económico del electorado muestra que, entre los brasileños más ricos, 65 por ciento declaran que no votarían por Dilma Rousseff bajo ninguna circunstancia. En ese mismo segmento social, solamente 25 por ciento dicen que definitivamente no votarían por Aécio.
Cuando se trata de la clase media alta, la proporción de rechazo extremo es de 57 por ciento para Dilma y 26 por ciento para Aécio. Ya en las clases más bajas, principalmente en el electorado de menor escolaridad y renta, la proporción se invierte: 41 por ciento dicen que no votarían en Neves, y 29 por ciento por Rousseff.
Ese es un detalle que intriga a los sociólogos y politicólogos: el rechazo a Aécio, el candidato preferido de los ricos, es menos contundente entre los pobres. O sea, la distancia entre el rechazo a él y a Dilma es menor que el constatado entre los ricos y la clase media alta.