Sábado 11 de octubre de 2014, p. a16
He aquí la belleza en estado puro. He aquí la profunda poesía. Está más inspirado que nunca porque tiene una mujer que lo hace cantar aunque el mundo esté jodido.
El título de su nueva obra maestra no puede ser más irónico: Popular problems (Problemas aclamados, jeje).
El monje budista convertido en un hombre sabio, muy sabio. Dramaturgo capaz de profundidades similares a las que logró William Shakespeare. Poeta duro, hondo, hacedor de saetas letales, capaz de proezas similares a las que logró William Blake. Experimentado en amores, analista sagaz de los rincones más recónditos del universo de las relaciones de pareja, capaz de asombros semejantes a los que logró Ingmar Bergam, seguidores ambos de Henri Bergson.
En continuidad orgánica de su anterior trabajo magistral, Viejas ideas (http://goo.gl/ECXdcR), su flamante disco va todavía más lejos en profundidad y en risa, desde el corte inicial, Slow, diatriba sonriente contra el automatismo de la sociedad de consumo: no al fast food, no al amor simulado, sí al placer, al arrobo, al guiño. Al aquí y el ahora.
El juego de palabras de este primer poema, Slow, se completa con el rejuego prosódico y el juego de las voces. A mí me gusta hacerlo despacito, mmmh, despacito; no porque esté viejo, sino porque siempre me ha gustado despacito
refiriéndose por supuesto a la manera de... cantar.
Para enseguida penetrar el territorio del terror, pues el segundo corte magistral, Almost like the blues recuerda una de sus obras referenciales: The Future (http://goo.gl/1rFO39): Vi gente morir de hambre/ había asesinatos, violaciones/ pueblos en llamas/ gente tratando de escapar.../ muy ácido, trágico/ fue casi casi como el blues
.
En su recitativo ronco, Leonard Cohen entiende a la perfección y así comunica la esencia verdadera del blues, esa música de los estados del alma. Hace un guiño a don Juanito Lenin: There is no God in Heaven/ and there is no Hell bellow
(en Imagine, Lennon dice: no hell bellow us/ above us only sky
) y culmina el poema con otra dulce (auto)ironía: recibí una invitación/ que ningún pecador puede rehusar/ y entonces ya es casi como la salvación/ es casi como el blues
.
El disco no tiene desperdicio. Engarza a la perfección en ritmo, cantilación, tono y armonía, una pieza con la siguiente. Sansón en Nueva Orleans, la tercera en el orden, es un blues con todas las de la ley, un poema digno de premio Nobel, un texto de factura, hondura y altos vuelos. Epicidad, nudos de metáforas desatadas con suma elegancia. Ensueño. Poesía.
A Street, el siguiente poema, es otro de los momentos-clímax de este disco inspirado evidentemente en el arte amatorio, en los intersticios de la vida conyugal y en las alas del amor que remonta todo convencionalismo: Yo solía ser tu borracho favorito/ bueno para hacerte reír./ No teníamos nada más que buena suerte
, enseguida cuenta una historia de abandono, pero mejor me la guardo para algún otro de estos días lluviosos
. Y confiesa: lloré por ti toda esta mañana/ y volveré a llorar por ti
. Continúa el relato cual la novela Ulysses de James Joyce: Tuvimos vino y rosas/ y chorros de champán/ pero ya no, no volveré a ser/ jamás ese borracho otra vez
y, maestro del suspense, del tempo y el timing, hace un giro rítmico, una transición alucinógena y pasa a otro tono, más elevado: la fiesta terminó/ y aún sigo de pie/ y aquí seguiré/ parado en esta esquina/ donde solía haber una calle
.
Las siguientes dos canciones, Did I ever love you, y My oh my, son también poemas de amor. El amor alegre, el amor agridulce. El amor.
Nevermind es un hermoso juguete funk, un recitativo extraordinario: a husband leads/ a wife commands
y nombra la manera cruenta que tiene el desamor para manifestarse: la dulce indiferencia/ que alguien dice que es amor
. Pero no importa (nevermind), qué se le va a hacer (nevermind), valemadres (nevermind). Y se escucha flotando sobre estos versos el canto mágico de la bella y misteriosa Charlean Carmon y arremete el poeta, sin piedad: así es tu corazón/ enjambre de moscas./ Lo que alguna vez fue tu boca/ es una vasija de mentiras
.
Y todo está listo para que suene la que en la humilde opinión del Disquero es la mejor pieza de todo el disco: Born in chains, porque ese bellísimo gospel alcanza niveles shakespereanos: word of words, and the measure of all measures/ Blessed is the name, the name be blessed/ written in my heart in burning letters/ that’s all I know, I cannot read the rest”...
Y es entonces, en el momento más alto de la poesía, cuando el monje budista se refiere a su mujer, Sharon Robinson, con quien escribió y cantó la pieza anterior, en los siguientes versos finales de este álbum maravilloso, imprescindible: Aquí me tienes, a tus pies, cantando/ tú me haces cantar/ aunque el mundo esté jodido
...
Loor, oh sabio, Namasté monje budista.