Los chuchos sí sabían quién era el alcalde de Iguala
La agresión a Cárdenas y a Gilly
ero, ¿qué fueron a hacer los muchachos de la Normal a Iguala si ya sabían que allí la cosa estaba caliente? La idea lo pinta de cuerpo completo. Eso es lo que se piensa desde su tribu. Jesús Ortega hizo ese comentario en algún momento de la noche del fin de semana pasado, en el que Nueva Izquierda, la tribu que llevó al PRD al Pacto por México, tejió todas las perversiones posibles y se quedó con lo que queda de ese organismo político.
Por eso cuando Carlos Navarrete echó mano de una de las armas preferidas del chuchismo: el oportunismo, y fue a Guerrero a ofrecer una disculpa por el mal tino de su tribu al haber llevado a un presunto asesino, a un miembro del crimen organizado, a la presidencia municipal de esa ciudad del estado de Guerrero, su discurso sonaba hueco, apestaba a esa demagogia mal oliente, mordida por la herrumbre que tanto le acomoda. Fueron nada más palabras al aire. La verdera forma de pensar de los chuchos ya la había expresado su jefe Ortega.
Y no podía ser de otro modo, porque se supo, por todas partes, que los chuchos estaban al tanto de los pasos del alcalde al que ellos protegían, o cuando menos evitaban juzgarlo, pero de que estaban conscientes de quién era José Luis Abarca, sí; tenían claridad absoluta sobre el perfil del personaje. René Bejarano, la misma noche de la hablamos arriba, les restregó durante un muy buen rato, en público, que él había hecho las denuncias que descorrían los velos de la verdadera faz de ese hombre que se había colado en el partido, pero nadie le había hecho caso.
El asunto era viejo, sólo que ahora reventó y es tanto el horror que nos hace olvidar, por momentos, el crimen de Tlatlaya, en el estado de México, y pasa a otro nivel la pudrición social en Coahuila, en Tamaulipas, claro en Michoacán, y en muchos otras entidades de este país, donde se culpa a los corruptos presidentes municipales, a los gobernadores, pero y ¿quién gobierna México?
No, que nadie se confunda, no se trata de salvar a nadie, sino de repartir las responsabilidades al tamaño que tienen en el aparato de gobierno. O como dicen los que buscan ganar glorias: En otro país, después de esos horrores, no hubiera quedado piedra sobre piedra
. El gobierno, en su generalidad, está débil. No le cuadra lo económico, pero en lo social cada día la situación empeora, y no pasa nada.
Pero en fin. Ya iremos sabiendo, aunque poco a poco, que está en el fondo de esos crímenes que han llevado a México, y por ello a su gobierno, a las primeras planas de todos o de casi todos los medios importantes del mundo.
Hay muchas certezas en el tramo político de este episodio de horror. Una cosa que no puede quedar lejos de la mano de la justicia, con los chuchos o sin ellos, es la renuncia del gobernador de Guerrero, y no porque su dimisión pueda lograr alguna claridad en el caso, sino para que una situación como la que se vive no se repita, y porque, en caso contrario, la pregunta que todos se harán es: ¿Qué le debe Peña Nieto a los chuchos que parece que le ha concedido impunidad a su gobernador?
De pasadita
Al finalizar las marchas que exigían justicia para los estudiantes desaparecidos en Iguala, algunos, muy pocos, de los que protestaban enfrentaron al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas; le gritaron y arrojaron objetos a su paso. Cárdenas se había sumado a la protesta, y su presencia fue importante, pero estaban rotos todos los límites, y fue el ingeniero el que pagó la furía y la frustración que ha causado esta muy triste página de la vida del país. En aquellos momentos un artefacto pegó en la cabeza de Adolfo Gilly, y resultó herido, pero al parecer sin mayores consecuencias para su salud, de cualquier forma, vaya mi solidaridad para Adolfo.