l menos 19 personas murieron ayer durante enfrentamientos entre manifestantes kurdos y elementos de la policía de Turquía en diversas ciudades de ese país, particularmente en las regiones del este y el sureste, pero también en Estambul y Ankara.
Las protestas ocurren a raíz de la ofensiva emprendida por el Estado Islámico (EI) en la ciudad de Kobani, en el Kurdistán sirio, donde las milicias kurdas se enfrentan a los integrantes de la organización yihadista, ante la pasividad del gobierno de Ankara. Hasta el momento, el régimen encabezado por Recep Tayyip Erdogan ha sido renuente a participar en la ofensiva internacional encabezada por Washington contra el EI, ha condicionado el uso de sus bases militares al derrocamiento del gobierno sirio de Bashar Assad y ha impedido el cruce de refuerzos kurdos a la referida urbe.
Más allá de lo coyuntural, en los barruntos de inestabilidad política y social que se presentaron ayer en Turquía convergen viejos factores de inconformidad y descontento kurdos en contra de Ankara. Cabe recordar que el gobierno turco es tristemente célebre por su expediente en materia de violaciones a los derechos humanos, agresiones y represión en contra de los kurdos, historial que remite inevitablemente al genocidio de armenios perpretado a principios del siglo XX, en tiempos del Imperio Otomano, en el cual murieron entre 600 mil y un millón 500 mil personas.
Por lo demás, con su afán de condicionar el ataque al Estado Islámico al derrocamiento del régimen de Damasco, Ankara exhibe de nuevo un espíritu injerencista característico de la arrogancia imperial otomana de hace 100 años, que resulta improcedente e inaceptable en el contexto planetario actual.
Finalmente, la postura ambigua de Turquía frente al avance del Estado Islámico en territorio kurdo da sustento al escepticismo de diversos sectores de la opinión pública mundial respecto de la pertinencia y la eficacia de la ofensiva multinacional emprendida y convocada por Washington en contra de la organización yihadista. En efecto, la nueva aventura bélica de la Casa Blanca y el Pentágono en Medio Oriente, en el contexto de la cual se produjeron los enfrentamientos de ayer en Turquía, ha tenido el efecto inmediato de multiplicar, diversificar y profundizar factores regionales de encono como los referidos. Es de suponer que, al agitar esos rencores históricos, Occidente está sembrando la semilla de futuros conflictos.