ayuela, de Cortázar, novela casi totalmente parisina, no tendría sentido sin la presencia de su ciudad elegida. Allí tradujo a Poe, como Benjamin a Proust. A París llegaron quienes huían de la dictadura de Juan Carlos Onganía, mismo que en 1966 había intervenido las universidades y prohibido la minifalda. Huyeron los perseguidos por la dictadura de 1973 a 1983, o, como Copi, cansados de la hipocresía católica, la corrupción administrativa, el machismo, la fobia homosexual y la censura
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En París se organizaron grupos musicales famosos: el cuarteto Cedrón, llegado a Francia en 1972 e instalado allí desde 1975 y para quien Cortázar escribió varias letras de tango. También Astor Piazzola y Susana Rinaldi se instalaron desde 1977.
Una digresión: Recuerdo que cuando vivía en Francia, allá por los años 50, se produjo un gran auge de la música folclórica latinoamericana, con grupos conformados por músicos de diversos países, mexicanos, bolivianos, argentinos, peruanos, chilenos.
La cultura española en el exilio floreció en París después de la caída de la República Española, como también en México, donde llegaron figuras extraordinarias en todas las disciplinas, como puede leerse en el primer tomo de París y México: capitales del exilio, coordinado por Philippe Ollé-Laprune, y del cual hago esta reseña. Tal es el caso de la librería española de Antonio Soriano. Es importante recordar que después de la Segunda Guerra Mundial el idioma español pasó a ocupar el segundo lugar en la enseñanza francesa, en detrimento del alemán. Asimismo, el interés por la cultura y la lengua españolas se vieron impulsados por la política gaullista de acercamiento a América Latina. Se crearon asimismo editoriales donde se publicaron obras de Juan Goytisolo, Juan Ramón Jiménez y autores que habían permanecido en España, como Gil de Biedma, Gabriel Celaya, Blas de Otero.
El chileno Raúl (Raoul) Ruiz fue en un tiempo guionista de la televisión mexicana y escribió más de cien guiones para teatro. Ruiz parte al exilio después del golpe de Pinochet, y, visto por muchos como un autor de cine francés, su vida transcurrió entre su país natal y Francia. Ruiz filmó con las estrellas más conocidas del cine anterior a la decadencia del cine de autor, entre ellos Marcello Mastroianni.
Esta apresurada revista al tomo dedicado a París como capital del exilio no puede dejar de destacar la presencia de los exiliados rumanos: Eugène Ionesco, Emil Cioran y Mircea Eliade. Eliade es una figura ambivalente, nacido en Bucarest en 1907 y muerto en 1986 en Chicago, donde fue profesor largo tiempo en el Instituto de Estudios Orientales y con quien conversé en dos ocasiones en la casa que habitaban mis queridos y admirados amigos, ya fallecidos, Laurette Séjourné, gran antropóloga, y Arnaldo Orfila, director de la editorial Siglo XXI, y durante largo tiempo de la mejor época del Fondo de Cultura Económica. Su figura política es ambigua, perteneció a las Guardias de Hierro, organización fascista y antisemita en la época en que su país fue aliado de los nazis; a la llegada del comunismo se exilió en París donde vivió hasta 1957. Al final de su vida volvió a verse envuelto en un escándalo que parece adquirir una más clara connotación cuando se comprueba su adhesión al fascismo documentada sobre todo en los Diarios de su amigo Mijaíl Sebastian (1935-1941), quien apenas hace algunos años ha vuelto a circular en lenguas europeas, y a quien Eliade discriminó por ser judío cuando ingresó como muchos otros intelectuales rumanos –por ejemplo, Cioran– a las Guardias de Hierro, asociación vinculada más tarde con el nazismo.
Ionesco es, como sabemos, uno de los pilares del Teatro del Absurdo junto con Beckett y Adamov, los tres exiliados en París. La obra de Ionesco y la de Cioran están estrechamente relacionadas con la vida parisina del teatro y de la filosofía, así como la de Eliade, muy estudiada y de gran influencia en Francia hasta finales del siglo XX.
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