alas noticias recibirá mañana la opinión pública mundial a divulgarse oficialmente el más reciente informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), integrado por especialistas e instituciones del más alto nivel, así como representantes de los gobiernos. Esas malas noticias se vienen gestando los últimos años y de ellas ha dado cuenta el IPCC en otros informes, en los que advierte la urgencia de tomar medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático.
Los datos sobre el aumento del nivel del mar, la mayor fuerza de los huracanes, las lluvias torrenciales fuera de lo común y donde menos se esperaba, así como las sequías y olas de calor extremas, hacen parte de los fenómenos que ese cambio ocasiona en diversas regiones del planeta. Y evidencian que no se hace lo necesario para propiciar un cambio radical en el modelo energético vigente, en las actividades económicas responsables de generar los gases de efecto invernadero.
El documento que presentarán mañana en la sede de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en Nueva York, parece gozar de mala suerte. Debían recibirlo y discutirlo líderes mundiales con la esperanza de que los gobiernos, las instituciones y las empresas aceleren sus acciones para allanar el camino al nuevo acuerdo climático global que debe firmarse en diciembre de 2015 en París. Pero no reunirá a todas las personalidades que fueron convocadas. Y además, el 9 de septiembre pasado otra institución de la ONU, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) adelantó en un documento especial que las emisiones de gases de efecto invernadero eran hoy más altas que siempre. Destaca, entre otros, el crecimiento del dióxido de carbono, CO2, a la atmósfera. Entre 2012 y 2013 fue el más importante de los últimos 30 años. Las consecuencias de esta degradación de la calidad atmosférica son desastrosas para el planeta. A fin de remediar la situación y evitar problemas mayores urge atacar sus causas en una acción conjunta de gobiernos, sectores económicos y población en general. Y es lo que no se hace todavía.
Como reconoce la OMM, mientras una parte importante pero menos nociva de los gases de efecto invernadero es de origen natural (el vapor de agua), la más peligrosa es fruto de las actividades del ser humano, de la quema de combustibles fósiles (carbón, petróleo, gas natural) que realiza especialmente el transporte y la generación de electricidad. Desde 1880, la producción de este gas se ha multiplicado por 60. En total, más de mil 100 billones de toneladas de CO2. Igualmente contribuye la deforestación.
Una de las consecuencias de la concentración récord de gases en la atmósfera será el aumento de la temperatura global de uno a seis grados en el curso de este siglo, una previsión mucho mayor de las calculadas con anterioridad por los organismos especializados en el tema. Y que, entre otras cosas, ocasionará el aumento del nivel del mar en más de 10 centímetros y la presencia de eventos mundiales más graves relacionados con el clima, como las inundaciones, las olas de calor, la sequías y los huracanes.
El hombre, causante principal de todo lo anterior, será el que sufra las consecuencias inmediatas y directas al ser víctima de las enfermedades asociadas a la contaminación (afecciones respiratorias, cáncer del pulmón, por ejemplo). Lo sufrirá también la vida en los mares, que al concentrar más acidez, pondrán en peligro la existencia de parte de la fauna marina. Peor será lo que espera a la franja costera del los océanos, donde vive una parte muy importante de la población. Allí realiza sus actividades económicas, a la par que existe una infraestructura pública y privada de primer orden. Comenzando por la petrolera, comercial e industrial.
En el informe de la OMM se insiste en la necesidad de que la comunidad de naciones realice, ahora sí, la tarea de reducir la generación de los gases de efecto invernadero. Y tome medidas para mitigar el efecto que ocasiona ya el cambio climático. Sigue siendo el gran pendiente, del que se hablará mañana en la sede de la ONU. Mi pesimismo me dice que nuevamente los grandes intereses impondrán su ley sobre los de la sociedad.