El escritor argentino, autor de La invención de Morel, nació el 15 de septiembre de 1914
Tuvo muchas coincidencias literarias con Julio Cortázar, a quien este año se le dedican innumerables homenajes, desplazando a un segundo plano al autor de Plan de evasión
Sábado 13 de septiembre de 2014, p. 4
Buenos Aires, 12 de septiembre.
El argentino Adolfo Bioy Casares, autor de una vasta obra que enlaza magistralmente fantasía y realidad, cultivó además una amistad legendaria con Jorge Luis Borges, quien también dejó su impronta en la literatura.
Por estos días se recuerda el centenario del maestro del cuento y la novela breve: nació el 15 de septiembre de 1914 en Buenos Aires, hijo único de una familia de estancieros acaudalados. El Premio Cervantes coronó en 1990 un reconocimiento tardío a su obra, una de las más originales en lengua española.
Ese premio, que a lo mejor me lo dieron porque no había otro a quien dárselo, hizo que la gente me quisiera, los editores me aplaudieran, en fin, fue como si el Cervantes hubiera mejorado mi literatura para todo el mundo
, contaba con humildad.
Elegante, buen mozo y deportista en su juventud, Bioy era un gran seductor. El amor fue una de sus grandes fijaciones, tanto en la vida como en las letras.
La consagración literaria de Bioy, que siempre renegó de sus primeros libros, se produjo con La invención de Morel, obra maestra de la literatura fantástica argentina publicada en 1940.
Ese mismo año Bioy se casó con la escritora Silvina Ocampo –hermana menor de Victoria Ocampo, ensayista, traductora y mecenas. Se leían mutuamente sus originales y publicaron en colaboración la novela policial Los que aman, odian (1946). El extenso y poco convencional matrimonio se interrumpió con la muerte de la narradora en 1993.
A La invención de Morel, calificada como perfecta
por Borges en su prólogo, le siguieron otras novelas como Plan de evasión (1945) y El sueño de los héroes (1954). Asimismo, publicó libros de cuentos como La trama celeste (1948), El gran serafín (1967) y El héroe de las mujeres (1978).
Varias de las ficciones de Bioy fueron adaptadas al cine. Incluso hace algunos años uno de los personajes de la exitosa serie televisiva estadunidense Lost apareció leyendo La invención de Morel, lo cual provocó que se dispararan las ventas de la novela en Amazon.
Bioy y Borges compartieron numerosas aventuras literarias, como la compilación de antologías de la literatura fantástica y policial y la creación de un escritor imaginario, H. Bustos Domecq, seudónimo con el que publicaron Seis problemas para don Isidro Parodi (1942). A B. Suárez Lynch, en tanto, le adjudicaron Un modelo para la muerte (1946).
Fecunda colaboración
Entre otras obras de su fecunda colaboración, más tarde llegarían Crónicas de Bustos Domecq (1967) y Nuevos cuentos de Bustos Domecq (1977). Las obras de Bustos Domecq no se parecen ni a lo que Bioy escribe por su cuenta ni a lo que yo escribo por mi cuenta
, explicaba Borges a Victoria Ocampo, en cuya casa se conocieron ambos escritores a principios de la década de los 30.
Bioy, gran viajero y apasionado por la fotografía, escribió también novelas como Diario de la guerra del cerdo (1969), Dormir al sol (1973) –que consideraba como su favorita– y La aventura de un fotógrafo en La Plata (1985). Falleció el 8 de marzo de 1999, tras siete décadas plenamente dedicadas a las letras.
Asimismo, fue un exquisito memorialista y testigo privilegiado de la vida literaria de su tiempo. En 2006 se editó en forma póstuma Borges, imponente diario donde registró sus conversaciones con el autor de El Aleph durante unas cuatro décadas.
Con la frase Come en casa Borges
se inician numerosas entradas de la voluminosa obra editada por Daniel Martino. Por dispares que fuéramos como escritores, la amistad cabía, porque teníamos una pasión compartida por los libros
, apunta Bioy en las páginas del diario.
Pese a sus diferencias políticas y a que no se vieron muchas veces, Bioy también tuvo misteriosas coincidencias con Julio Cortázar, a quien 2014 le dedica enorme cantidad de homenajes, desplazando a un segundo plano al autor de La invención de Morel.
Ambos escribieron dos cuentos de contenido increíblemente similar, sobre comerciantes desvelados en hoteles de Montevideo: La puerta condenada (Cortázar) y Un viaje o el mago inmortal (Bioy).
Además Cortázar le rindió homenaje en su relato Diario para un cuento
del libro Deshoras (1982): Quisiera ser Bioy, porque siempre lo admiré como escritor y lo estimé como persona, aunque nuestras timideces respectivas no ayudaron a que llegáramos a ser amigos
.
Bioy, por su parte, se definió alguna vez como dueño de “una cortesía atenta y una elegancia un tanto anticuada propia de un gentleman argentino”.