PRD: el tinglado tribal
El INE, un parapeto
Acarreo y compra de necesidades
ás allá de las despensas, convertidas ahora en requerimiento indispensable en las campañas electorales –no pueden faltar en la contienda–, los perredistas confiesan, aunque le pese al Instituto Nacional Electoral (INE) y fauna que lo acompaña, que tal vez un poco más de 80 por ciento de quienes acudieron a las urnas fueron parte de otro de los usos y costumbres de ese partido: el acarreo, que llegó a extremos inusuales. La gente fue casi sacada de sus casas mediante un apoyo
de mil o quinientos pesos para que acudiera a votar o, en otros casos, para que no se presentara a las casillas.
En cualquier ámbito de ese partido los comentarios son los mismos: fue una porquería
. Bueno, menos para el Instituto Nacional Electoral, que, como decíamos en la entrega anterior, aprovechará haber validado esta elección para hacer efectivas y legales todas las trapacerías que se les ocurran a los dueños del poder en las elecciones que siguen.
Y es que el modus operandi de la banda que asaltó el poder en el PRD, es decir los chuchos, dejó su huella en todas partes. Cosa de mirar de cerca lo que sucedió el domingo y las reacciones que suscitó. Las tres tribus firmantes del Pacto por México: Nueva Izquierda (chuchos), Alternativa Democrática Nacional (en manos de Héctor Bautista, aquel que se declaró servidor de Felipe Calderón) y Foro Nuevo Sol (donde sólo tripula Amalia García, ex gobernadora de Zacatecas) fueron las que obtuvieron más votos, es decir, las que contaban con mayores recursos.
Bueno, hubo casos que llamaron la atención. Foro Nuevo Sol, que nada más tiene militancia en la delegación Miguel Hidalgo, porque a esa tribu pertenece el delegado, Víctor Hugo Romo, se convirtió, de la noche a la mañana, en una fuerza pujante en el contexto de la lucha por el poder en el DF, aunque hay delegaciones donde alcanzó algún número de votos, pero la gente ni idea tiene de qué es esa cosa
(FNS).
Historias como esa se reproducen en las mesas de café, en los corredores del sol azteca en el DF y en el nacional, y nadie se explica, a menos que hubiera existido un acuerdo inconfesable de por medio, que, por ejemplo, el delegado de Iztapalapa, Jesús Valencia, hubiera perdido la elección. Y es que fue el único jefe delegacional que no ganó los comicios, aunque era el que más argumentos económicos y políticos podía haber esgrimido.
Y eso sólo se presentó en aquel domingo recién pasado, pero es necesario decir que el cochinero tuvo su propia estrategia. Ya en 2008, el entonces Trife impuso a Jesús Ortega en la presidencia del PRD, y cerca de un año después, en el congreso nacional que se efectuó en Oaxtepec, se votaron las políticas de alianza que permitieron a ese partido ir junto con el PAN –la derecha conservadora– en algunas elecciones.
En ese mismo congreso se votó en favor de crear un nuevo padrón, tarea que se le encomendaría a una empresa privada, y, sin mucho buscar, los perredistas hallaron que uno de los miembros de la cúpula chucha casualmente tenía una empresa dedicada a ese tipo de trabajos. La empresa se llama, o se llamó, Gane, y era propiedad, hasta donde nos cuentan los militantes del partido, de Guadalupe Acosta Naranjo.
Después, frente a las críticas internas, esa rara forma de levantar el padrón se generalizó y proliferaron los módulos de afiliación
, sólo que para obtener alguno era necesario acudir al área de afiliación de ese partido, donde cada módulo costaba hasta 76 mil pesos. Delegados, diputados locales y federales invirtieron en los suyos, sólo que en esos lugares nada más se podían afiliar los que mediante alguna despensita, o un tinaco o cualquier de esos elementos de la democracia, fueran en apoyo del dueño del sitio de afiliación.
Así se construyó el número de votos que se depositaron el domingo pasado en las urnas perredistas. Y el Instituto Nacional Electoral, como se ve, sirvió de telón para impedir que mucha gente se diera cuenta del cochinero que sucedió mientras ellos, los del INE, gritaban jubilosos: ¡viva la democracia!
De pasadita
Pero si de hacerse de la vista gorda se trata, nadie como la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda, que les pasa todas a los llamados desarrolladores inmobiliarios. Por ejemplo, las constructoras dan fecha de entrega a quienes pagan el enganche
de un departamento, y después de un año, sin que se cumpla lo escrito en ese contrato, dicen al cliente que le hagan como quieran, que se les puede regresar ese dinero y darles hasta 10 por ciento del costo del inmueble. Así, ellos lo podrán vender con un nuevo precio que incluya la plusvalía, es decir, ganan y ganan y el comprador es el que pierde. Mientras, la dependencia, que debería velar por el interés de la gente, sigue apapachando a los constructores. ¡Híjole!