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El futuro que enfrentamos
L

a avalancha declarativa del gobierno priísta ha posicionado la idea de que al mover a México avanzamos. La clave de nuestras posibilidades de desarrollo, según ellos, está en las reformas. Sostienen que una vez puestas a punto para funcionar, la economía del país saldrá de su mediocridad. No hay indicio para pensar en amenazas que puedan afectar nuestro desempeño. ¿El horizonte mundial apunta a una época de bonanza? No parece que éste sea el escenario futuro más factible.

La revista del FMI Finanzas y desarrollo preguntó a cinco premios Nobel de economía cuál era el mayor problema que la economía global enfrentará a futuro. Fueron interrogados R. Solow, ganador en 1987 por su aporte a la teoría del crecimiento económico; G. Akerlof, M. Spence y J. Stiglitz, quienes lo ganaron en 2001 por su estudio de mercados con información asimétrica, y P. Krugman, ganador en 2008 por su análisis del comercio internacional y localización de la actividad económica.

Las respuestas son reveladoras. Solow se pregunta: ¿están las economías desarrolladas, Estados Unidos, Europa y Japón, en un estancamiento que no es transitorio? El concepto estancamiento secular, que proviene de los trabajos de Hansen en los años 30 del siglo pasado, señala la tendencia persistente en una economía a crecer lentamente, por las dificultades para usar plenamente su potencial productivo. Tras revisar argumentos a favor y en contra de esta hipótesis, concluye señalando que este estancamiento secular no necesariamente ocurrirá, pero conviene estar preparados para enfrentarlo.

Para Akerlof el problema es el calentamiento global. Lo es en dos sentidos: el primero es el problema en sí mismo y el segundo es que no estamos advirtiendo las verdaderas consecuencias del fenómeno y, en consecuencia, no se ha generado la capacidad mundial para resolverlo. Su planteo es que la mejor manera de combatirlo es con un impuesto a las emisiones de carbón, que debe aumentar si las emisiones no disminuyen. Al mismo tiempo habría que subsidiar la investigación y desarrollo respecto a las maneras de reducir emisiones. Naturalmente tendrían que ser globales.

Spence plantea que el desafío central es acomodar el crecimiento de las economías en desarrollo, completando el proceso de convergencia que empezó en los años cincuenta. Este proceso puede reducir la pobreza masiva, ampliando las oportunidades de vidas sanas y productivas para el 85 por ciento de la población. Se trata de una expansión de la inclusividad que podría ser la característica definitoria del siglo XXI. Nuestros hijos y nietos podrían vivir en un mundo más grande, interconectado y que distribuye mejor los resultados de su trabajo. Encontrar la manera de hacerlo sustentable, estable y justo es el mayor desafío económico para los países y sus ciudadanos.

Para Stiglitz el problema es la desigualdad. Durante la posguerra se vivió la confrontación de dos sistemas económicos diferentes. La pregunta era ¿cuál sistema, el capitalista o el comunista, provee la mejor manera de alcanzar crecimiento y prosperidad para todos? El dilema actual es ¿cuál forma de economía de mercado funciona mejor? En su opinión, el falso capitalismo surgido en Estados Unidos y otros países resulta de la imperfecta democracia, que permite la desigualdad económica y la convierte en desigualdad política. Por esto para Stiglitz se trata de asegurar que el proceso político represente realmente los intereses de los ciudadanos.

Krugman sostiene que la falta de demanda es central. Este problema estaba teóricamente resuelto, pero regresó y resolverlo está resultando difícil. Durante los años 1990-2006 se pensaba que los problemas económicos estaban controlados. El manejo de la demanda se dejó a tecnócratas de bancos centrales autónomos, mientras que la política fiscal se enfocaba en el largo plazo. Este sistema fracasó. Los bancos centrales mayores, limitados por tasas de interés cercanas a cero, están preocupados por el tamaño de su balance, en tanto la política fiscal en lugar de ayudar ha empeorado las cosas.

En México ¿estamos al tanto de esto? ¿Nuestros gobernantes están preparados para actuar ante choques externos sostenidos? No parece que lo estén. Su preocupación es que las reformas funcionen. Pero, ¿qué pasa si lo que no funciona es la economía global?