n julio de 2012 el futuro parecía sonreír a plenitud a Marcelo Ebrard Casaubon. Había cedido el paso a Andrés Manuel López Obrador en la candidatura presidencial de las izquierdas con la expectativa de que en 2018 le tocaría ser el abanderado natural, en compensación por el ‘‘sacrificio’’ de permitir sin conflicto la segunda postulación del tabasqueño para despachar en Palacio Nacional. En retribución en lo inmediato se concedió peso determinante a su opinión para hacer designaciones claves en el Distrito Federal, donde él empujaba para que Mario Delgado fuera su sucesor, aunque a fin de cuentas AMLO y MEC coincidieron en Miguel Ángel Mancera y dejaron a Delgado con una senaduría.

En ese julio de 2012, Ebrard anunció que en cuanto dejara la jefatura del gobierno capitalino estaría en campaña abierta por la Presidencia de la República a elegir en 2018. Pero muy pronto se fueron disolviendo aquellos signos aparentemente promisorios. López Obrador comenzó a montar de inmediato su candidatura, la tercera, al máximo cargo del país, ahora con un partido propio, Morena. Las relaciones con el ahijado político Mancera se fueron enfriando hasta llegar al seco golpe contra Ebrard que ha significado el caso de la línea 12 del Metro, la de los sueños dorados de Marcelo. Y a pesar de que ha estado viajando a diversos lugares para dar conferencias y promover su propia organización, el Movimiento Progresista, las circunstancias lo han colocado en una situación desventajosa, diluida, entrampada, que de ninguna manera puede entenderse como la abierta y alegre campaña presidencial que él estimaba que arrancaría el 6 de diciembre de 2012.

Se enganchó incluso en la búsqueda de la presidencia del comité nacional del PRD, pero su corriente alcanzó menos de 3 por ciento de la votación total (otro damnificado numérico fue René Bejarano, dirigente de la Izquierda Democrática Nacional junto con su esposa, Dolores Padierna, con sólo un poco más de 15 por ciento de los sufragios emitidos). Y ahora planea, junto con Carlos Sotelo, dirigente de otra corriente minoritaria, convencer a Cuauhtémoc Cárdenas de que acepte competir en la elección de presidente nacional del PRD que realizarán los miembros del consejo nacional que se integrará en proporciones correspondientes a la votación recibida este domingo. Es decir, ese consejo estará dominado en alrededor de 70 por ciento por Los Chuchos, Alternativa Democrática Nacional y sus aliados, que postulan a Carlos Navarrete y Héctor Bautista a la presidencia y a la secretaría general, respectivamente. Si Cárdenas no aceptara participar en esa contienda perdida de antemano, tal vez lo haga directamente Ebrard.

Como puede apreciarse, al ex jefe de gobierno capitalino le ha sido muy difícil reinsertarse en los escenarios turbios de la política nacional. Ayer mismo se dieron a conocer resultados de la investigación hecha por el contralor de Miguel Ángel Mancera y se determinó que Enrique Horcasitas, el director del Proyecto Metro nombrado por Marcelo Ebrard, deberá pasar 20 años sin ejercer función pública alguna, además de las eventuales sanciones penales que le puedan corresponder.

Políticamente es un anunciado golpe más contra MEC, quien hizo saber que hoy dará una conferencia de prensa para fijar su postura respecto de todo ese proceso. A los enredos técnicos largamente expuestos por ambas partes, en busca de culpar o exculpar, según el interés de cada cual, habrá que agregar el dato contenido en el informe del contralor Hiram Almeida, en el sentido de que la investigación oficial reveló que hubo documentación apócrifa, utilización de recursos no comprobados, sobrecostos y desvío de recursos.

Y sin embargo, Ebrard es una de las piezas que requiere el PRD en su rediseño de supervivencia. Navarrete y Los Chuchos saben que su arrollador triunfo numérico en los comicios internos del pasado domingo no servirá de mucho si no se rodean de figuras que con discurso fresco puedan hacer creer que hay algún proyecto de corrección de los graves errores cometidos por Nueva Izquierda en su ya larga estancia en el poder perredista y en especial en el episodio del Pacto por México. Justamente esta figura podría servir para un relanzamiento del sol azteca, una especie de Pacto por el PRD que les permita sortear las turbulencias que se producirán conforme se acerque la fecha de las definiciones para candidatos a diputados federales y, en ciertas entidades, de aspirantes a gobernador, diputados locales y presidentes municipales. Etiquetado lúdicamente durante años como el carnal Marcelo (en referencia a Tintán y su carnal Marcelo), ahora pareciera que a Ebrard le faltan carnales, acompañantes, figuras fuertes que lo cobijen e impulsen, pues nada ha sido como el propio MEC soñaba en aquel lejano julio de 2012.

Ya se había informado aquí que el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) sería usado por el comisionado Alfredo Castillo para depurar listas de precandidatos a puestos de elección popular en Michoacán a partir de los reales o presuntos indicios de que esos aspirantes estuvieran relacionados con actividades del crimen organizado. Ayer, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, dio un paso más en ese sentido al señalar que los servicios de investigación del Cisen serán puestos a disposición de los partidos que así lo requieran –en todo el país– para informarles de las eventuales fichas rojas de sus aspirantes.

Hoy se entregará al Senado el conjunto de firmas que el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) ha conseguido en apoyo de la realización de una consulta popular sobre reformas energéticas. Son alrededor de 2.7 millones, según el adelanto hecho ayer. Falta que el INE coteje firmas para comprobar su autenticidad (en caso de que haya más de 20 repetidas entre las propuestas de PRD y Morena, se autorizará para realizar una sola consulta a la organización que haya presentado la solicitud en primer lugar). Luego, la Suprema Corte de Justicia de la Nación decidirá si es procedente la pregunta planteada. ¡Hasta mañana!

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