abriel Macotela siempre hace saber a su interlocutor, sea éste quien sea, el aprecio que guarda por su maestro Gilberto Aceves Navarro, quien lo orientó a abandonar la Escuela Nacional de Pintura y Escultura La Esmeralda, donde, quiérase o no, había obtenido buenas bases, puesto que recuerda el nombre de casi todos sus maestros. Gilberto lo encaminó a la entonces Escuela Nacional de Artes Plásticas y junto con Sergio Hernández, ambos están entre de los más gloriosos
discípulos suyos. Se caracterizan en primer término por no guardar influjo alguno de su mentor y maestro, cual debe ser, e igual sucede con otros artistas por él formados. Gabriel recuerda sus inicios en el taller de avenida Monterrey, cuando éste sólo contaba con dos discretos espacios. Otro de los manes de Gabriel es su tío Walter, de Guadalajara, quien lo marcó en varios sentidos: uno tiene que ver con las máquinas navales. El primer mar
que dice haber visto Gabriel fue Chapala.
Entre los actuales festejos por sus 60 años, el mejor, creo, es una exposición bastante nutrida que no sólo cuenta con varias piezas que en cierto modo reflejan sus constantes en cuanto a diseño, sino que también es posible observar notables obras cedidas en préstamo; incluso algunas podrían adherirse sin problema alguno a una buena retrospectiva antológica en ámbito museístico. Gabriel ha ocupado museos, baste recordar, entre otras, sus incursiones en el Carrillo Gil y luego en el Museo de Arte Moderono (1986), con una exposición que recuerdo muy bien debido a que Jorge Alberto Manrique presentó la exposición que, con el título Ciudad rota, reunió pinturas, esculturas, maquetas, gráfica y esculturas. Naturalmente, el título correspondía al terremoto del año anterior, pero la ciudad como ciudad era ya desde antes una de las obsesiones irrefutables del pintor, proclive a formular arquitecuras, si no propiamente fantásticas, sí producto de sus propias elucubraciones en cuanto a simbolizaciones y modos representativos: “Fábricas, teatros, circos, ámbitos indefinidos realizados con una acuciosidad, donde la posibilidad de realidad es primero ponderada y luego juguetonamente contradicha y exhibida… edificaciones ficticias que son cajas de sorpresas…”, aseveró Manrique. Entre las realidades existentes, que pueden también rastrearse a través de varios de los dibujos de pequeño formato que se exhiben ahora en Arte Espacio (Oklaoma 127, colonia Nápoles) están algunas de las cajas diseñadas con elementos que se desprenden del plano, además de pinturas de diferentes épocas y varias esculturas, algunas como reminiscencias de su tío Walter, corresponden a la apariencia de navíos. Pero más que otra cosa, la noción que sobreviene al mirar la exposición es la de un vocabulario plástico que con múltiples variantes se basa en ciertas configuraciones que, sin tener que ver con la mímesis, a modo de matices parecieran aludir a determinados estilos arquitectónicos, señaladamente, desde mi punto de vista, al art nouveau y al art deco, o a vitrales emplomados, pero no sólo eso: el mundo de los engranajes y de las presencias sólo insinuadas, jamás entregadas como cuerpos es otra constante, que puede ser tan sintética y armada de elementos escuetos como el diseño llevado a cabo en mosaico en el nuevo edificio de servicios forenses en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México, próximo a inaugurarse; o por el contrario, espacios saturados de colorido mesurado y aún romántico, jamás estridente o chabacano, característico en algunas de las pinturas exhibidas en Arte Espacio.
La ficha técnica en cierta sección libresca dice que la obra de Gabriel Macotela guarda referencias con buen número de temas, y es cierto, entre otros, con las contradicciones del sistema capitalista
. Como yo no recordaba haber encontrado este tipo de referencias en sus obras, aunque sí en sus actitudes y en la contundencia de sus dichos, me propuse revisar contribuciones como El archivero o antes de eso las ediciones La cocina, ejes, creo, de su aprecio por el artesanado. La referencia capitalista estaría en la exposición Moneda coladera, con su toque conceptual, aunque hasta donde mi memoria alcanza eran los muy atractivos diseños de las coladeras, principalmente parisinas, lo que fundamentalmente atraía. Otro recuerdo fue la actitud absurda de la coordinadora de las Bienales de Cuenca, Ecuador, Eudoxia Estrella, quien argüía que era una injusticia no itinerar la Bienal –en la que Macotela obtuvo una mención– a las tribus étnicas, como si dichas tribus fueran ignorantes del poder de los signos plásticos. No recuerdo haber sostenido con nadie un argumento tan de sordos: Son los participantes en la Bienal los que en todo caso pudieran enriquecerse
con las obras de las etnias, le decía. Eso forma parte de mi memoria y a veces las notas que uno escribe son en cierta dimensión autobiográficas, como autobiográfico es también mi recuerdo del espectáculo multidisciplinario Babel, que después de varias tentativas Gabriel llevó a cabo en 1993.
Antes del ingreso al inmueble de Oklahoma el espectador se topa con una obra del Grupo Suma, magnífico rescate de Arte Espacio.