Opinión
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Jackson Hole
J

ackson Hole, literalmente Hoyo de Jackson, es un valle situado en el estado de Wyoming, Estados Unidos. Anualmente tiene lugar en el Jackson Hole Mountain Resort la reunión más exclusiva de los representantes de las mayores riquezas del planeta. Desde luego más exclusiva que la reunión de Davos. Desde 1982 el Banco de la Reserva Federal de Kansas City ha sido el anfitrión de un simposio anual de política económica al que acuden sólo los banqueros centrales del mundo invitados, acompañados de sus economistas académicos.

El sitio web The Daily Beast (¿qué traducción le gusta? ¿la bestia de hoy?), que se ocupa por igual de la gran moda mundial y otras banalidades de gran fasto de los multimillonarios del mundo, se ocupa también de las notas de color de la reunión de Jackson Hole. Para subrayar la exclusividad del lugar de la reunión, y de lo carísimo que cuesta el boleto de entrada, The Daily Beast cuenta cómo el señor Joe Gagnon, ahora miembro del Instituto Peterson de Economía Internacional, trabajó en la Fed de forma intermitente durante más de 20 años y sólo logró asistir a la conferencia una vez. Cuando Gagnon apareció en Jackson Hole por primera vez, con sólo dos años de experiencia de la Fed en su haber, el personal de la Fed de Kansas City se sorprendió de que alguien tan menor como él estuviera a punto de conseguir boleto de pase: se aseguraron de que tal cosa no volviera ocurrir. Los asistentes son la crema de la cosecha del mundo-banquero central. Los asistentes deben tener la seguridad de que acudan las personas de más alto rango: quieren al hombre más importante, contó el propio Gagnon.

Desde el Olimpo de Jackson Hole se toman decisiones que construyen el hoyo por el que inconmensurables riquezas pasan a manos de los multimillonarios que concentran la mayor riqueza de la historia humana. El dato se ha publicado numerosas veces: cerca de la mitad de la riqueza mundial está en manos del uno por ciento de la población planetaria. El resto se reparte entre el 99 por ciento, en escala verticalmente descendente. En el último Foro Económico Mundial de Davos se consideró que esa desigualdad supone un grave riesgo para el progreso de la humanidad: La desigualdad económica extrema y el secuestro de los procesos democráticos por parte de las élites son demasiado a menudo interdependientes, dice con pulcro tacto el foro.

Pero los dioses del Olimpo financiero, los banqueros centrales, son en última instancia empleados de ese uno por ciento referido.

Y lo peor de la economía-casino del mundo de hoy: esa concentración produce pobreza mediante los mecanismos de concentración del capital financiero, mediante las políticas económicas que se le ocurren al mainstream económico (la austeridad por encima de todas las cosas), al mismo tiempo que el capital financiero como tal no produce riqueza alguna. Crece sin freno el capital-dinero mediante la invención de más y más instrumentos financieros y combinaciones de los mismos, mientras la producción de bienes y servicios que satisfacen las necesidades humanas permanece cuasi estancada.

Janet Yellen, la recién nombrada presidenta de la Fed, en el discurso inaugural del Michel Camdesus Central Banking Lecture (julio pasado), que será organizado en adelante, cada año, por el FMI, hubo de decir que la política monetaria tiene serias e importantes limitaciones con sus herramientas para contrarrestar los riesgos de la estabilidad financiera. Para Yellen la política monetaria debe centrarse en asegurar la estabilidad de precios y el máximo empleo, y no dedicarse a fomentar la estabilidad financiera. Para tal propósito son mejores otros mecanismos, como la regulación y la supervisión. Una vuelta de 180 grados en la visión de la política monetaria. Un discurso que, por cierto, no celebró Christine Lagarde, abriéndose así una grieta quizá aún pequeña, en el seno del FMI. La tesis de Yellen no está mal, pero se olvida del papel de los bancos centrales de regular a todos los jugadores del sistema financiero. Los diocesillos del Olimpo siguen sueltos.

Otra grieta se abrió ahora en la última reunión de Jackson Hole. Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, dio un golpe inesperado a Ángela Merkel, rechazando los planes de austeridad y anunciando políticas para impulsar la demanda agregada, acercándose así a las presiones de Francia e Italia. La presión de las sociedades europeas parecen empezar a surtir algún efecto, después de una década perdida. Es decir, Draghi se ha aproximado a Renzi (Italia) y Hollande (Francia), seguramente apoyando su discurso en las políticas de la Reserva Federal de Estados Unidos; quiere hacer más flexibles los arreglos sobre la deuda de los países del sur europeo, y a ello no es ajena la crisis mediterránea que ha comenzado a hacerse sentir en los países del norte europeo (de paso, estos debates muestran que quien manda en realidad en las agencias calificadoras son los bancos encabezados por los bancos centrales, en primerísimo lugar, la Fed).

Las políticas de la zona euro para hacer frente a la crisis financiera han sido un fracaso total, es eso lo que ha reconocido Draghi en Jackson Hole, después de una década de sumir a Europa en la peor crisis desde los años 30 del siglo XX.