rónica de un anhelo. Desde hace 30 años el realizador alemán Edgar Reitz, antiguo colaborador de Alexander Kluge, ha elaborado una ambiciosa radiografía histórica de Alemania, centrada en una familia y en la visión mítica de un pueblo de su provincia. El microcosmos elegido es Heimat (vocablo que designa a la vez patria, nación, terruño u hogar), un territorio explorado a lo largo de tres series televisivas (de 11, 13 y 6 episodios entre 1984 y 2004), que alude a episodios de la historia alemana después de la Segunda Guerra Mundial.
Su película más reciente, La otra patria (Die andere Heimat: chronik einer Sehnsucht, 2013), no es la continuación de la saga aludida, sino un novedoso regreso a los orígenes del proyecto, una suerte de arqueología mítica del recuerdo y la nostalgia. Un poco a la manera de esos regresos que imagina cierto cine contemporáneo a la magia de la materia primigenia, esa imagen silente que mucha gente desdeña o ha olvidado en beneficio de una modernidad audiovisual interactiva.
La otra patria relata la historia de un anhelo: la obsesión del joven Jakob Simon (Jan Dieter Schneider) por abandonar, a mediados del siglo XIX, su terruño en las cercanías del Rin para aventurarse, como miles de sus compatriotas campesinos a una tierra prometida con amaneceres radiantes y un sol tiránico y bienhechor, donde no se conoce ni el hambre ni la nieve: un territorio cuya primera escala es Río de Janeiro y su destino final, emblemático desde el nombre, Porto Alegre.
Desde su factura el filme recupera un lenguaje visual primitivo. Filmado en blanco y negro, con irrupciones cromáticas elegantemente calibradas (fotografía espléndida de Gernot Roll), el relato de casi cuatro horas de duración transcurre en su totalidad en el pueblo imaginario de Schabbach, situado en Hunsrück, región natal del realizador.
Además del sueño romántico de Jakob, inquieto autodidacta que devora crónicas de viaje, novelas y tratados lingüísticos, la película refiere el ritmo cotidiano de las faenas agrícolas del lugar, mismas que el protagonista desdeña para desesperación de su familia. Nada interfiere con su proyecto aventurero, ni la infatuación amorosa que para él semeja un lenguaje exótico ni tampoco la incipiente revuelta campesina contra el dominio feudal y las injustas tasas impositivas. Su eventual adhesión a una causa revolucionaria, de inspiración francesa, se confunde más con un libertario espíritu de evasión que con un compromiso real con las causas de los suyos. Atrapado en un mundo de privaciones e incertidumbres, amenazado por el hambre y la miseria, y por las calamidades sanitarias (brotes incontenibles de difteria), que azotan a la población, en particular a los niños, Jakob opta por un destino heroico en el mítico El Dorado de la abundancia. Para su individualismo tenaz el ciclo de oportunidades vitales se ha cerrado en Schabbach; para él, como para el poeta Rimbaud años más tarde, la vida está en otra parte.
El aliento épico de la cinta remite a las sagas de viajeros con rumbo a tierras ignotas, embellecidas por la imaginación, impulsados siempre por el desasosiego espiritual, el hambre y la ambición, y cuyo memorable huella fílmica está, entre otras empresas artísticas, en cintas como Los emigrantes (1971) y La nueva tierra (1973), del sueco Jan Troell.
En el caso de La otra patria, sin embargo, el éxodo colectivo tiene como contrapartida esencial la búsqueda espiritual e intelectual del propio Jakob, cuyas ambiciones, sinsabores y desaciertos, llevan al protagonista a sintetizar en su persona algo de la propia reconfiguración espiritual e histórica de Alemania. Como dato curioso cabe señalar la presencia episódica en el filme del otro aventurero, el cineasta Werner Herzog interpretando al barón Alexander von Humboldt.
Como en las cintas anteriores del cronista agudo que es Edgar Reitz, su nueva empresa es una exploración a la vez individual y colectiva. La mirada obsesiva de Jakob a esa patria ajena, llena de color y rebosante de vida, sólo le obliga a volver la vista, más enriquecida aún, al viejo terruño frío y gris del que han surgido todas sus inquietudes.
La otra patria es, como toda crónica relevante, la exploración de una vieja historia de mudanzas y frustraciones que, de algún modo, sigue siendo el espejo fiel de nuestras migraciones.
Se exhibe en la Semana del Cine Alemán. Cineteca Nacional. Martes 19, 16:30 horas; miércoles 20, 19 horas; viernes 22, 14:30 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1