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Festín en el Palacio de los Deportes por El Fonógrafo y el Inapam

Miles le dieron duro al raspe de piso en el baile anual de la tercera edad
 
Periódico La Jornada
Sábado 16 de agosto de 2014, p. 9

Bien dicen que el corazón no envejece, sino es el cuero el que se arruga, sentencia que tuvo cabal cumplimiento en el baile de la tercera edad, el pasado miércoles en el Palacio de los Deportes.

Miles de personas de la división mayores de 60 años desafiaron las condiciones climáticas y se apersonaron en el recinto de Ciudad Deportiva para el festín anual que auspicia el Instituto Nacional de los Adultos Mayores en conjunto con la radiodifusora El Fonógrafo.

A lo largo de poco más de seis horas la concurrencia que atiborró los pabellones este y oeste, así como el redondel principal del quelonio de cobre de la Magdalena Mixhuca, le dieron vuelo a la hilacha como en sus mejores años físicos de tiempos idos.

Desde danzón al rocanrol  ejecutaron conjuntos ya insustituibles en el festejo que atrae concurrencia de la ciudad capital y de las poblaciones, mexiquenses, mayormente, que lindan con el Distrito Federal.

El ya veterano Rafael Acosta animó aún más el cotarro cuando anunció que la siguiente interpretación databa de hace 56 años, y que Toño de la Villa la popularizó. Todos adivinaron de qué tema se trataba y Los Locos del Ritmo, ya una mezcla de vetarrones y juveniles, como el caso de Emiliano Piña, aún veinteañero, se arrancaron con Tus ojos para que las parejas rememoraran calenturas juveniles.

Mientras, en otro de los escenarios, hubo un poco de inconformidad, pues la danzonera del maestro Cedillo apenas si tocó, si acaso 20 minutos, como se lamentó el octogenario Armando Aceves, que puso ejemplo al igual que su esposa María de la Luz, a quien casi le dobla la edad y ambos le dieron duro al raspe de piso.

Ya por el sonido se escuchan los canticos de aquel cha cha chá, Poco pelo, igual y sin ninguna alusión a las prevalecientes escaceses capilares de la mayoria de la población varonil, y la muchedumbre se anima más con estos ritmos que fueron de las etapas de brío de los agasajados, fácilmente seis décadas atrás. 

Ya la charanga de Pepe Arévalo se adueña del tablado y el cosquilleo tropicoso hace efecto en los bailantes que dejan de lado sus banquitos plásticos, los cuales muchos de ellos cargaron desde el hogar, y asaltan la pista de concreto.

Luis Arévalo, zapatero de raigambre tepiteña, pone en movimiento su más que rubicunda figura y en compañía de la ágil Gloria Matancera, enseña lo mismo desde lo elemental en los pasos hasta complicadas evoluciones con saltitos y dosis de coreografía.

El tiempo transcurre y se hace la fila ante el oasis de los inodoros móviles, lo que hace recordar aquella máxima de Renato Leduc: Lo triste de llegar a viejo, hermano, es no saber dónde ni a que hora te van a dar ganas de mear.