El miedo se propaga en el tejido social, dicen expertos en coloquio de la UNAM
Propone director de la FS desarrollar estrategias para atender a los afectados por la violencia
Viernes 15 de agosto de 2014, p. 6
Ansiedad, depresión, duelo patológico, desesperanza y trastorno de estrés postraumático, son algunas de las secuelas sicológicas que la violencia de la guerra contra el narcotráfico ha dejado en las víctimas. Pero las consecuencias también se observan en testigos, víctimas indirectas y victimarios, de acuerdo con los participantes en el primer Coloquio sobre violencia, narcotráfico y salud mental México herido: los efectos sicosociales de la guerra, que se lleva a cabo en la Facultad de Sicología (FS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Al hacer una introducción al encuentro, el coordinador del coloquio y académico de la FS, Rogelio Flores Morales, señaló que el contexto de violencia ha impactado en diversos ámbitos, incluido el sicológico. En nuestro campo hemos sido testigos de malestar emocional, sufrimiento, desesperanza, dolor, indefensión y pérdida no sólo en las víctimas y sus familiares, sino a escala comunitaria y social
.
El miedo se ha propagado en el tejido social, explicó, y ha trastocado emociones, esquemas cognocitivos, dinámicas familiares, proyectos personales, relaciones comunitarias y sentidos de vida. También se ha observado, agregó, la capacidad de sobreponerse a situaciones adversas a partir de la solidaridad y el amor; lo que los sicólogos llaman resiliencia.
En la inauguración del coloquio, el director de la FS, Javier Nieto, dijo que los profesionales de la sicología están llamados a desarrollar estrategias de atención para la sociedad afectada por la violencia.
En tanto, Gustavo Nateras, académico de la Universidad Autónoma Metropolitana, señaló que la violencia trae consigo consecuencias sociales negativas, sobre todo para la juventud: provoca miedo social que paraliza e inhibe la participación ciudadana, favorece la criminalización y se expropian los espacios de los jóvenes, que tienen que trasladarse de las canchas de futbol, las plazas y los antros a lugares privados o clandestinos.
Óscar Esparza, investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, habló de los resultados de algunos estudios efectuados por él y un grupo de académicos en la ciudad fronteriza.
Explicó que durante los años en que Juárez era la ciudad más violenta del mundo, en la población se vieron algunas secuelas sicosociales procovadas por el miedo. La gente cambió su estilo de vida, contrataba seguridad privada, los vecinos cerraban calles y fraccionamientos, desconfiaban los unos de los otros, se encerraban en sus casas y los círculos de amistades y la interacción social se redujo. Otros resultados señalan que entre víctimas directas e indirectas de la violencia no era extraño detectar comportamientos paranoicos.
En otra de mesas del coloquio, la investigadora Liliana Souza, de la Facultad de Medicina de la UNAM, presentó un trabajo realizado con una familia víctima del crimen. Entre las secuelas que presentaban sus miembros, incluso años después del suceso violento, estaban pesadillas recurrentes y la sensación de pérdida de control sobre la propia vida. Rompieron sus vínculos sociales, quedaron solos y aislados, abandonaron la dimensión política de su vida.
Al inicio del coloquio, el poeta Javier Sicilia, integrante del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, ofreció una conferencia magistral. Afirmó que detrás de la lógica económica que sostiene la prohibición de las drogas y la guerra en su contra, está la intención de construir personas que pueden ser usadas como se utiliza una res en un rastro
. Lo cual se comprueba al ver a mujeres, niños y niñas, migrantes, jóvenes y víctimas del crimen y la violencia que son impunemente vejadas en el país sin que el Estado las defienda.
También narró uno de los casos que el Movimiento por la Paz ha acompañado: el de una mujer cuya hija fue desaparecida. Sicilia señaló que la investigación no avanzaba y la mujer se fue apartando de quienes la ayudaban. Hasta que un día la encontramos muerta. Murió de tristeza. No alcanzó el amor ni el acompañamiento; no alcanzó una chingada para salvarle la vida y darle una esperanza
.
El coloquio concluye hoy.