lgo estamos haciendo mal en México. La divulgación del rotundo video que exhibe a diputados panistas en pleno baile y cachondeo con supuestas sexoservidoras no escandaliza a nadie QUE quiera reprochar la vida privada de los políticos, a condición de que no lo hagan con los recursos públicos. Aquí, aún no está claro y toca al mismo partido dar certeza a la sociedad del origen y financiamiento de estos festines. Resulta contrastante entender a este partido, que frente a temas morales se comporte de manera conservadora. A manera de ejemplo, uno de sus militantes planteó meses atrás una iniciativa legislativa para la defensa a ultranza de la familia y sus valores morales tradicionales, cuando, por otro lado, se dan sus jolgorios desenfrenados con prostitutas No se trata de moralina, sino en repensar el rol de la clase política en el país. Y saltan otros muchos hechos que se deben tejer para ir entendiendo el comportamiento y doble moral de una clase política que a todas luces no está a la altura de los grandes desafíos que el país demanda. Como la red de prostitución tejida por el dirigente del PRI Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre en las oficinas de un comité directivo del DF; ¿es admisible aceptar el bono de desempeño que los diputados quieren regalarse como premio a las extenuantes jornadas de reformas estructurales que han venido aprobando? Cómo se puede uno explicar que un alcalde como David Sánchez, del municipio de Naucalpan, haya alquilado un jet privado para ir al mundial de Brasil a presenciar un partido de futbol de la selección mexicana. O recuerde la denuncia hecha por los propios alcaldes de la Federación Nacional de Municipios de México (Fenamm), en la que reprochan a los diputados el moche para asignar recursos etiquetados. Ahí están nombres muy connotados, como el mismo panista Luis Alberto Villarreal, el ahora llamado diputable, así como la perredista Roxana Luna y el priísta Manlio Fabio Beltrones. En redes sociales circulan montones de periodistas y líderes de opinión que son supuestamente comprados con recursos públicos mediante extraños contratos de compra de servicios. Aún no están lejos las patéticas imágenes de la recepción de dinero en las bolsas de plástico y en los atiborrados bolsillos de perredista René Bejarano, o los turbios negocios en zonas de reserva ecológica que dirigentes del Partido Verde realizan para su urbanización.
Ahora entiendo mejor el informe de Barómetro Global sobre la Corrupción 2013, elaborado por Transparencia Internacional, que detalla que más de la mitad de la población mexicana piensa que el cohecho se agravó en los dos años recientes. El estudio revela que siete de cada 10 mexicanos consideran que la corrupción de los políticos ha aumentado de manera alarmante. Según Transparencia, México, Nigeria, Grecia y Nepal son los países más corruptos del mundo. Naciones Unidas, ha destinado el 9 de diciembre como el Día Mundial contra la Corrupción con el argumento de que la corrupción, además de ser un complejo fenómeno social, político y económico, socava las instituciones democráticas al distorsionar los procesos electorales, pervierte el imperio de la ley y crea atolladeros burocráticos legaloides, cuya única razón de ser solicitar sobornos o beneficiarse de favores. La corrupción no sólo son sobornos, sino una manera de operar en función de intercambios ilícitos de favores y privilegios. También atrofia los cimientos del desarrollo económico, ya que desalienta la inversión y a las pequeñas empresas nacionales les resulta a menudo imposible superar los gastos iniciales.
En México es evidente y dramático el divorcio entre ética y política. Ahora hasta parece ingenuo insistir en que la política incluye a la ética social en la gestión pública. La política es el ordenamiento que busca el bien público de una sociedad o el bien común, según la tradición cristiana, la protección de la comunidad, así como el custodio de los bienes tangibles y valores. Y por otra parte, la ética, definida como el sistema de valores sobre el bien, la ética como una ciencia del bien; pareciera que la relación con la política sería natural, ya que ésta no es más que una especificación y extensión de la ética. Sin embargo, es el cinismo, la preponderancia de la realpolitik o un trazo mal comprendido de Maquiavelo en la política estatal, el fin justifica los medios, nos lleva a distorsiones en sociedades líquidas definida por Zygmund Bauman. Los intereses individuales, de grupo, tribu o feudo predominan sobre el interés nacional. Los grandes conglomerados de intereses, llamados genéricamente poderes fácticos
, arrastran a políticos, líderes e intelectuales a la extinción absoluta de los prejuicios, donde todo se vale.
La ética es más que nunca es una necesidad para la convivencia. La ética social debe orientar a salir de las aguas turbias de la duda, evitar el peligro de que el pragmatismo sea el valor supremo, sin caer en las trampas de cinismo o el moralismo conservador. ¿Cómo diseñar una ética que no sea mera decoración de vitrinas en una cultura política utilitarista que justifica de antemano los resultados electoralistas de corto plazo? Traigo a colación al papa Francisco, quien ha advertido la corrupción como una forma de vida distorsionada que conduce a la sociedad a perder el respeto por la responsabilidad social y por las autoridades. Los principales afectados son las propias familias de los funcionarios, políticos, consejeros, legisladores, magistrados y administradores. Dice: Y sus hijos, quizás educados en colegios costosos, quizás crecidos en ambientes cultos, habían recibido de su papá, como comida, porquería, porque su papá, llevando pan sucio a la casa, ¡ha perdido la dignidad! Esto es un pecado grave
. Advirtió en su homilía del 8 de noviembre pasado que: “Algunos administradores públicos, funcionarios del gobierno tienen una actitud del camino más breve, más cómoda para ganarse la vida… Quien lleva a casa dinero ganado con la corrupción da de comer a sus hijos pan sucio”.