Óscar Zensei González
l sexto concierto del ciclo Oxígeno 2014 se llevó a cabo la tarde del 22 de julio en el Estudio A del Instituto Mexicano de la Radio (Imer). El cuarteto del guitarrista Óscar Zensei González llegaba desde Monterrey para presentarse por primera vez en la ciudad de México, donde la excelente respuesta que recibió del público que desbordaba las instalaciones resultó un aliciente extra para que los músicos regios lograran concretar un muy buen concierto (a pesar de la frialdad y el nerviosismo con que iniciaron su set).
Bueno, en realidad sólo eran tres músicos regiomontanos en escena, pues el bajista no pudo viajar al Distrito Federal y en su lugar apareció la inefable maestría de Aarón Cruz, que se integró al concepto norteño como si siempre hubiera sido parte de él.
Como el programa de Oxígeno 2014 sólo mencionaba a Óscar Zensei González, no sabíamos con qué dotación instrumental aparecería este maestro; por lo mismo, cuando sólo vimos piano, batería, contrabajo y guitarra, en automático mi subconsciente y yo nos preguntamos cómo le iban a hacer para cubrir los enormes huecos que dejaban David Liebman, Ole Mathisen (saxofones), Ralph Alessi (trompeta) y Chris Washburne (trombón), los metales que habían participado en la grabación del disco que se presentaba esta tarde: Óscar Zensei y la Psicodrama Band.
Pero la capacidad técnica del cuarteto, el sentido artístico y la omnipresente maestría del zensei (valga el pleonasmo) en los quehaceres de la armonía, los arreglos y la resolución nos dieron una respuesta inmediata, contundente.
Seguro, serio (casi solemne), Óscar dio pauta para que guitarra, piano y bajo trazaran las líneas melódicas de Psicodrama, enorme pieza de jazz contemporáneo que, a pesar de la frialdad y la inestabilidad del ensamble al inicio del concierto, muestra con sólo tres pinceladas la autoridad de Óscar González como compositor. De hecho, todo el programa se armó alrededor de temas propios, a excepción de un inevitable encore donde improvisaron alrededor de All the things you are.
La batería de Roger Nuncio, joven veterano (sic) de la escena regia, mantuvo su propio discurso, en ningún momento se limitó a acompañar al grupo o a proporcionar plataformas rítmicas; sus baquetas y sus escobillas hurgaron hasta el último intersticio entre platos y tambores para anteponer y cruzar y entreverar, una tras otra, varias especies de pequeñas geometrías que podrían escucharse y degustarse por sí mismas, al margen de los otros instrumentos.
Paralelamente a este cuarteto, desde 2011 Roger Nuncio mantiene un proyecto como líder de grupo, un trío que se presentará en el Distrito Federal en octubre de este año.
Cuando llegaron a la tercera pieza de la tarde, un intensísimo blues que rinde culto a los patos del barrio chino en Nueva York (Chinatown ducks), Zensei González y compañía se apoderaron totalmente del escenario, eran ya dueños de la situación y el público lo percibía y lo agradecía ovacionando por primera vez uno de esos sólidos y vertiginosos solos de guitarra con que Zensei galopaba, siempre serio, en el escenario.
La pianística de Édgar Méndez (tecladista veracruzano radicado en Monterrey) es sorprendente… proyecta, contagia, emociona. Independientemente de la técnica instrumental, en cada intercambio de compases, en cada solo, Édgar avienta el alma y las entrañas sobre el teclado; es una suerte de energía orgánica que estalla y amenaza con destrozar el piano en el siguiente acorde.
La dinámica parecía repetirse, pero en realidad fue superada con Novena Estudio Funk, tema que nació en el baño de Novena Estudio, en Monterrey, a donde Óscar fue a encerrarse para escribir algo que lo sacara del atolladero, pues se le habían olvidado las partituras y la sesión de grabación tenía que iniciar en ese momento. La frescura y la espontaneidad (y la genialidad) se respiraban en cada uno de sus compases.
El grupo fue intercalando el vértigo del funk y el bop y el blues con la sutileza (por momentos un tanto intelectualizada) de sus baladas; entretejiendo un debut chilango de antología que culminó con la detonación de un free jazz, donde la banda terminó de soltar amarras. Aquí me hubiera gustado un poco más de diálogo entre los instrumentos, que por momentos se concretaban
a montar un solo tras otro. Pero bueno… el buen sabor de boca nos duró más allá de la granizada que nos atoró por casi una hora en Río Churubusco.
Salud.