Académica de la Universidad de Colorado presenta estudio para un documental
Amaba a mi país, estaba dispuesto a morir por él; hoy no me quieren ni aquí ni allá
Miércoles 16 de julio de 2014, p. 5
Fueron elementos de las fuerzas armadas de Estados Unidos e incluso pelearon por ese país en varios conflictos armados. Sin embargo, sus acciones en favor de esa nación no impidieron que ante la primera falta que cometieron fueran dados de baja y deportados a los países donde nacieron.
Muchos son originarios de México, pero hicieron casi toda su vida en Estados Unidos; contaban con la tarjeta de residencia y optaron por sumarse al ejército estadunidese (algunos para obtener la ciudadanía y otros porque se sentían parte de esa nación). Pero el sueño no se concretó, asienta una investigación independiente de Griselda San Martín, de la Universidad de Colorado.
La académica presentó ayer su estudio –que desarolla desde hace dos años para un documental sobre veteranos– durante un seminario efectuado en El Colegio de la Frontera Norte, con sede en Tijuana, que fue transmitido vía Internet por esa casa de estudios.
Indicó que sus historias llaman la atención sobre la problemática de los niños mexicanos crecidos al otro lado
, que se enrolaron en el ejército estadunidense para mejorar sus condiciones de vida. Y aunque algunos combatieron en guerras bajo el escudo de un país que adoptaron como suyo, fueron deportados.
En 1996 las leyes estadunidenses se modificaron para ampliar la lista de delitos que son causa de deportación, con lo que se incluyeron delitos no graves para ser sujeto a ese proceso. La legislación limitó la capacidad de los jueces migratorios, quienes anteriormente podían considerar los lazos familiares en Estados Unidos para dar marcha atrás a una deportación.
Amaba a mi país, estaba dispuesto a morir por él, pero hoy soy un hombre sin patria, no me quieren ni aquí ni allá
, expresan decenas de jóvenes y veteranos que hoy se asientan en Tijuana para sentirse cerca de sus seres queridos, pues su familia y su vida están en Estados Unidos.
San Martín explicó que se trata de un grave problema humano, pues los deportados sufren de crisis de identidad, ya que no se sienten mexicanos, pero no pueden ingresar a su país sólo por haber nacido en México.
“Hay una separación de familias, un shock cultural; se sienten marginados, discriminados y vulnerables, tienen dificultades para obtener trabajo, no gozan de derechos ni aquí ni allá.”
Detalló que en México no existen los programas necesarios para ayudar a la integración social de estas personas, mientras las autoridades estadunidenses no se hacen responsables.
Agregó que alrededor de 30 mil personas de esta extracción forman parte de las fuerzas armadas estadunidenses, aun cuando no cuentan con la ciudadanía. Además de México, proceden de naciones como Belice, El Salvador, Costa Rica, Panamá, Ecuador, Guyana, República Dominicana, Jamaica, Trinidad y Tobago, Canadá, Italia, Alemania, Bosnia, Pakistán y Ghana.
La investigadora indicó que es común que militares de Estados Unidos consuman drogas y alcohol, debido a que son sometidos a entrenamientos físicos y sicológicos muy rigurosos, que los llevan a un estado de tensión continua, sobre todo aquellos que estuvieron en conflictos armados. En ocasiones sienten amenazas constantes y reacciones de formas violentas, lo que propicia que cometan algún delito
, por lo que son deportados.
Por su parte, Jorge Bustamante, fundador del Colef y ex relator especial de Naciones Unidas para los derechos humanos de los migrantes, expuso que sólo por el hecho de que se asientan en México, el Estado debe garantizar las garantías fundamentales de esos ex solados.