rimer acto. El doctor José Manuel Mireles fue detenido, mejor dicho, secuestrado, por las fuerzas federales en la localidad de La Mira, cerca del puerto Lázaro Cárdenas, en Michoacán, porque llevaba en la mano derecha una pierna de pollo. El autor intelectual de este desatino fue el enviado, señor Alfredo Castillo, que de manera súbita se convirtió en vegetariano además de agricultor, y mandó a sembrar no cereales u hortalizas, sino 14 armas, 200 cartuchos, cuatro bolsas pequeñas de mariguana y una de cocaína
en la camioneta del doctor, además de una pistola y un arma de uso exclusivo del Ejército en el propio cuerpo del médico. Junto a Mireles y sus tres escoltas se detuvo a otros 79 ciudadanos. En el operativo participaron 600 elementos entre soldados, marinos, agentes de las procuradurías federal y estatal, y guardias rurales, quienes se dedicaron a capturar al azar a todo aquel sujeto que pareciera sospechoso, incluyendo a una docena de menores de edad. El doctor Mireles fue de inmediato encapuchado, subido a un helicóptero, amenazado con ser tirado al mar, llevado a Morelia, mantenido en aislamiento, vejado una y otra vez por sus guardianes, dejado sin alimentos ni medicamentos (es diabético y requiere de insulina) y sin poder recibir a sus abogados durante 26 horas. El siguiente paso fue enviarlo a un penal de alta seguridad en Hermosillo, Sonora, mientras los mexicanos veían cómo sus esperanzas futbolísticas se hacían humo. Ya en Sonora, Mireles fue rapado y se le colocaron cadenas y grilletes en cuello y tobillos.
Segundo acto. Armado el montaje, uno más en la política de la mentira, la siguiente etapa fue poner a trabajar todo el aparato de corrupción que existe, desde los elementales encargados de cárcel hasta el Presidente de la República. Cada uno trabajando acelerada y eficazmente en la consolidación de la obra. Desde los mil pesos que pedían los celadores en Morelia para pasarle alimentos o medicinas a los presos políticos, hasta el llamado presidencial a aplicar la ley sin distinciones. Mención especial merece el nuevo gobernador ciudadano, universitario, científico
, quien aplicó la teoría de la relatividad a la política ( todo es relativo, por tanto, al diablo los principios). Su respetabilidad académica se fue haciendo pedazos conforme los días pasaron. Desvaneciendo las expectativas de un cambio real (ver mi artículo en La Jornada, 24/6/14) integró un gabinete de priístas reciclados, recomendados por el director de la obra y tres personajes cercanos al guionista. Con esta comedia miserable, con esta nueva mascarada, se busca crear una atmósfera ficticia: la de que el gobierno federal ha controlado ya la situación en el territorio michoacano. Un análisis geopolítico reciente revela otra realidad: solamente en una tercera parte de las comunidades con autodefensas, estás han sido sojuzgadas, uniformadas y convertidas en Policía Rural (20 de 56). Mientras, las cárceles de la entidad han quedado desbordadas. Desde la aparición del enviado presidencial se han detenido 500 individuos, la mayoría autodefensas acusados de portación ilícita de armas.
Tercer acto*. Desde la soledad de su prisión en el desierto el doctor Mireles imagina Tepalcatepec. Allí nació y allí viven sus hijos, hermanos y ancestros. Migrante como buena parte de sus habitantes, vivió 10 años en Estados Unidos donde ejerció la medicina con la comunidad latina en Fresno, California. En 2003 retornó al país, a Colima. En la Navidad de 2007 un infarto le sorprendió cuando visitaba Tepalcatepec y decidió quedarse. Poco después se convirtió en el encargado del centro de salud de la comunidad. De bata blanca y con su fiel estetoscopio, la realidad lo fue cercando hasta que quedó atrapado. Entre 2009 y 2012 certificó los embarazos de 200 niñas de la comunidad, violadas por los agentes del narco. Los cárteles pasaron de la extorsión, al secuestro y finalmente a la violación de las mujeres. Unos meses después secuestraron a un sobrino, que nunca fue devuelto aunque pagaron el rescate; en seguida a su hermana menor y luego a la mayor. Por la aflicción de esos sucesos, su madre enfermó y murió. Unos meses más tarde él mismo fue secuestrado y liberado con vida. Inundado de rabia y de impotencia, el 24 de febrero del 2013 se levantó en armas
con decenas de otros pobladores. En un año, las autodefensas se extendieron por casi 60 localidades de 24 municipios. Como otros personajes de la historia, el doctor Mireles fue traicionado por no actuar de acuerdo con los lineamientos del guión de una obra de dolor y crueldad, de cinismo y mentiras, escrita y promovida desde los centros del poder. Mientras, sigue pendiente el deslinde diáfano del poder político respecto del crimen organizado, no sólo en Michoacán, sino en buena parte del país.