s claro que ni el Presidente ni el jefe de Gobierno se sacaron el caos de la manga, como si fuera de generación espontánea. Igual que el dinosaurio de Monterroso, ya estaba ahí, y ahí están metidos casi todo el país y la capital. Lo que tampoco se duda es que el descontento se multiplica y lleva a pensar que tenemos un rey Midas esquizofrénico. Lo que toca con la mano derecha, para unos cuantos se transforma de inmediato en oro, pero lo que toca con la otra mano, lo que afecta a la mayoría de la población, se transforma en putrefacción. Además, lleva este Midas tanto tiempo aquí que es probable que esté perdiendo la vista, que su mácula inicial esté cada vez más manchada, que no logre ya ver más allá de sus narices.
Pero asimismo es imposible pedir apoyo a las cámaras, en cuanto apoyo a la ciudadanía, y ahora aquí me refiero a las leyes secundarias, que favorecen de manera tan poco sutil al monopolio televisivo machacón insistente de lo que Midas, con su áurea mano pródiga, le indique, de la misma manera que ha hecho con el asunto del petróleo. No creo que a estas alturas de la historia la propiedad del petróleo se vea como se ve al águila, la serpiente y el nopal. Es sólo que en el tiempo de Cárdenas y antes, los encargados de las empresas extranjeras maltrataron mucho a los trabajadores mexicanos, y se llevaban inequitativamente las ganacias del país. Eran prepotentes, racistas, abusivos. Yo me pregunto, ¿ya cambió esa manera de actuar o, como siempre, tendrán que pasar primero por el corrupto conciudadano subjefe y después hacerlo por el desprecio del representante trasnacional? Mi historia personal me hizo escuchar la manera de expresarse de extranjeros, de diferentes países, cuando se sentían en confianza entre ellos. Y también pude constatar aquel viejo apotegma de que la Revolución les hizo justicia
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Quizá prosigo con la costumbre por razones de edad. O quizá porque me atraen los mercados que han subsistido al embate imparable de la compañía extranjera de supermercados, forzando el cierre de tiendas pequeñas de víveres y de todo lo que precisa la vida cotidiana. Comprar en un mercado de los de antes o de los de ya hace muchísimos años, donde uno puede amistarse con el o la marchante y con los clientes semanales me es muy deleitoso. Es sentir que se pertenece a una comunidad. Y, en mi caso, tanto hablamos de procesos culturales como de asuntos de política que afectan, en este caso, a los vendedores.
Hay un puesto de flores donde compro semanalmente un ramo que disfruto mucho, hoy compré godivias, así me dijo el vendedor que es su nombre. Es una clase muy bella de amapolas que seguramente no sirven para producir goma de opio. Ese señor se quejó amargamente de la reglamentación del hoy no circula para vehículos viejos. Y yo me pregunto, ¿quién querría conservar el coche viejo de poder comprar uno nuevo? La ciudad ha sido un caos estos días, y me lleva a pensar si no le convendría más a mi marchante comerciar con la amapola en serio y comprarse las camionetas último modelo que le diera la gana.
A la señora que me regala hierbitas en mi compra de verduras le convendría más vender otra clase de hierba que le redituaría mucho más. Otro tanto con quien me vende la fruta que me confió que los tianguistas iban a manifestarse el lunes. Que ella pensaba que, de darles un crédito con bajos intereses, todos adquirirían un vehículo nuevo, pero que los intereses bancarios no les permiten subsistir y que contratar varios días un transporte para su mercancía tampoco les va a ser fácil.
Este, nuestro rey Midas, ha permitido unos intereses bancarios de los bancos que hoy son un floreciente negocio extranjero, sostén de su lejana matriz que no puede hacerlo en su país de origen, y yo me pregunto, ¿cuánto más puede aguantar una población tan agredida? El agua, la electricidad, el petróleo, el gas estarán en manos privadas, ¿pero cómo creer que esas manos van a ser inocentes y limpias? No es posible aceptar tales patrañas, por mucho que la televisión y los periódicos insistan en sus bondades. Sin embargo, su majestad, nuestro rey Midas, forzará las cosas hasta que un buen (un mal día) revienten. Porque de Sonora a Yucatán, todos sufren abusos del mal (gobierno).
La violencia nacional por tantas causas tristes e injustas quedará para otra ocasión en mi tintero.