on motivo del 40 aniversario de la muerte de Juan Domingo Perón, la presidenta argentina pronunció un discurso en el que trazó una supuesta línea de continuidad entre Hipólito Yrigoyen y Perón e idealizó a ambos presentándolos como próceres intachables. El gobierno patrocina también con un instituto el revisionismo histórico, o sea, la reivindicación de Juan Manuel de Rosas, gran terrateniente sangriento y ultrarreaccionario que murió como respetado farmer en Inglaterra y al cual el kirchnerismo presenta como líder de la lucha contra el imperialismo inglés (¡a mediados del siglo XIX!).
Es cierto que Yrigoyen hizo que un barco de guerra argentino en su visita a la República Dominicana ocupada por Estados Unidos saludase a cañonazos la bandera de las víctimas y no la de los invasores y que mantuvo la neutralidad argentina durante la Primera Guerra Mundial, favoreciendo así el crecimiento industrial del país, y reconoció al gobierno revolucionario ruso. Pero en sus gobiernos se sucedieron los asesinatos masivos de obreros como la Semana Trágica de 1919, en Buenos Aires, con sus 700 muertos y centenares de heridos y presos por un reclamo sindical y un vasto pogrom en los barrios judíos, o como el asesinato en masa de los obreros huelguistas en la Patagonia. Yrigoyen, además, empezó la cooptación de los dirigentes sindicales y el intento de acabar con la independencia de los sindicatos y de integrarlos en el Estado capitalista, cosa que realizó Perón a partir de 1944.
Perón participó en el golpe militar que derribó a Yrigoyen en 1930 para impedir, a favor de la Standard Oil, el desarrollo nacional de la industria petrolera, apoyándose para ello en la Unión Soviética. El golpe de la oligarquía y el imperialismo instaló la llamada Década Infame de fraude sistemático, represión y entrega a Inglaterra, que 15 años después Perón dijo combatir. El golpista contra el gobierno de Hipólito Yrigoyen en 1930 fue también espía militar en Chile y agregado militar ante el gobierno de Mussolini de los gobiernos de la Década Infame. Además, mientras Yrigoyen era laico y seguidor del filósofo liberal Karl Krause, Perón lo era de la Falange española de Primo de Rivera y del corporativismo fascista mussoliniano, y en su gobierno se apoyó en la ultraderecha del clero y organizó un congreso de filosofía sobre la doctrina de Tomás de Aquino en la versión del falangista español José Figueres para oficializarla.
Yrigoyen representó el ingreso de vastos sectores de las clases medias populares en la vida política y social. Perón, en cambio, en esas clases medias sólo contó con el sostén de los nacionalistas antijudíos, católicos ultramontanos, rosistas por su rancio españolismo colonial y partidarios del Eje nazifascista. Con su política antidemocrática (prohibición de partidos, de huelgas, de publicaciones) arrojó en brazos de la oligarquía a la inmensa mayoría de las clases medias urbanas. Contó en cambio con el sostén de los obreros cuyas luchas y reivindicaciones reconoció desde la Secretaría de Trabajo y Previsión mientras compraba a los dirigentes sindicales e intentaba crear un sistema corporativo incorporando los sindicatos al Estado y al partido gobernante, pues la CGT estaba integrada en el Partido Peronista.
Perón intentó construir desde el Estado una débil, casi inexistente, burguesía nacional, canalizando al fuerte movimiento obrero para contenerlo. De ahí su famosa consigna a los trabajadores de casa al trabajo y del trabajo a casa
y la recomendación a los patrones concedan el 40 por ciento para no perder el 100
, y de ahí también las represiones a las huelgas de trabajadores o la prohibición de las huelgas en la Constitución peronista de 1949. Del yrigoyenismo Perón sólo tomó algunos políticos e intelectuales y la resistencia a Estados Unidos, así como su intento de hacer una política de Estado latinoamericanista (una sola ciudadanía con Chile, apoyo a Arbenz en Guatemala, creación de la ATLAS, central sindical latinoamericana) pero con la aspiración de convertir a Argentina en potencia regional (puso a Stroessner en el poder en Paraguay, apoyó al Movimiento Nacionalista Revolucionario en Bolivia).
Yrigoyen fue derribado por la Standard Oil, Perón le hizo en cambio grandes concesiones, como hace ahora a la Chevron el gobierno kirchnerista. Yrigoyen no escapó, fue preso. Perón huyó en cambio en dos ocasiones: en 1945 ante la presión militar había presentado ya su renuncia y pedido que lo dejaran salir del país sin pensar en resistir con su apoyo obrero y sólo lo salvó el 17 de octubre, una enorme manifestación obrera que tomó Buenos Aires. Diez años más tarde, en septiembre de 1955, cuando los golpistas ya pensaban en rendirse, en vez de armar a los obreros, nuevamente prefirió huir para salvar el sistema capitalista.
¿Por qué el gobierno kirchnerista convirtió en el filósofo oficial a Ernesto Laclau, que había declarado inexistentes las clases, se opone a las huelgas por todos los medios, inventa una historia falsa y un delirante linaje Rosas-Yrigoyen-Perón-Kirchner? Por lo mismo que realiza una política de ajuste económico, recurre a la autoridad del papa Francisco y da un viraje político a la derecha. El kirchenismo para no ser abandonado por un establishment cada vez más hostil debe dar garantías de conservadurismo a las empresas y a la Iglesia, que quieren una política más antiobrera y más conservadora, y como ni puede ni quiere oponerse con medidas concretas al imperialismo y a la oligarquía, recurre al charlatanismo nacionalista
para inventarse una legitimidad ante los sectores populares al mismo tiempo que tiende puentes hacia lo que queda de la Unión Cívica Radical de Yrigoyen, tratando de desprender algunos sectores del heterogéneo bloque opositor pro oligárquico y pro imperialista.