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La Jornada en Brasil 2014

Los holandeses fueron a una favela y jugaron con los niños

Dos días lentos sin futbol, espacio vacío... síndrome de abstinencia

La presión de Scolari con los seleccionados se refleja en la cancha

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El técnico Luiz Felipe Scolari (centro) da indicaciones a David Luiz, Neymar, Thiago Silva, Hulk, Fernandinho y Óscar, durante el entrenamiento de Brasil realizado en Teresópolis, cerca de Río de JaneiroFoto Reuters
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Jueves 3 de julio de 2014, p. 5

Río de Janeiro, 2 de julio.

Dos días sin Mundial. Días lentos, lentos. Para los adictos del futbol, un espacio vacío. Conozco a quienes se andan comiendo los dedos (las uñas se agotaron en los últimos partidos).

Aquí en Río, los jugadores holandeses, que distribuyen simpatía por donde andan con la misma facilidad con que distribuyen jugadas insólitas en la cancha, se dividen entre playa, entrenamientos discretos y algunos de ellos decidieron conocer a una favela. El martes, día libre, eligieron el Cerro Dona Marta, clavado en el barrio de Botafogo. Hospedados en Ipanema, uno de los metros cuadrados más valorizados de Sudamérica, se asombraron con el otro lado de la moneda. Casuchas, desagüe corriendo a cielo abierto, el olor de la miseria. Bajaron el cerro a pie, acompañados por cuatro policiales. Cuando dieron con una canchita de futbol no dudaron un instante: jugaron un ratito con los niños, que no tenían idea de quienes eran aquellos gringos tan hábiles con la pelota.

Luego del paseo, Vlaar, titular absoluto, dijo que ha sido muy lindo jugar un ratito con los niños de la favela. Dijo que algunos tienen talento. Cordiales de verdad, los holandeses. Blind, que a veces es lateral izquierdo, y otras actúa como mediocampista, fue sincero: Tienes al mismo tiempo esa vista increíble, ese paisaje formidable, y personas viviendo en condiciones terribles. Visitar una favela es una experiencia que te hace pensar en la vida.

Bueno: mientras él piensa en la vida, medio Brasil piensa en la selección, y la otra mitad piensa en el juego del viernes. Claro que siempre existen los exóticos, que estarán pensando en algo más mientras piensan en la selección y en el partido.

El martes, en la concentración de la finca Comary, Neymar apareció paseando en bicicleta. Alivio general: si pedalea, la lesión sufrida en el partido contra Chile no es tan grave. Luego apareció caminando, pero con un raro engendro, un aparatito que dispara choques eléctricos, atado a la pierna derecha, a la altura de la rodilla. Alarma total: si necesita ese tratamiento, su estado es grave. Concedió una conferencia de prensa. Aseguró que está totalmente recuperado. Dijo que el estado emocional de los jugadores también está en excelentes condiciones. Confesó que por primera vez en la vida conversó con una sicóloga, Regina Brandao, convocada de emergencia por el entrenador Felipao para intentar estabilizar a un equipo sofocado por la presión. Bien humorado, Neymar. Luego de contar a los periodistas que la experiencia fue muy interesante, recomendó: Ustedes deberían procurar una sicóloga y hacer terapia. Seguro les hará bien. Y hasta admitió la hipótesis de, cuando termine el Mundial, habrá espacio en su intensa agenda para hacer terapia.

Otro que busca equilibrio es Felipao, pero no exactamente para él, sino para la estrategia de la selección. No sabe si elige la euforia exagerada de Parreira, su actual asistente, en 2006, o la línea dura de Dunga en 2010. Mejor decidir pronto por una alternativa: en esos dos mundiales, nos fue bastante mal. En 2006, Parreira tenía a Ronaldo Fenómeno, Ronaldinho, Cafú y Roberto Carlos. Tanta reverencia prestó al cuarteto que no se dio cuenta de que tanto ellos como buena parte del resto del equipo estaban físicamente agotados, demasiado ocupados con sus contratos millonarios, para concentrarse en la cancha. Cuatro años después, Dunga, un zaguero de mucha fibra y escaso talento, decidió adoptar una línea radicalmente contraria: formó un batallón, donde todos tenían que actuar como soldados cumplidores de un reglamento rígido e intransigente. Resultado: además de la fragilidad emocional del conjunto, lo que se vio ha sido la fragilidad técnica de sus ideas. Otra vez volvimos a casa sin nada en las manos.

Felipao buscó un intermedio. Exageró antes, cuando dijo que la selección, por jugar en Brasil, tenía la obligación de ganar el Mundial. Luego dijo que era impensable cualquier cosa que no fuese el título. Más que favorita, la selección dirigida por él era súper favorita.

El resultado de semejante presión se vio en la cancha, frente a Chile. Y, para empeorar, hubo cosas, frente a Chile, que no fueron vistas. Por ejemplo: en el intervalo, a la hora de bajar a los vestuarios, varios brasileños y chilenos, tanto jugadores como integrantes del cuerpo técnico y de apoyo, se involucraron en una gresca digna de cualquier cafetín de puerto griego (suponiendo que sean especialmente movidos a la hora de empujones, patadas y trompadas). Con ese ánimo los dos equipos volvieron a la cancha. Más tensos que los chilenos, los brasileños naufragaron emocionalmente.

Se supone que Felipao decidirá, entre hoy y mañana, cuál es la formación que adentrará al césped. Fred, un delantero de talento, fue sacado del equipo titular en el segundo tiempo del entrenamiento, y no se conformó. Con al menos dos de sus compañeros se quejó de que en lugar de sacarlo, Felipao debería alterar el esquema de juego, para que alguien lo apoye a la hora de cumplir con su misión, anotar goles.

Este viernes es el día. Pero el problema ya empezó: ¿qué hacer en una larga jornada de víspera, sin tener un único, un mísero jueguito para distraer los malos pensamientos y los tensos presagios?