ualquiera que haya asistido un número mínimo de veces a un estadio a presenciar un partido de futbol, sabe muy bien que constantemente el público lanza insultos a los jugadores, cuerpo arbitral o directores técnicos. Esas reacciones son usualmente tan espontáneas como impredecibles, pues en un partido de futbol nada puede anticiparse a detalle. Por ello, y sin justificarlas, son imposibles de ser sujetas a vigilancia, control o prohibición alguna.
Muy diferentes a estas actitudes espontáneas resultan los acontecimientos recientes encabezados por las porras mexicanas en los partidos de nuestra
selección de futbol en el mundial de Brasil. Se trata de insultos llevados a cabo de manera premeditada, concertada, deliberada, sistemática y organizada, por grupos de varios decenas de miles de espectadores gritando a coro “¡Puto, puto, puto, puto…!” a futbolistas de los equipos rivales.
Esto no puede ser trivializado ni pasado por alto. Por el contrario, debe ser contextualizado en el marco total de las relaciones, a escala nacional y mundial. Y en ese sentido, el significado de tales expresiones es sumamente preocupante.
Uno de los personajes que realizó un certero y brillante análisis científico acerca de la sexualidad humana fue el sicoanalista centroeuropeo Wilhelm Reich (1897-1957). Constantemente señaló que es la represión sexual ubicada en el seno de la familia patriarcal la fuente última de las neurosis, sicopatologías, frustraciones y toda suerte de desequilibrios mentales.
Para muchos de sus estudiosos, su obra cumbre es La psicología de masas del fascismo (1942). Allí, Reich magistralmente analizó el papel de la propaganda nazi y su exaltación de la familia, mediante lo que llamó la moral sexual burguesa
, en la conformación de la mentalidad de individuos profundamente frustrados, insatisfechos, resentidos y con un gran deseo de libertad, pero carentes del sentido de responsabilidad requerido para luchar por ella. La profunda crisis económica por la que atravesaba Alemania a finales de los años 20 del siglo pasado la opresión política y la ausencia de una alternativa revolucionaria, estimularon más aún las frustraciones (sexuales entre las primeras) de los alemanes de esos tiempos.
Aquí es donde Reich ubica la génesis del fascismo desde un enfoque sicoanalítico. La inteligente propaganda montada por Hitler y por todo el partido nazi, logró atraer a decenas de millones de alemanes a una opción política basada en la xenofobia, el racismo, el odio al Otro… y la violencia sexual, todo combinado con el patrioterismo exacerbado y una exaltación del orgullo alemán
.
Cierto es que Reich no hace mayor análisis de las conductas homofóbicas; de manera más bien marginal, señala a la homosexualidad como una anomalía que espontánea y naturalmente iría desapareciendo conforme la sociedad transitara a estadios de libertad superiores (el socialismo y el comunismo), pero su análisis puede explicar perfectamente la violencia sexual fascista en Alemania, que entre otras cosas produjo una cifra de un cuarto de millón de homosexuales asesinados en los campos de concentración. El análisis de Reich sobre la naturaleza del fascismo, de su causa de fondo en una moral represora de la sexualidad y la manera como el Estado y sus aparatos mediáticos logran manipular la conciencia de las masas hacia actitudes irracionales, impulsos emocionales primitivos y burdos, y a la violencia desde la verbal hasta la armada, es de una gran vigencia.
Retornemos a nuestro punto inicial. Las masas que organizadamente (ojo, este punto es fundamental) apoyan desde estadios, bares, o casas a la selección mexicana y en su caso salen a las calles a festejar sus triunfos con gritos de “¡Puto, puto, puto, puto…!”, están expresando terrible frustración y resentimiento de una manera tosca, simplona y primitiva; un enorme vació en sus vidas, un poderoso dominio de los sentimientos sadomasoquistas.
Las manifestaciones callejeras en las que se glorifica fanáticamente la condición de mexicano, el orgullo mexicano
son muestras de un patrioterismo ramplón, empapado de expresiones homofóbicas, todo lo cual está reproduciendo de manera muy fiel las actitudes de las masas alemanas bajo el régimen nazi.
Existen especialidades científicas en todo este entramado mediático; conjuntos de sicólogos, sociólogos, comunicólogos, etcétera, preparados especialmente para producir esas reacciones entre las masas. Esa ciencia, asociada a los aparatos mediáticos, está fomentando, sin resistencia sensible, los peores sentimientos propios de una sociedad que transita al fascismo.
Ahora resulta que sexólogos, antropólogos, estudiosos de las relaciones de género, sicólogos, biólogos, etcétera, estábamos equivocados: la expresión puto
no es insulto ni homofobia, es simple tradición inocua, como nos lo enseñó el otro día el gran teórico, el Piojo Herrera. ¿O no?
*Investigador de la UNAM, coordinador del libro Homofobia: Laberinto de la Ignorancia.
http://computo.ceiich.unam.mx/ webceiich/docs/libro/ Homofobia_elect.pdf