Opinión
Ver día anteriorLunes 9 de junio de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde el otro lado

Experimentos democráticos

P

ara entender el sistema electoral estadunidense, además de paciencia, es necesario tener la capacidad para almacenar, combinar e interpretar la forma en que cada estado, cada municipio y cada distrito elige a sus representantes a los diferentes niveles de representación popular. La semana pasada, en varios estados de este país se celebraron elecciones primarias para elegir a los candidatos que participarán en los comicios de noviembre para renovar la Cámara de Representantes, un tercio del Senado, algunas gubernaturas y congresos estatales y locales.

En algunos estados las votaciones primarias son cerradas; los partidarios demócratas votan por los candidatos demócratas exclusivamente, y los republicanos, por los republicanos. En otros estados se celebran primarias abiertas, en las cuales los participantes depositan su voto por candidatos de uno u otro partido, indistintamente. Los dos precandidatos que quedan en primer lugar compiten en las elecciones generales por el distrito que aspiran a representar. Quienes ponderan esta modalidad aseguran que la competencia es más democrática, se evita la radicalización en el voto y queda un Congreso integrado por legisladores que llegan a acuerdos más fácilmente, evitando la frecuente paralización del gobierno.

Este sistema de primarias abiertas ha tenido resultados peculiares. Por ejemplo, en California los candidatos que quedaron en los dos primeros lugares en un distrito electoral pertenecen al mismo partido. Los electores no tendrán la opción de elegir entre partidos o posiciones ideológicas diferentes. No está aún claro cuál será el resultado de este experimento. Cabe preguntar: si se quiere hacer más competitivo el sistema electoral, ¿no sería mejor modificar la ley que permite a un grupo de millonarios comprar las elecciones en beneficio de sus intereses personales, a costa de los de la mayoría?

Cada vez es más patente el rechazo de millones de electores a un proceso electoral que ha perdido el profundo sentido democrático de un ciudadano, un voto. Sería pertinente preguntar a los cinco ministros conservadores de la Suprema Corte en quiénes estaban pensando cuando abolieron las normas que restringían las aportaciones ilimitadas de recursos a las campañas electorales. Probablemente la respuesta estribe en su creencia de que la democracia es algo muy serio e importante como para dejarla al arbitrio de las masas y es hora de devolverla a los cuarteles de los barones de la economía.