Opinión
Ver día anteriorMartes 3 de junio de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

El momento de 30 años

¿Y quién paga la factura

España: ondea la tricolor

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ecesión, estancamiento, atonía, atorón y demás términos (sin olvidar factores climáticos nacionales e internacionales) se utilizan, de un lado y del otro, para explicar el verdadero momento económico mexicano (en extremo distante del presumido por la propaganda oficial), pero también para evadir la verdadera causa por la cual el país acumula más de tres décadas sin registrar crecimiento real, suficiente, sostenido y con beneficios sociales. De todo y a todas horas, pero a nadie convencen.

De los tiempos de Miguel de la Madrid a los actuales, cada alegre declaración oficial ha recibido puntual respuesta de la realidad y el país se mantiene desbarajustado; cuando logran tapar un hoyo aquí, tres más se abren allá, pero la reacción es histérica cuando alguien propone debatir la necesidad de encontrar alternativas al actual modelo económico que ha procurado tantos éxitos a los menos de siempre y tantas derrotas a los más. Todo se ha modernizado, todo se ha reformado, pero lo cierto es que México se hunde cada día más.

Que aquí no pasa nada y que son meros ajustes de cálculo, dicen en el gobierno peñanietista, pero en este contexto el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC) plantea: ¿Quién paga la factura del bajo crecimiento? La respuesta a la interrogante se encuentra en la población, particularmente en la más pobre, y en las empresas. Las consecuencias del bajo crecimiento se pueden observar en un mercado laboral deprimido y en una pobreza que lacera el tejido social.

La tasa de crecimiento económico de los últimos 30 años, que no supera 2.5 por ciento anual como promedio, así como el del primer trimestre de 2014 (1.8), se encuentra por debajo de la capacidad potencial del país y sintetiza que el problema de coyuntura en México es también estructural. Además del debate sobre si esto implica que la economía se encuentra o no en recesión, o sobre qué paso con el momento mexicano, se deben considerar los efectos que lo anterior tiene sobre la vida de las personas que con su trabajo diario buscan hacer realidad el sueño de un futuro mejor para ellos y sus familias.

Menor crecimiento implica disminución en la posibilidad de encontrar un trabajo digno. En México existen 10 millones de personas que cuando mucho ganan un salario mínimo, de las cuales 3.5 millones no reciben remuneración alguna por su trabajo. Ante dicha situación una pregunta natural es sobre cómo cambiará su bienestar ante el escenario de menor crecimiento económico.

El ajuste a la baja del pronóstico oficial fue de casi una tercera parte a lo planteado inicialmente por la autoridad económica (de 3.9 a 2.7 por ciento), merma de casi 15 mil millones de dólares en la generación de riqueza. Sin lugar a dudas que ello tiene consecuencias que van más allá de las esferas macroeconómica y política, efectos que llegan a una sociedad afectada por una espiral de precarización laboral, apunta el IDIC.

Una de las secuelas del menor crecimiento económico puede medirse a través del indicador de la tendencia laboral de la pobreza (ITLP) que publica el Coneval. Derivado de las estadísticas generadas por el Inegi, el ITLP muestra trimestralmente la tendencia de la proporción de personas que no pueden adquirir la canasta alimentaria con el ingreso de su trabajo. Básicamente, ese indicador aproxima si una persona que cuenta con empleo puede satisfacer o no uno de los requerimientos más básicos para cualquier ser humano, el de alimentarse.

La mala noticia es que durante el primer trimestre del año el ITLP registró un aumento anual de 3.5 por ciento en la proporción de personas que sufren precarización en su ingreso laboral, de tal manera que no pueden adquirir una canasta alimentaria adecuada. La evidencia muestra que una de las facturas del bajo crecimiento es pagada por la población que depende de su ingreso laboral como fuente de manutención. Lejos de los argumentos de si la desaceleración es atribuible a los problemas invernales en Estados Unidos o por las decisiones en materia fiscal de la autoridad mexicana, lo que se tiene claro es que existe un número creciente de mexicanos que enfrentan dificultades para vivir a pesar de tener un trabajo.

El problema es mayor en las ciudades, es decir, en las zonas urbanas del país (en las que se concentra 75 por ciento de la población nacional), en donde el aumento del ITLP fue de 4.2 por ciento. Esto último refleja que la contratación en los sectores industriales y de servicios se realiza con menores remuneraciones, aun en aquellas de mayor peso económico y donde radican las empresas más grandes.

La información a escala estatal indica que durante el primer trimestre del año Baja California (17.7 por ciento), Durango (12), Michoacán (16), Baja California Sur (10.5), Campeche (10.5) y Distrito Federal (10.1) sufrieron el aumento más significativo en el número de personas que no pueden adquirir una canasta alimentaria adecuada.

Además, explica el IDIC, es factible observar que la precarización reflejada por el ITLP es estructural: entre el primer trimestre de 2005 y el correspondiente de 2014 el incremento fue de 32.7 por ciento a escala nacional y de 46 por ciento en la parte urbana. En el mismo periodo, el deterioro fue mayor para los estados de Nuevo León (147.7 por ciento), Baja California (133.7), Distrito Federal (94.4), Quintana Roo (80.6), Tamaulipas (61.5), Sinaloa (55.6), Guanajuato (41.6) y estado de México (40.9), algunos de los cuales representan a las entidades de mayor relevancia económica y demográfica del país.

Lo anterior responde a quién paga la factura en una economía que no crece: la población que trabaja y sus respectivas familias. La situación del ingreso de los mexicanos pone de manifiesto el aspecto más sensible al que se enfrentan millones de personas y es una de las razones fundamentales del actual estado de precariedad laboral y social del país. Para muchos trabajadores ya no es factible ni siquiera acceder a una canasta alimentaria. La inequidad no es algo que pueda resolverse por decreto o con dinero público.

Las rebanadas del pastel

Todo por servir se acaba, y Juan Carlos de Borbón acabó por no servir de nada, ni siquiera al aparato monárquico. Pretende heredar el hueso a su hijo Felipe, quien sólo garantiza más de lo mismo, pero al borde de la quiebra. Pueden prolongar artificialmente la monarquía, pero no cabe duda que los tiempos son republicanos y corresponden a la bandera tricolor (rojo, amarillo y morado) que vuelve a ondear.

Twitter: @cafevega