El tejido social en Sonora, Nuevo León y Coahuila está devastado, subrayan
Lunes 26 de mayo de 2014, p. 33
La violencia entre alumnos de primaria y secundaria es resultado de una verdadera escuela del crimen
que se extiende por todo el territorio nacional y que afecta no sólo a niños y jóvenes, afirmaron profesores de Sonora, Nuevo León y Coahuila.
“En nuestros planteles hay casos en los que llamamos a los padres para solicitar apoyo ante las agresiones de sus hijos. La respuesta es la amenaza: ‘te voy a dar chingadazos nada más que lleguemos a la casa’. No hay contención ni diálogo.”
Agregaron que la ola de inseguridad que afecta el país obliga a dedicar hasta 30 minutos de cada clase a tranquilizar a los alumnos y explicarles lo que sucede en las calles.
Son ellos quienes nos cuentan que vieron un cuerpo colgando de un puente, que descuartizaron a alguien en la esquina de su casa, que el policía municipal es quien los agrade
, señalaron.
En algunas secundarias, dijeron, los más violentos se agrupan para agredir a otros. Se organizan en un sistema similar a una pandilla. Se reúnen 12 o 14 adolescentes, y agreden a otros. Lo hacen cuando saben que no estamos cerca, porque en un plantel con más de 500 alumnos es imposible seguir la pista a todos.
Los docentes, quienes solicitaron el anonimato ante el temor a represalias, laboran en secundarias diurnas y técnicas. Aseguran: Hay un clima de tensión, pero no sólo entre los estudiantes. Muchos padres rechazan que sus hijos sean agresivos. No hay un acuerdo para poner límites dentro y fuera de la escuela
.
En Coahuila, destacaron, hay efectos evidentes de la violencia del entorno escolar en la conducta de los jóvenes. Muchos llegan atemorizados a los salones, pero también con reacciones agresivas
.
En la búsqueda de un diálogo con los padres, afirmó un docente de Monterrey, Nuevo León, “detectamos que están más agobiados que los hijos. Hay casos en los que dicen: ‘soy taxista, gano 350 pesos al día, tengo un familiar en el hospital. ¿Qué quiere que haga?’ Y como maestro, ya no sabes qué hacer”.
Agregaron que en las principales ciudades fronterizas hay una “devastación del tejido social. Los chicos no se acosan, sino abiertamente se agreden. Se roban objetos entre ellos, en el recreo se quitan la comida o el refresco, se pelean o se insultan. No se debería llamar bullying, sino violencia”.
En Hermosillo, Sonora, agregó un profesor disidente, los estudiantes llegan agresivos tratando de copiar el modelo criminal que anda por todas partes. Se trata de conductas antisociales que no se aprenden en la escuela, pero que se hacen visibles en los patios escolares
“Para quienes atendemos adolescentes –subrayó–, otro problema es la hostilidad de los padres. Nos sorprende cómo responden ante las quejas de agresión de sus hijos, pero también el trato que dan a los menores.”
A este escenario, agregó, se suma que no existe un proyecto institucional para atender el problema. En algunos estados está penalizado incluso que el estudiante presente un cambio emocional que sea atribuido a la conducta del docente.
Explicaron que si queremos llamar la atención, los padres saltan y te agreden. La autoridad educativa estatal no tiene plan ni estrategia para actuar ante casos graves. Nos dejan un reto que es de todos, y a quienes señalan como los primeros culpables es a los docentes
.