Es una cacique
: señalan; asamblea, la máxima autoridad, revira
Domingo 25 de mayo de 2014, p. 27
Sus detractores la definen como la cacique
del pueblo: No tiene ningún trabajo, pero es propietaria de un edificio de cinco niveles y muchos negocios
; en contraparte, sus allegados hablan de ella como una mujer que siempre ha visto por la comunidad y a quien las autoridades de la delegación Álvaro Obregón le están pagando mal
.
Poco ha aparecido en público, pero Silvia Zumaya, representante vecinal de San Bartolo Ameyalco –a quien un grupo de vecinos y autoridades delegacionales atribuyen la oposición del poblado a la operación de una red hidráulica– es la que manda a tocar las campanas de la iglesia para convocar a las asambleas. Una acción nada menor, ya que es ahí donde se toman todas las decisiones del pueblo.
Sin embargo, desde el patio de su casa, a un costado del edificio de cinco pisos, la señora de mediana estatura y voz apacible, se describe como una vecina común y corriente, de la clase baja, que vive de una pensión
, sin ahondar en más detalles.
Entre las estrechas y empinadas calles de San Bartolo, los habitantes, que se mantienen apáticos al conflicto, rehuyen hablar de ella, pero basta llegar al camino viejo a Mixcoac, donde no hay agua, para que surjan las recriminaciones en su contra.
Es poderosísima, de ella depende que se pare todo esto. Aquí los Perea controlan las pipas y se comenta, no nos consta, que también Silvia. Pero si va por el pueblo y hace una consulta de a quiénes pertenecen las clínicas, salones de fiesta o de quién es esa casa bonita, verá que es de algún miembro de su familia
, asegura una vecina, que omite su nombre.
Otra le atribuye el control del manantial del pueblo. Nada más pregúntele quién mandó a quitar los lavaderos. Ahí íbamos a lavar los que no tenemos agua
, expresa, al señalar que ya se había firmado una minuta en la que aceptaban la instalación de la red hidráulica.
Zumaya reconoce la existencia del escrito, pero afirma que no es válido para señalar que se aceptó el proyecto. Tenían que presentarlo en la asamblea del pueblo para su aprobación, lo que nunca ocurrió
, apunta. Y agrega: Aquí nadie decide, ni hay líderes, la máxima autoridad es la asamblea
.
–¿Y las pipas sí son negocio?
–Ahí sí no le sé decir, que lo investigue la autoridad.
–¿Usted tiene pipas?
–No, yo soy jubilada.