Injerencias
a crisis de Ucrania, que parece interminable, seguirá irresuelta mientras Estados Unidos y la Unión Europea, por un lado, y Rusia, por otro, mantengan la idea de convertir el país eslavo en trofeo geopolítico, sin lo cual es imposible propiciar la negociación de un arreglo político.
Los enfrentamientos armados entre el gobierno de Kiev y las milicias pro rusas del este de Ucrania, que cada día incrementan el saldo de muertos y heridos por ambos bandos, llegaron a un punto en que los ucranios pro occidentales y los ucranios pro rusos lo único que buscan es la venganza y la capitulación incondicional del adversario.
Así es muy difícil tener voluntad de negociar, ya no se diga encontrar consensos que rompan el círculo vicioso de la violencia recíproca y dar pasos concretos para bajar la tensión.
El derramamiento de sangre genera rechazo, cuando no odio, y desconfianza hacia la contraparte, y en ello mucho tienen que ver tanto Estados Unidos y la Unión Europea como Rusia, que no han escatimado recursos para crispar los ánimos en Ucrania hasta poner ese país al borde de la guerra civil.
Washington y Bruselas impulsan al gobierno de Kiev a sofocar por la fuerza la rebelión en el este de Ucrania; Moscú respalda a los radicales que desconocen a los políticos pro occidentales que gobiernan tras la destitución del presidente Viktor Yanukovich.
Unos contribuyeron a propiciar una revuelta para tener en Kiev un gobierno supeditado y el otro hace todo lo posible para impedir que ese gobierno se consolide, pero ninguno quiere rebasar su margen de posibilidades: ni Estados Unidos se va a involucrar en una guerra nuclear por Ucrania ni la Unión Europea quiere perder los suministros rusos de gas natural, del mismo modo que Rusia ni se plantea una invasión militar de Ucrania ni está en condiciones de asumir la anexión del sureste ucranio.
El Kremlin hizo esta semana el primer gesto de distensión al dar a entender que está dispuesto a reconocer al presidente de Ucrania que resulte electo el 25 de mayo, cuando antes calificaba de absurdos e innecesarios
esos comicios, y pedir a los pro rusos del este ucranio que pospusieran el referendo independentista que piensan realizar mañana.
A pesar de que Putin considera que dicho aplazamiento crearía las condiciones indispensables para iniciar el diálogo en Ucrania, los pro rusos de Donietsk y Lugansk desoyeron a su valedor principal y decidieron seguir adelante con el plebiscito.
Es obvio que Rusia no quiere repetir la adhesión de Crimea y está consciente de que, al margen de que Estados Unidos y la Unión Europea nunca reconozcan los resultados de una votación cuestionada de origen, podrá usar el separatismo del este de Ucrania como elemento de presión adicional.
La injerencia rusa cesará en el momento en que Moscú obtenga garantías vinculantes de la neutralidad de Ucrania y la OTAN acepte que nunca tendrá ahí bases militares. ¿Y la injerencia de EU y la Unión Europea cuándo terminará? Por ahora, no hay respuesta.