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Nosotros ya no somos los mismos

El misterio de un comité técnico que nombra un presidente entre consejeros con cualidades similares

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“La nomenclatura vaticana realizó ayer uno de los fastuosos y ecuménicos espectáculos mediáticos con el que, urbi et orbi, suele pregonar su innegable poder terrenal”. En la imagen, un grupo de monjas en la plaza de San Pedro sostiene un cartel con las efigies de los dos nuevos santosFoto Ap
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a tarea que me autoinfligí la semana pasada consistía en plantear algunas inquietudes sobre los orígenes del INE, nuestro nuevo, reluciente y rechinante de limpio Instituto Nacional Electoral. Tercera llamada, tercera. Empezamos. En uno de sus considerandos el comité técnico de los siete notables electores, refiriéndose a los aspirantes a la presidencia del organismo, consideró: dada su aptitud para encabezar el INE, con mayor razón, se encuentran en condiciones de ocupar el cargo de Consejeros Electorales, tal como lo definen los términos de la convocatoria. Por eso es que las y los cinco candidatos a presidir el INE se repiten también en otras tantas quintetas propuestas por el comité. Aquí se originan mis primeras confusiones: ¿Tomaron en cuenta los miembros del comité técnico que las cualidades que deben distinguir a un consejero y las reclamables al consejero presidente no son las mismas? Éste último debe cubrir a plena satisfacción las que se exijan a los 10 miembros del consejo pero, además, cubrir un plus, puesto que sus funciones y responsabilidades van más allá de la consejería. La posibilidad de inscripción en una de las dos categorías marcadas por la convocatoria no debió dejarse exclusivamente a la valoración subjetiva que cada uno de los suspirantes hiciera de sí mismo. Por lógica elemental, por sentido común (el menos común de los sentidos) debería exigirse a todos los participantes conocimientos suficientes sobre ciertas disciplinas: derecho constitucional, electoral, régimen legal de los medios de comunicación, análisis de opinión pública, acceso a la información gubernamental y a la protección de datos personales, y también sobre la utilización legal de los instrumentos de la comunicación masiva, ya sean tradicionales, alternativos o los de tecnología de punta.

Por supuesto que son necesarios los expertos que sepan del contencioso poselectoral (magistrados, funcionarios de los institutos locales, investigadores, postulantes), politólogos, sociólogos y hasta un eficaz terapeuta. Pero presidir un organismo de esta dimensión y trascendencia exige otros conocimientos, aptitudes, carácter y temperamento que van más allá de las exigencias descritas: saber administrar, mandar, delegar, concertar, socializar, ser aperturo e intransigente al mismo tiempo. Ser de vida proba y honorable y parecerlo, de manera tan convincente, que cierre rendijas a la maledicencia y los falsos testimonios (la única forma que conozco para lograrlo es vivir así, pero de a de veras). Los planteamientos no fueron del todo claros. Se estableció que cada uno de los aspirantes definía a que tanto aspiraba y escogía su butaca: luneta o galería, pero nadie habló de que, con un solo boleto, se pudieran dobletear funciones. Aquí se cometió la primera inconsecuencia que no se da ni en el Melate, en donde, si sólo pagas por el premio mayor, no tienes derecho a revancha y revanchita. Los cinco aventados que se consideraron Clark Kent, y se postularon a la presidencia, como premio a su audacia fueron incluidos ex officio en las 10 quintetas de los modositos que con toda humildad dijeron: me conformo con aproximación o reintegro. La hipótesis de los Siete Grandes ya anotada arriba, de que los perdidosos del premio mayor, “dado su aptitud de encabezar el INE, con mayor razón, se encuentra en condiciones de ocupar el cargo de consejero…” fue rechazada por el pleno de los diputados, que no coincidieron con tan sabia opinión: de los cuatro integrantes de la lista para presidente que no calificaron, sólo Marco Antonio Baños fue tomado en cuenta y se le eligió consejero por seis años. Leticia Soto, María Llanderal y Edmundo Jacobo Molina fueron descartados por segunda vez. No me es fácil entender por qué personas de su nivel aceptaron jugar el rol de botargas, de patiños. Si en verdad creyeron que tenían posibilidades de ser electos, no merecían ni siquiera ser postulados: la ingenuidad política, para ese puesto, merece tache total. Se les disculpa únicamente si lo hacían como escoleta, meritocracia o un poco de currículum para futuras contiendas en las que ufanos podrán decir: en 2014 estuve dentro de los cinco finalistas para presidir el INE. ¿Cinco, de cuántos? Decía el boxeador argentino en el hospital: “ Che, no negarás que estuve supremo, me alcé con el segundo lugar”. Mención aparte merece don Marco Antonio Baños, cuyo colmillo haría parecer como chimuelo al joven Dumbo. Él si no se chupó el dedo. Seguramente que con toda anticipación dijo: si quieren que un baño les engorde el caldo, cayitos (del verbo caerse, no callarse), por adela con mi nombramiento sexenal. Pero además, qué tal que es chicle y pega y hasta me robo el home y a presidente llego. Baños fue el único de los cuatro perdidosos a los que el comité técnico consideró que estaban más que sobrados para ser consejeros, al que los diputados otorgaron su aval. Es un profesional muy completo: además de sus méritos académicos cuenta con una vasta experiencia en la estructura y funcionamiento del organismo. Tiene todos los conocimientos necesarios para hacer las cosas muy bien… o todo lo contrario. De él y otros consejeros que conozco o tengo referencias confiables, hablaremos luego. Hoy quisiera mencionar otras inquietudes: Ya seleccionados los 50 prospectos de consejeros, qué parámetros, criterios, elementos de juicio le permitieron al comité técnico decidir sobre la longevidad burocrática (plena, exultante y, por supuesto, envidiable), de cada uno de los 50 bendecidos? ¿Sobre qué base se sustenta la repartinga de tiempo de vida útil que le fue asignado a los candidatos? ¿Por qué Ciro Murayama nueve años y Santiago Castillo tres? ¿Pamela San Martín seis y Arturo Sánchez tres? ¿Acaso les exigieron un check up a cada uno para prever su tiempo factible de utilidad? ¿Les exigieron demostrar su nivel de colesterol, triglicéridos, un papanicolau o un antígeno prostático?

Pero en fin, otro asunto me importa más: la estratagema de nivel prescolar que usó el comité técnico para blindar la presencia femenina en el INE. En verdad me asombra que ningún diputado haya objetado la integración de las ternas elaboradas como monumento al sexismo que se pretendía desterrar: hombres vs hombres y mujeres vs mujeres. Como en las entradas de los sanitarios públicos: damas, puerta derecha; caballeros, puerta izquierda. Los legisladores otorgaron al comité técnico pleno respeto y autonomía en la toma de sus decisiones, y éste les correspondió con un verdadero remake del éxito de Producciones Grovas, estelarizado por Pedro Infante en 1948 y dirigido por René Cardona: Cartas marcadas. También este asunto guardémoslo para más tarde y dediquemos los últimos renglones al prólogo de una columneta en la que habré de referirme al encuentro de los cuatro papas.

El día de ayer, la nomenclatura vaticana llevó a cabo uno de los fastuosos y ecuménicos espectáculos mediáticos con el que, urbi et orbi, suele pregonar su innegable poder terrenal. Ahora sí, Francisco le podría contestar al camarada Stalin: no tendremos cañones, pero tenemos canales. El mundo entero pudo contemplar, gracias al prodigio de las telecomunicaciones (éste sí milagro de verdad y realizado por la mente humana), el inédito caso de la reunión de los cuatro papas: dos de ellos en olor de santidad: el bueno y el grande, el de la paz y el de la guerra, el del pueblo y el popular, el de los humildes y el de los poderosos, el pastor y el guerrero, el de las proclamas bélicas que enfrenta hermanos y el del evangelio que hermana a los enfrentados, el del dogma que obnubila y degrada y el de la liberación que dignifica. Debemos, así mismo, hablar del papa al que rindieron los intereses más sórdidos de los círculos de la curia de Roma, y al solitario, pero aguerrido Francisco, empeñado en el revival del Concilio Vaticano ll, y sus mensajes: Pacem in terris y Mater et magistra. Platiquemos.

Twitter: @ortiztejeda