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Sus guardias comunitarios sólo obedecen a los habitantes

Cherán, primero en atreverse a luchar contra los criminales
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Periódico La Jornada
Miércoles 16 de abril de 2014, p. 5

Cherán, Mich., 15 de abril.

‘‘¡Paso redoblado, ya!’’, ordena el niño en el extremo derecho, y todos sus compañeros de quinto grado, con sus uniformes bien planchados, acatan. Los pequeños marchan detrás de los adultos, también uniformados. Las camisolas de los hombres y mujeres –que sólo portan macanas y pistolas al cinto– dicen en la espalda: ‘‘Ronda comunitaria’’. Un pequeño grupo porta armas de grueso calibre y sus integrantes visten trajes de camuflaje. Son los guardabosques. Su lema: ‘‘Valor, honor, lealtad y disciplina’’.

¿Qué distingue a Cherán K’ire (grande) del resto de las poblaciones donde hay comunitarios? Primero, lo que salta a la vista: en el resto del estado los comunitarios prefieren el nombre de autodefensas y avanzan casi siempre en compañía de policías federales. Aquí las fuerzas del gobierno no se miran por ninguna parte.

La segunda, que los comunitarios de Cherán no se mandan solos: no dependen del carisma de un líder ni del dinero de quienes financian la lucha contra el crimen. En Cherán, el pueblo mayor de la Meseta Purépecha, son los habitantes, mediante un complicado sistema de toma de decisiones, quienes ejercen el control sobre su policía. Cherán se alzó contra el crimen 22 meses antes de que Hipólito Mora lanzara su grito de guerra en La Ruana.

Talamontes, la amenaza

Hoy se cumplen tres años del inicio de esa gesta y la comunidad entera llena las calles. Hay desfile, confeti, música, banquete, discursos y conferencias. José Manuel Mireles, el líder más visible de las autodefensas, había anunciado que vendría, pero aquí no parecen esperarlo. “Tal vez mande un mensaje’’, dice un comunero.

David, un joven abogado con estudios de posgrado, pide ser identificado sólo como un comunero más. Mientras desfila, su abuela se acerca a echarle confeti y también a apretarle los cachetes: ‘‘Mi licenciado’’, dice, desbordando orgullo.

Varios líderes de las autodefensas han buscado a los pioneros, acepta el joven abogado: ‘‘Pero ahora no es tan fácil hacer amigos. Nuestra comunidad es muy cautelosa con gente que no conocemos, porque siempre han querido venir a darnos línea y eso ha desembocado en procesos fallidos’’. Cherán mantiene, agrega, una relación fluida con 27 comunidades purépechas donde también hay policías comunitarios y, más lejos, con los nahuas de Ostula. Nada más.

La lucha de Cherán agarró aire el 15 de abril de 2011, cuando las mujeres y los jóvenes se atrevieron, por primera vez, a detener a cinco talamontes de los que saquearon por años los bosques del municipio. Los depredadores estaban tumbando ya los árboles en los ojos de agua, lugares sagrados de los purépechas. Ese mismo día, un grupo de sicarios intentó rescatar a los talamontes. Al lugar donde los tenían, los maleantes fueron guiados por la propia policía municipal.

Siguieron meses de miedo y de alegría en las ‘‘fogatas’’, grupos que se instalaban en cada bocacalle para planear, discutir, informar. Los habitantes se impusieron un ‘‘autositio’’: cerraban el pueblo a las ocho de la noche y no volvían a abrirlo sino a las seis de la mañana. Hubo negociaciones infructuosas con el gobierno, bloqueos, retención de autobuses, de vehículos comerciales, una toma de Morelia. En 2011 impidieron las elecciones y todavía hoy el grito que se impone en la plaza, al finalizar el desfile, es ‘‘usos y costumbres sí, partidos no’’. Sólo así fueron escuchados, a medias, los habitantes de Cherán.

En el camino, este pueblo había pagado una cuota de 18 muertos y cinco desparecidos, sin contar las 18 mil hectáreas de bosque devastadas, los secuestros y las extorsiones. Hace el recuento José Trinidad Ramírez, uno de los integrantes del consejo mayor –de 12 miembros que valen igual, porque aquí no hubo elecciones, ni hay presidente municipal, ni Ministerio Público–, que prefiere ser identificado como ‘‘comunero de la fogata 36’’ y forma parte de una familia de 11 hermanos. Seis viven en Estados Unidos y cinco aquí. ‘‘Allá tenemos otro Cherán’’, como dice David.

Los migrantes fueron clave para sostener la resistencia en los tiempos más críticos. ‘‘En los momentos más difíciles contribuyeron en demasía. No teníamos otra fuente de financiamiento. No teníamos nada. ¿Comprar un arma? Ni idea. Hemos aprendido todo en el andar’’, sigue el joven abogado. A los cheranenses ni siquiera les han planteado el desarme, pero en estos días les han insistido en la necesidad del ‘‘mando unificado’’ policiaco que promueve el comisionado federal, Alfredo Castillo.

David no le da vueltas: ‘‘No es más que la cooptación y control de todo el sistema de seguridad en nuestro estado. Es preocupante que no les baste con tener el control del Poder Ejecutivo, sino quieren también el de todo el sistema de justicia y las instituciones de seguridad’’.

–Ya tienen la policía estatal.

–Esto es distinto. Es una injerencia directa de la clase política del estado de México, una estrategia de Enrique Peña Nieto que es como una colonización.

–¿A ustedes les han planteado el desarme?

–No: creo que la estrategia que usa el gobierno depende de cada lugar. Aquí, frente a un evento de riesgo reacciona toda la comunidad, no un grupo.

Cuenta que hace un mes y medio se instaló en territorio del municipio un contingente del Ejército, de unos 400 efectivos. Duró dos semanas. ‘‘Está bien que pasen, pero la comunidad decidió que no los quiere aquí de fijo’’. Por otro lado, se comenta a don José que en otros municipios se les ve como modelo.Dice: ‘‘Que no nos vean como que nosotros tenemos la verdad, porque juntos tenemos que construir. Nosotros sólo recurrimos a nuestra historia’’.

No fue sencillo, porque en 2008 el pueblo se dividió con la disputa electoral PRD-PRI. ‘‘Quedamos con cierta indolencia’’, dice don José. Sólo el horror volvió a unir al pueblo. Además de los asesinados y desaparecidos, Cherán tiene otras víctimas, dice. Pone el ejemplo de su anciano padre, que ‘‘murió de tristeza’’ luego de que ‘‘talaron su bosque y le robaron su ganado’’. Ni los asesinatos ni la tala han derivado en acciones legales: ‘‘No hay un solo detenido ni por las muertes ni por las 18 mil hectáreas. Cada vez que nombran a un nuevo procurador volvemos a empezar’’.

Cuando ya van a servir el pozole, don José dice que los cheranenses han aprendido mucho. Por ejemplo, a no figurar. Cuenta que en una ocasión detuvieron una camioneta cargada de armas y entregaron a los responsables a la policía, ‘‘que se colgó las medallas’’. También aprendieron a darle la vuelta al gobierno, que les reclamaba que retiraran las barricadas. Ahora responden: ‘‘¿Cuáles barricadas? Son casetas, como las que ustedes ponen, con una diferencia: ustedes cobran, nosotros nada más revisamos’’. Y de verdad ahora se llaman casetas las instaladas en las entradas del pueblo.

Con ese aprendizaje a cuestas, don José habla del desarme de las autodefensas: ‘‘Si estuviéramos en el lugar de ellos, no aceptaríamos el desarme’’.