Templo de dulzuras
a hemos comentado la publicación de Francisco Ramos Aguirre: Revolucionarios a la carta (La Jornada, 17 y 24/07/12). Siguiendo su vocación de investigador acucioso, ahora envía desde Ciudad Victoria, Tamaulipas –en edición de autor– El Templo de las Dulzuras: alfajores, turrones y charamuscas.
Toma el título de la dulcería que José Agustín Collombat, francés avecindado en México, estableció en la calle de Santo Domingo 9. Un aviso del periódico El Gladiador de marzo de 1831, indica que ahí se “podían adquirir dulces franceses y mexicanos: jaleas, cajetas, jarabes para refrescar…” Surtía pedidos a toda la República.
El ensayo de Ramos Aguirre inicia con los primeros dulces de origen europeo, a partir de que los españoles introdujeron el cultivo de la caña de azúcar, que ellos a su vez aprendieron de los árabes. Menciona los dulces que se sirvieron en un banquete ofrecido por el virrey Antonio de Mendoza, por Cortés y la Real Audiencia para celebrar la reconciliación entre España y Francia en 1538: mazapanes, alcorzas de acitrón, almendras, confites, así como conservas.
Hay numerosas aportaciones del autor; provienen de primeras fuentes, ya sea de archivos o de publicaciones periódicas, como la mención del bando solemne de 1791, autorizando permiso para que pudieran venderse dulces y refrescos en los pasillos de la Alameda de la ciudad de México. Se trataba de jamoncillo de leche, turrón, alfajor, charamusca, dulces de chocolate, natilla, colación y mazapanes de influencia morisca
.
En el siglo XIX las fuentes son más abundantes. A través de diarios como El Siglo XIX, La Farmacia, El Faro, el citado Gladiador y El Partido Liberal, o ya en el siglo XX, El Popular, narra Francisco Ramos cómo van proliferando dulcerías como La Manita, cuyo propietario Alfonso Noriega Sámano ofrecía a los parroquianos, chocolates, café, dulces de Morelia y de Celaya, así como turrón de Alicante. La fama de los dulces morelianos y guanajuatenses debió estar muy arraigada, porque también los hubo en El Manantial, ubicado en los Bajos de Porta Coeli, hoy sexta calle de Venustiano Carranza.
A mediados del siglo surge la Dulcería y Pastelería Parisiense; más tarde, el 12 de diciembre de 1870, se inaugura la Dulcería y Pastelería en la calle de Plateros 4; sus dueños eran los franceses Messer y Alejo Genin; este último debió ser el padre de Auguste Genin, quien escribiría uno de los más interesantes testimonios de finales del siglo XIX: Notes sur le Mexique. Anunciaban pasteles siempre calientes, dulces finos y pectorales
. Estos últimos eran eficaces contra las afecciones de garganta.