on su posición frente a la propuesta de Perfil, parámetros e indicadores que acaba de entregarle la SEP, el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) dará otro paso más en la construcción de lo que, frente a los mexicanos, será su papel en el futuro. El paso inicial lo dio cuando sus integrantes no hicieron comentario alguno de oposición a la actuación del Congreso. Éste primero le dio constitucionalmente al INEE el carácter de poderoso órgano nacional, autónomo, único encargado de coordinar (y evaluar, por supuesto) prácticamente toda la evaluación del país, pero luego, en la ley secundaria, lo convirtió en una especie de consejo asesor de la SEP, en gran parte directamente supeditado a ella. Con su silencio, el INEE definió su postura.
Una segunda definición importante ocurrió cuando en febrero 2014 se anunció la cancelación de Enlace. Allí claramente fue la SEP la protagonista del anuncio y la encargada de presentar las razones y datos que justificaban la medida. Es cierto que al día siguiente, como para recordarnos que ese es su tema, el INEE entró en escena diciendo que una nueva evaluación debería ser muestral. Pero como no presentó un diagnóstico serio y detallado de por qué cancelar esa prueba y de cómo serían las alternativas, el mensaje fue claro: quien sigue a cargo de la evaluación y sus decisiones es la SEP no el INEE. Con esto se volvió exactamente al pasado, pues en 2002 el surgimiento del primer INEE se dio en medio de la expectativa de la creación de un órgano independiente del gobierno, pero su concreción legal lo convirtió en subordinado de la autoridad educativa y no pasó siquiera un año cuando desde la SEP ya públicamente se regañaba al instituto por sus intenciones e incluso le prohibía realizar evaluaciones directas de escuelas y estudiantes (Ver Aboites, La medida de una nación: 871 ss). En realidad, entonces como ahora, quien realmente evalúa y seguirá evaluando es la propia autoridad. Profundo contrasentido.
Una tercera definición es la postura respecto del Ceneval. En un reciente foro sobre evaluación organizado por el Instituto Nacional de Investigaciones Jurídicas-UNAM, se preguntó sobre el Ceneval. La respuesta desde el INEE fue que este centro era indispensable porque esas evaluaciones se tienen que realizar
. Ojalá nos equivoquemos, pero esta afirmación tan general (e inexacta, pues las instituciones y organismos también tienen capacidad para crear sus exámenes) no parece estar sustentada en un diagnóstico del INEE sobre el papel que ha jugado el Ceneval en la mejora de la educación y en la equidad en el acceso a la educación en estos pasados 20 años. Si nos atenemos a la ocurrido con Enlace, el Ceneval, pese a ser una agencia privada y mercantil que ha recibido ingresos por cerca de 6 mil millones de pesos a partir de la necesidad de las familias y jóvenes de un lugar en la educación, continuará aplicando sus exámenes mientras el gobierno –no el INEE– decida cancelarlos.
Finalmente, también el perfil, parámetros, indicadores, de evaluación, reiteran el mensaje. La elaboración de estos instrumentos para la admisión de nuevos maestros (que seguramente servirán también para la exclusión de profesores actuales) no la hace el Instituto Nacional para la Evaluación, sino la SEP. Al INEE sólo le toca validarlos y autorizarlos. Podría, si quisiera, dar una interpretación amplia a su mandato, dar un vuelco a lo que presenta la SEP pero, si vemos el récord, no lo hará. Se contentará con cambios que no tocarán la problemática fundamental que tiene el marco de evaluación que plantea la SEP. Es decir, que éste reitera que, como desde hace casi un siglo que el criterio para seleccionar maestros debe seguir siendo nacional, central, vertical y único (aunque se combinaría ahora con un examen local, sin que se establezca cuál de los dos sería el decisivo). En abierto contraste, además, con mecanismos de admisión que respeten la trayectoria de los aspirantes, plantea que la evaluación debe consistir en 80 reactivos de opción múltiple (aunque prevé que incluya unas cuantas preguntas de otro tipo). Es un marco evaluatorio que mantiene además, la rigidez e indiferencia frente a la diversidad, pues absolutamente todos los aspirantes niveles y modalidades en la educación (desde prescolar hasta secundaria, educación indígena, especial, física, telesecundaria, segunda lengua, asignatura estatal, arte, y además los nueve distintos tipos de técnicos docentes) serían evaluados exactamente con el mismo perfil parámetros e indicadores. A todo esto, ¿qué dirá el INEE? Porque puede, ciertamente, retomar los principios constitucionales y legales (incluso algunos del mismo INEE) sobre la pluralidad, los contextos culturales y sociales y los derechos a una evaluación justa, y plantearle a la SEP un cambio profundo de orientación en el terreno de la evaluación. Uno que aleje definitivamente de la evaluación vertical, centralizada y superficial que en estos 20 años pasados ha contribuido a generar la peor crisis de la educación. ¿Qué imagen de sí mismo ofrecerá el INEE a los millones de mexicanos cuyas vidas y futuro educativo ahora se entrelazan profundamente con sus pocas acciones y grandes omisiones. ¿Qué hará el INEE?