Sábado 5 de abril de 2014, p. a16
En los anaqueles de novedades discográficas esplende un tesoro documental y artístico: una pequeña caja que encierra tres discos históricos, grabaciones clave en la obra de uno de los grandes violonchelistas de la historia: Mstislav Rostropovich, de quien este 27 de abril se cumplirán siete años de su fallecimiento (27 marzo 1927-27 abril 2007).
Este álbum triple, de edición limitada y un precio menor, recupera tres momentos definitivos. Además, reproduce el arte del diseño, portada, contraportada e interiores de los discos originales, en cartón, en colores nítidos y fotografías que en sí mismas son editoriales, documentos que reproducen la magia del instante del concierto y de las grabaciones.
El disco uno es el referente central de toda la carrera discográfica de Rostro (uno de los apócopes con los que es conocido, de los cuales el más común es: Slava): la grabación que realizó con la Filarmónica de Berlín, en la era Herbert von Karajan (la caja contiene una postal con una de las instantáneas del ensayo: Karajan da instrucciones a Slava, en la foto) del concierto para violonchelo y orquesta de Antonin Dvorak.
Esa grabación, además del despliegue de musicalidad y arrollador éxito artístico, causó conmoción en el planeta, pues en septiembre de 1968 se vivían los instantes más calientes, válgase la paradoja, de la guerra fría en Berlín.
En el Disquero del sábado anterior (http://goo.gl/BhpHgk) vino al caso, pues el compositor polaco Krzystof Penderecki visitó de nuevo México, el tema del giro dramático que experimentó el planeta en su convivencia social y política en la segunda mitad del siglo XX.
Penderecki fue protagonista, participante activo y decisivo de ese cambio, así como lo fue a su vez Mstislav Rostropovich; uno, Penderecki, desde uno de los satélites del imperio soviético y el otro, Rostropovich desde las entrañas del Soviet Supremo y después desde Estados Unidos.
La fotografía de Rostropovich interpretando la Segunda Suite para Violonchelo Solo de Bach al pie del Muro de Berlín en pleno proceso de ser derrumbado, el 11 de noviembre de 1989, se convirtió en un icono cultural.
El activismo político, a través de su trabajo como músico, lo inició Rostropovich muy temprano, en su calidad de alumno distinguido de los dos compositores soviéticos más importantes: Serguei Prokofiev y Dimitri Shostakovich, ambos víctimas del terror, la crueldad y las peores bajezas, en especial en el caso de Shostakovich, víctima de vulgares celos que sufría Stalin, pues Shostakovich era el reflejo de un hombre muy poderoso –al contrario del poder que creía poseer Stalin– y sobre todo amado por su pueblo, como lo fue Shostakovich, de acuerdo con documentación rigurosa y creciente que se ha publicado en los años recientes.
De los tres discos que contiene la caja que hoy recupera la disquera alemana Deutsche Gra-mmophon, el segundo track del tercero y último volumen contiene el momento más intenso, conmovedor, artísticamente elevado y puro de toda esta caja de maravillas: el Allegreto del Segundo Concierto que Shostakovich dedicó a Slava, con todo el sarcasmo y fina ironía que tuvo como respuesta de la más alta inteligencia contra su opresor, Stalin.
El disco intermedio, el número 2, es una delicia barroca, con partituras de Boccherini, Vivaldi y Tartini.
He aquí un nuevo ejemplo de recuperación cultural.