Sábado 5 de abril de 2014, p. 3
La invención de la memoria
Uno creía, en su enciclopédica ignorancia, que era el primero en sorprenderse del funcionamiento de la memoria en el proceso creador de la literatura. Pero esa sospecha ya estaba en las Confesiones de San Agustín, en Un bosquejo del pasado
de Virginia Woolf, en el arte poética de Toni Morrison y Eudora Welty, y por supuesto en Vladimir Nabokov y Marcel Proust.
Ciertamente los escritores de prosa narrativa, más que los poetas, han tenido desde siempre una fascinación por las paradojas de la memoria porque, como pensaba Juan Rulfo, uno de los principios de la creación literaria es la imaginación y la invención.
La imaginación y la memoria son la misma cosa
, decía Thomas Hobbes en Leviatán, pero por diversas consideraciones adoptan dos nombres distintos
.
Si Juan Rulfo no podía escribir acerca de lo que veía, a partir de la realidad inmediata o siguiendo apuntes o anotaciones de archivos, se debía a que era exactamente lo contrario de un reportero, un notario o un historiador. Tengo que imaginármelo
, solía decir. Y tal vez por eso Efrén Hernández se refería a él como un escritor nato
. Rulfo era la literatura misma. Nació sabiendo que no tenía sentido revelar una realidad ya establecida sino recrearla a partir de la imaginación, la memoria, la experiencia y la emoción. En Pedro Páramo está toda su vida (la muerte de su padre, la atmósfera de San Gabriel y Tuxcacuesco, el papalote con que jugaba, el viento), no de manera autobiográfica, pero allí está el desenvolvimiento de los pliegues de su memoria que –en conjuntos, categorías, mapas, clasificaciones– permiten que comparezcan los sonidos de la lluvia, el calor de Comala, las estrellas y el volcán de Colima que contemplaba desde la azotea de su casa cuando era niño. “Conservé intacto en la memoria el medio en que vivía. La atmósfera en que se desarrolló mi infancia, el aire, la luz, el color del cielo, el sabor de la tierra (…) Lo que la memoria me devuelve son esas sensaciones.”
En ningún momento como el de ahora se habían tendido tantos puentes entre la neurofisiología y la literatura, tal vez porque no se habían difundido tanto los estudios de Gerald Edelman, Israel Rosenfield y Oliver Sacks. Pero lo cierto es que si hoy en día se empalman los descubrimientos de los neurólogos con las percepciones de Marcel Proust y Primo Levi, en lo que toca a la forma en que opera la memoria, es porque la neurobiología y la literatura tienen algo en común: la pregunta sobre el modo en que reaccionan los cinco sentidos. Narradores y científicos coinciden en que la memoria (fragmentada, incompleta, intermitente) no se presenta ni sucesiva ni cronológicamente sino en ráfagas como las de los sueños, en un no tiempo, y siempre dentro de un contexto emocional. A partir del miedo, el coraje, la ternura, la envidia, los celos, el pánico, el placer, la ansiedad.
En La invención de la memoria, un libro de 1988, Israel Rosenfield sostiene que la memoria no es un almacén ni un archivo. No hay ningún lugar en el cerebro en el que gire un disco duro o se reproduzca una cinta magnetofónica. No es un sistema alámbrico o inalámbrico ni radiofónico. Al cerebro hay que tratar de comprenderlo en términos biológicos y no mediante analogías con la electrónica o la cibernética.
La memoria no reproduce: inventa. Recategoriza. Reclasifica. La memoria no es la repetición exacta de una imagen en el cerebro, sino una recategorización en el insondable cosmos de la bioquímica y el metabolismo cerebrales. Cada persona es única; sus percepciones son creaciones, y su memoria es parte de un continuo proceso de la imaginación. Recordar es organizar en categorías el mundo que nos rodea.
Es una reconstrucción imaginativa de manera nueva y sorprendente donde se confunden los diferentes sistemas de percepción sensorial (el gusto y la vista, el olfato y el oído, en ese orden y en otros).
Por razones de trabajo y de placer un espía, por ejemplo, está en una sala de conciertos y la persona a la que tiene que localizar dice Mañana a las nueve
. Mientras disfruta al mismo tiempo el aria Casta Diva, un conjunto de mapas cerebrales ubica a la persona que vigila mientras otros mapas le permiten concentrarse en la música. Al salir de la sala se le olvida la hora que oyó mencionar a la persona perseguida. Irritado, ya en la calle tararea la melodía de Casta Diva y recuerda que la cita era a las nueve.
A lo mejor la memoria es el inconsciente mismo. O algo semejante a la conciencia, como cree el filósofo y lingüista John Searle: un fenómeno biológico antes que nada, como la secreción de la bilis o la digestión de carbohidratos. O como la fotosíntesis.
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El padre, la memoria. Dos referentes/arcillas/piedras de toque de la literatura, la experiencia más valiosa que el ser humano ha inventado para conocerse y comprenderse a sí mismo
, como calificó el pensador, ensayista, escritor Federico Campbell (1941-2014) y de quien, a punto de cumplirse dos meses de su fallecimiento (acaecido el 15 de febrero), aparece en librerías el primero de los cinco libros de su autoría que se pondrán en circulación, como el mejor homenaje a su persona y a su obra.
Su viuda, Carmen Gaytán, explica a La Jornada: “Hay algo para lo que el escritor vive y es que su mensaje llegue a los lectores. La aparición de su libro Padre y memoria es el primero de una serie que significa la culminación de su deseo: que su obra volviera a estar en librerías”.
A Padre y memoria, publicado por editorial Océano, seguirán La era de la criminalidad (Fondo de Cultura Económica-FCE). Enseguida, indica Carmen Gaytán, saldrá “una nueva Pretexta, es decir, una versión con anotaciones que hizo Federico, correcciones y modificaciones sobre el libro ya publicado, a la usanza semejante que practicó nuestro amigo José Emilio Pacheco, de uno de los libros emblemáticos de Federico (también FCE).
Luego aparecerá Nuestro retorno a Ítaca, con textos inéditos, temas y personajes de Tijuana. Se busca que este libro sea coeditado por el Centro Cultural Tijuana (Cecut).
El quinto libro, que esperaba con mucho entusiasmo Federico Campbell, llegó hace apenas unas horas a manos de Carmen Gaytán: La memoria de Sciascia, traducido al italiano por Elena Trapase y publicado por la editorial ipermedium libri, asentada en la ciudad de Nápoles.
Se trata del segundo libro de un autor mexicano que publica esa importante editorial, pues ya habían traducido al italiano precisamente Padre y memoria, en su colección memorabilia, y les interesó la visión de Campbell acerca de Leonardo Sciascia y esa es la razón de la existencia de ese título en italiano.
Por lo pronto, con la autorización de editorial Océano, compartimos con los lectores de La Jornada uno de los capítulos del primero de estos cinco libros: Padre y memoria, donde el tema del padre y la noción de la memoria son analizados por la pluma de Campbell a través de, por supuesto, Kafka, pero también Paul Auster, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Philip Roth, Siri Hustvedt...
De esta manera, prosigue el diálogo de Federico Campbell con sus lectores.
Pablo Espinosa