ella arquitectura, buenos libros y arte popular de excelencia, son sin duda tesoros patrimoniales. En el Centro Histórico hay un lugar privilegiado que conjunta todo ello: la Casa de la Acequia. Situada en Isabel la Catolica 97, esquina San Jerónimo, la casona tiene una interesante historia que data del siglo XVI. Por aquí ingresaba la acequia de Roldán a la antigua ciudad de México, por lo que se edificó a su vera un torreón de vigilancia. A lo largo del Virreinato se le fueron añadiendo construcciones, lo cual dio como resultado una casona con un original patio en forma irregular. En el siglo XVIII se amplió para alojar un beaterio, ya que se encuentra entre dos de los que fueron conventos de monjas de gran relevancia: San Jerónimo y Regina Coelli.
Esta última ampliación de la casa, en la que se construyó una escalera y un segundo piso, le dio la hermosa fisonomía que conserva hasta la fecha. Debajo del comedor sobreviven los vestigios del antiguo canal, por lo que se le conoce como Casa de la Acequia. En el siglo XX la mansión se tornó en vecindad hasta los años 80, en que se le restauró para dedicarla a fines culturales.
El Ateneo Español la ocupó un par de décadas y hace dos años se ubicó aquí la prestigiada Librería Madero, que dirige el reconocido especialista Enrique Fuentes. Ahora la mansión se enriqueció con la presencia de la tienda Artes Populares Mexicanas Víctor, negocio que inició Víctor Fosado a fines de los años 20 del pasado siglo. Él comenzó en 1928 como empleado del estadunidense Frederick Davis, quien tenía una agencia de viajes en los bajos de lo que hoy es el Palacio de Iturbide, donde organizaba excursiones en tren para extranjeros. El interés de Davis y de sus clientes por las artes populares lo llevó a abrir un bazar y a Fosado a viajar por todo el país para obtener los objetos. Sus constantes travesías lo llevaron a conocer a los mejores artesanos y a volverse un especialista en el tema. El bazar funcionaba en dos canales: Davis compraba y exhibía obra de los artistas del movimiento nacionalista como Rivera, Orozco y Montenegro y lo enriquecía con arte popular. Eran los años posteriores a la Revolución, en que se construía una identidad nacional, que abrevaba en las raíces prehispánicas y la herencia indígena. Una de sus manifestaciones más vivas era el arte popular.
Al poco tiempo, Víctor Fosado se independizó y sus hijos se fueron integrando al negocio que estuvo en varios lugares, hasta que se estableció en los altos de un edificio en la calle de Madero; actualmente están al frente su hija Pilar y sus nietos María del Carmen y Víctor. Acaban de inaugurar su nueva sede, precisamente en la Casa de la Acequia. Difícilmente podía haber un sitio mejor para esta tienda que es como un pequeño museo, ya que todo lo que tiene es de gran calidad y buena parte de ello sólo aquí se consigue.
Un ejemplo son los peines de cuerno realizados por un artesano del estado de México, con las figuras de un pavo real, una sirena o una ballena, de una enorme gracia. Ya es el único que lo hace
, explica Pilar y agrega: Cada cosa tiene vida, la cual la da quien la hizo con cariño. Sí, les ayuda a sobrevivir, pero a la vez dan parte de sí mismos con su inspiración de campo, de montañas, de esa luz, del cielo
. Los Fosado siguen viajando por el país para obtener las mejores piezas de ese arte, que es el heredero directo del prodigioso arte prehispánico.
Justo a la vuelta, en San Jerónimo 24, se encuentra el Zéfiro, restaurante-escuela de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Tiene el privilegio de ocupar la que fue la celda conventual de la marquesa de Selva Nevada, hermoso espacio en estilo neoclásico, que construyó el notable Manuel Tolsá.
El menú varía, pero siempre es de cocina mexicana, con una acertada combinación de platillos tradicionales y nuevas propuestas. El pan y las tortillas se elaboran ahí mismo. Todo es muy sabroso y bien presentado.