Domingo 30 de marzo de 2014, p. a16
Hay narradores que tardan un poco más en darnos el golpe de sorpresa, ese aguijonazo necesario para no despegar la vista de lo que se lee. Esta propuesta literaria es un estira y afloja, un coqueteo imaginario que de pronto se deshilvana y difumina. Aunque hay algunas excitantes.
Por ejemplo, dentro del libro, hay dos cuentos que valen la pena nombrar, tienen una buena dosis de ejercicio imaginario.
En Las mujeres siempre mueren en las historias
, el autor describe de manera rica la metodología (u obsesión) de un asesino y su forma de maquinar el acto: Yo siempre empiezo por el escenario
, y nos coloca de un plumazo dentro del ambiente de ese sanguinario en cuestión; hoy he decidido utilizar una ciudad de aire nostálgico
, dice aquél, sin falsa modestia y como relamiéndose los bigotes. Sin duda esto le da frescura y agilidad al relato.
¿Qué pasa por la mente de un criminal al maquinar tan horribles cosas? Sigmund Freud afirma que es imposible saberlo, ya que el inconsciente habla muchos dialectos, tantos como sujetos existan.
Por fortuna, no todo es sanguinario en este libro. El otro cuento propositivo es Sonata para Daalbert Girá
, en el que hay un extraño y fantástico caso de desaparición musical. En éste, a las partituras se les borran las notas al momento de empezar un concierto. Todos los intérpretes se extrañan y resulta divertida la forma en que el músico las tendrá que recuperar, o darse por vencido.
Todo transcurre en un lugar imaginario creado por Carrancá, llamado Enogea, en el que de manera esporádica habrá uno que otro sobresalto. Mientras tanto, esperemos pronto su golpe certero.
Título: El espejo del solitario
Autor: Víctor Roberto Carrancá
Editorial: Ficticia
Número de páginas: 142