Este año, acudieron a Tehuantepec 14 delegaciones de Oaxaca, Guatemala y el Salvador
Durante cinco horas, 428 danzantes representaron algunos mitos de la formación de sus pueblos
Lunes 24 de marzo de 2014, p. a10
Tehuantepec, Oax., 23 de marzo.
Guendaliza’a es un vocablo zapoteco que significa hermandad; desde hace 16 años un festival de danza con ese nombre congrega durante dos días a representantes de etnias mesoamericanas en Tehuantepec. Anoche tuvo la participación más numerosa de su historia: 14 delegaciones provenientes de Oaxaca, Sonora, Guatemala y El Salvador.
Durante cinco horas, 428 danzantes representaron algunos de los mitos de la formación de sus pueblos en la explanada del centro de esta ciudad.
Mario Mecott, fundador del encuentro, relata que buscan revalorar la cultura, los bailes y la lengua de los indígenas de esta región. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién?
, plantea.
La mayoría de los integrantes de los grupos no son danzantes profesionales, sino gente de las comunidades que pagan su tequio participando en las celebraciones locales, donde el baile es esencial.
La Guendaliza’a se creó para conmemorar la llamada rebelión de Tehuantepec. La leyenda cuenta que el 22 de marzo de 1660 los zapotecos destituyeron a una autoridad española y nombraron la suya, constituyendo el primer municipio democrático del estado.
En esta ocasión, el festival no se efectuó en el río Tehuantepec, sino enfrente de la alcaldía. De hecho, el entrante presidente municipal, el príista Donovan Rito, respaldó a los organizadores en busca –explica– de promover la cultura tehuana y atraer el turismo.
Como parte de ello primero se restauró el reloj del edificio de la presidencia municipal, el cual tenía más de 20 años inservible –no es extraño que habitantes inconformes con las autoridades lo hagan lanzándole piedras–; después planean pintar fachadas del centro e impulsar otros programas de rescate cultural de una ciudad que inspiró a artistas como Diego Rivera, Frida Kahlo y Miguel Covarrubias.
Mecott reconoce que la mudanza del festival de su escenario natural genera polémica, porque se puede interpretar como que se institucionalizó. Pero dice que su sueño es regresarlo al río, que simboliza el lugar donde conviven indígenas de las seis etnias del Istmo.
El año pasado este profesor de primaria se endeudó, las promesas de apoyo económico no se cumplieron por completo y por eso en el futuro buscará que en los siguientes haya recursos para mejorar la infraestructura del río.
El preámbulo tuvo lugar el viernes con una calenda. Por las calles desfilaron los participantes y terminaron con una animada fiesta que tuvo toques de carnaval. Las mujeres, vestidas de tehuanas, y sus parejas de baile compartían mezcal y mistela, un curado de nanche, aunque este año se buscó evitar excesos para que el plato fuerte fuera el acto del día siguiente.
De fondo una escenografía que imitaba una edificación de la época prehispánica. Los anfitriones representaron la ceremonia del Saa gui cubi, del fuego nuevo que, según la tradición zapoteca, sus ancestros hacían cada 52 años.
También hubo bailes de huaves, mixes, zoques y chontales.
Los enviados de San Juan Ostoncalco, Guatemala, interpretaron un ritual maya que refleja la armonia y la paz.
El encuentro concluyó con la danza de los venados de los yaquis de Sonora ante cientos de tehuanos que atestiguaron lo que ya se conoce como la Guelaguetza del Istmo.