ajo tu primavera transparente se prolongaban nuestras caricias que se perdían en la inmensidad del escondite que exaltaba la armonía de nuestro proyecto sexual, estética hormonal que resplandecía como una revelación centro y eje del secreto amoroso en que revivimos un ciclo ya pasado pero siempre vivo, vértigo de la expresión pasional, espiral hacia arriba de sensaciones paso a la palabra llena de sentido previo a esos gestos que se incendiaban en el crisol del silencio continuación del erotismo compartido en que aparecía una revolución en el intercambio y en el proyecto, en las fuentes perdidas presentes en uno y el otro, surgiera la ternura vestida de gratitud.
Entrega desbordada de sí mismo en la modulación matizada de la caricia, sorda modulación del tocar sin tocar, fragor de loco frenesí entre las imágenes húmedas, allá en la profunda diversión sol y sombra, en medio de fuertes sacudidas que eran continuación del pasado, en el giro de mi caleidoscopio de colores al ritmo de la magia de los antepasados malinalcas que satisfacían el hábito de buscar la huella suya en la memoria, sin encontrarla, hasta que aparecía y no, porque era una revelación que se daba en la búsqueda al paso de los días y los años al ritmo de la relación interrumpida que se vivificaba en la búsqueda atormentada de esas noches solitarias en las que como en el Cantar de los cantares se escondía la palabra mágica, al abracadabra, del encuentro de esas auroras evocadoras de ciervos y gacelas y pechos como racimos de uvas, entre vapores de mirra y de incienso, en que le decía eco de esos cantares, tú que estás en los jardines déjame escuchar tu voz
, en la que encerraba la espera de la recepción y el diálogo en el encuentro inesperado como duende revelador.
Paciencia impaciente en que nos amábamos desde lo más profundo en una danza común, sensualidad participada, red de significaciones mutuas que se volvían una, implicados en nosotros mismos y en la visión del otro, la responsabilidad del otro, inscritos en la doble búsqueda de la espiritualidad y los encuentros de los instintos, que se inscribían contra viento y marea y si se persistía en su ubicación le daba a cada relación un nuevo significado a lo largo de la vida, a pesar de que el otro sea (y no hay de otra) el ídolo idealizado
proyección de sí mismo.
Reino de las sombras y soles en democrático proceso temeroso de confesarnos nuestros miedos que nos impedían volverlos palabras, en el juego de las rivalidades en el interior del imperio subterráneo de íntima profundización clandestina en las irradiaciones de un acariciar al azar sin acariciar, como no queriendo, así, suavito, hasta caer desintegrado en el desgarrador estrépito de ondulaciones furiosas como las olas del mar al romper en los recovecos, que como a tus ojos, sigo, como a las olas al estallar en las rocas encavadas, creadoras de la belleza inexpresable parecida al ritmo de nuestras sensaciones que recorrían violentamente el mecernos suavemente y se abrían para encerrarme en la cueva la liga con el pasado que se repite y es revelación, la vida en el éxtasis de la muerte.