Pasión por la fiesta
ara ser sinceros, al menos en la arena política, el peso de Aguascalientes en el ámbito nacional es poco o irrelevante. Pareciera que la entidad está condenada a que la extensión territorial o el número de habitantes definan la participación de la clase política en las decisiones de la Federación.
Sí, desde el altiplano podemos seguir diciendo que somos el centro del país, pero ni eso: geográficamente está en Zacatecas; que somos el corazón de la República, pero lo fuimos hace 100 años, momento único en la historia en que el debate sobre lo que debería ser la nación se dio durante la Soberana Convención (cuyo centenario se festejará remodelando una plaza y con una escenificación de lo ocurrido); es decir, desde entonces, al menos políticamente, no ha ocurrido nada de verdadera relevancia para el rumbo del país, sólo en el campo cultural la presencia luminosa de Víctor Sandoval ha aportado influencia real a lo que como país somos.
Una muestra, banal si se quiere, del lugar que la clase política siente que ocupa en el ámbito nacional está en la forma en que el Congreso local deja pasar la oportunidad de discutir las reformas, posponiendo la discusión o llegando tarde, polemizando por encima, sin hacer un análisis real de cómo afectarán los cambios; o bien, la forma trivial en que los partidos políticos venden caro un magro apoyo al momento de decidir quiénes serán los dirigentes nacionales.
Con escasísimas excepciones, los aguascalentenses logran papeles decisivos en la toma de decisiones; queda claro que no es por la calidad de la educación de su gente ni por las cualidades que pudieran distinguir a quienes forman parte de la sociedad civil. Si algo pudiera explicarlo quizá sería que seguimos presumiendo que nos distingue la pasión por la fiesta; se insiste en que la Feria Nacional de San Marcos es lo mejor que podemos ofrecer a México y al mundo, y ese ánimo festivo impide que nosotros mismos valoremos que hay mucho más que ofrecer para ser tomados en serio.
Twitter: @jornadags