n un instante, una fotografía que dio la vuelta al mundo desplegó el martes pasado un gran tramo de la dura y azarosa, heroica y valiente, historia del pueblo chileno. La presidente del Senado, Isabel Allende, hija del presidente traicionado y llevado a la muerte en 1973, dio posesión a la presidente Michelle Bachelet, hija del general que muriera en 1974 por la tortura que le infligieran sus compañeros de armas con el único y sumario cargo de lealtad a la Constitución y al Presidente.
En una entrega fulgurante, en el pleno del Congreso que Pinochet trasladó a Valparaíso sin consultar con nadie, se hizo justicia histórica a la dignidad republicana encarnada por Salvador Allende y condenó sin apelación alguna una infamia imperdonable. Que debería ser inolvidable.
Justicia histórica, sin duda, la cual, en el caso del Chile de Gabriela Mistral, Neruda, Parra o Gonzalo Rojas es, tiene que ser, también justicia poética. Hace unos meses, en septiembre de 2013, cuando se cumplieron cuarenta años del golpe militar y se entronizó a la felonía como forma de gobernar, los jóvenes estudiantes y muchos de sus profesores, junto con militantes y simpatizantes de la gran causa popular y democrática que encabezaran Allende y su Unidad Popular, le dieron al recuerdo una densidad y una calidad grandiosas y convirtieron la conmemoración en una gran acto de homenaje a la memoria, esa que los pueblos y las naciones no pueden darse el lujo de perder. Se trató, como lo podemos ver ahora, de un anuncio que se vuelve compromiso de reformas y revisiones para darle a la democracia chilena vigencia plena, libre de las marrullerías groseras pergeñadas por el hampón y sus consejeros para dejar a Chile, dijera Francisco Franco de la sufrida España, atado y bien atado
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Con prosa firme, ya desde el Palacio de la Moneda, la presidente que inicia su segundo mandato magistralmente remató: el único adversario que tiene Chile hoy es la desigualdad
, postuló Michelle y llamo a los políticos a tomar nota de su alejamiento respecto de las bases ciudadanas. De aquí su convocatoria a cambiar la Constitución y las formas de hacer y entender la política, para hacer de la justicia social una asignatura cursada y aprobada, como lo reclaman su pueblo y los aguerridos jóvenes ex dirigentes estudiantiles, quienes ahora la acompañarán, con crítica y solidaridad, como miembros orgullosos desde el Congreso de la República.
Es la victoria de la vida sobre la muerte
, dice La Jornada que se gritó en la concentración vespertina de La Moneda y así debe haber sido por voz y pasión de los miles de chilenos que festejaron el arranque de su nuevo y comprometido gobierno. Por eso y más hay que decirlo y repetirlo: ¡Allende vive!