n el conflicto entre los mercenarios corrompidos que tomaron el gobierno en Kiev y la autocracia de Putin que, dirigiendo una corrupta oligarquía, gobierna Rusia y trata de dominar en todos los estados surgidos de la ex Unión Soviética, se mezclan temas históricos no resueltos, pero el fondo del problema reside en el intento permanente de Estados Unidos, de la OTAN, con la Unión Europea como sirviente, de golpear a Rusia, que hoy es una potencia de segundo orden con una economía frágil, para debilitar de paso a China, la aliada de Moscú.
Los mercenarios de Washington, apoyados por los fascistas del grupo Svoboda, que han cometido atentados anticomunistas y antisemitas, denuncian la corrupción –real– del ex presidente Viktor Yanukóvich, pero están aliados a grupos criminales y ampliamente financiados en una u otra forma por todos los servicios occidentales a los que sirven. Su principal fuerza político-social reside en el repudio a la corrupción del régimen depuesto.
Se apoya igualmente en las ilusiones populares, en Ucrania occidental, que siempre estuvo ligada a Alemania y Polonia, en la posibilidad de tener un mejor nivel de vida si el país ingresase en la Unión Europea (UE) (a la que toda Europa, menos Alemania, repudia) y, sobre todo, en la utilización xenófoba del viejo sentimiento antirruso en una región que es mayoritariamente católica y no ortodoxa, y habla ucraniano en vez de ruso.
Los fascistoides y fascistas, agentes de Estados Unidos, en el intento de cercar y hacer retroceder a Rusia, cabalgan así verbalmente el caballo de la unidad y el nacionalismo ucraniano mientras Vladimir Putin, el ex general de la KGB, denuncia a los fascistas pero, para aliarse con los comunistas opositores, que en realidad son nacionalistas, esconde los crímenes del stalinismo (como la deportación de todos los tártaros de Crimea) contra las nacionalidades minoritarias y chantajea con dejar a toda Ucrania sin gas para debilitar a la camarilla de Kiev y con incorporar a Rusia la península de Crimea (que fue rusa durante más de cuatro siglos y está habitada mayoritariamente por rusos o rusófonos) e inclusive la parte oriental de Ucrania, que es de fe ortodoxa y de lengua rusa.
De este modo, los agentes de la UE, aunque hablen de unidad nacional, empujan hacia la división de Ucrania y Putin, a su vez, favorece de hecho la construcción de una base nacional para los fascistas y los agentes extranjeros que se han apoderado de las instituciones en Kiev (que, dicho sea de paso, fue la capital del primer Estado de los rusos, ucranianos y bielorrusos, el Rus o principado del mismo nombre).
Salvo un sector muy minoritario de los ucranianos, que se incorporó al ejército alemán ocupante, el pueblo de Ucrania resistió heroicamente a los nazis junto con los pueblos hermanos de la entonces Unión Soviética. En la llamada Gran Guerra Patria contra los ocupantes alemanes se forjaron las bases de una alianza plurinacional y de clase contra los imperialistas que entonces querían destruir la URSS y ahora quieren colonizar con gobiernos capitalistas locales o de las trasnacionales todos los fragmentos de la misma, empezando por Rusia.
Las oligarquías que sustituyeron en el poder a la burocracia stalinista, incluida la de Putin, el amigo y socio de Berlusconi, sólo piensan en sus propios intereses espúreos y favorecen la política de fondo de Washington, aunque resistan tal o cual posición que les quita poder.
Ucrania posee un vasto potencial granero y minero y por eso siempre fue vista por los imperialismos como una colonia potencial. Pero hoy su principal interés es estratégico, ya que Estados Unidos, que no puede imponerse ni en Irak ni en Siria ni en Afganistán, quiere crear un problema político militar a Rusia-China en la puerta occidental de la enorme región euroasiática. Quienes coquetean con la idea de la ruptura de Ucrania y de la incorporación de Crimea y de una parte de las regiones orientales a Rusia, de hecho introducen a Estados Unidos en la frontera occidental como aliado de los fascistas de Kiev y regalan a éstos la bandera de la unidad ucraniana.
La única salida positiva al actual y trágico conflicto consiste, por tanto, en mantener la unidad ucraniana luchando por elecciones presidenciales limpias y democráticas en toda Ucrania, encarcelando a los matones y delincuentes fascistas que hayan cometido delitos y en llamar a la constitución de un frente de los trabajadores anticorrupción, antiburocrático, antiimperialista, por sobre las diferencias religiosas o lingüísticas, para convocar una Asamblea Nacional Constituyente que decida cómo reconstruir política y socialmente el país.
En el referendo sobre Crimea de este domingo, por consiguiente, habría que votar por la más amplia autonomía de esa República peninsular dentro de una Ucrania renovada y democratizada a partir del proceso electoral antes mencionado. Lo contrario podría llevar a la oposición, incluso guerrillera, a grupos desesperados de tártaros o ucranianos que, por ser minoría en Crimea, no pudieron presentar democráticamente sus posiciones antes del referendo continuamente adelantado por Putin, consulta que Estados Unidos, la UE, Kiev y la opinión pública mundial calificarán de inconstitucional.
Los problemas políticos deben encontrar soluciones políticas, no policiales o militares, como quiere Putin. La peor posición para los antimperialistas de todo el mundo sería la que meramente se achatase sobre lo que hará la oligarquía capitalista mafiosa rusa dirigida por un general de la KGB creyendo así enfrentar a Estados Unidos. Los intereses de los pueblos siempre están por sobre los de los gobiernos que dicen ser antimperialistas pero sólo defienden su poder, a cualquier costo, y los trabajadores deben ser independientes de los aparatos partidarios o estatales que dicen apoyarse en ellos.